miércoles, 6 de enero de 2010

Ay, Melchor


En 1814, nace en Pateo, Michoacán, el autor de la controvertida pieza oratoria que todos conocemos como Epístola de Melchor Ocampo. Don Melchor tenía una progresista visión de la mujer, adelantada a su época, en un siglo -el XIX-, donde la mujer mexicana era poco menos que un cero a la izquierda. Lo inverosímil, lo paradójico, es que habiendo adelantado tanto en el siglo XX (o dizque), la famosa epístola haya sobrevivido a los tiempos y leída indubitablemente en cada matrimonio, a pesar de la posición anacrónica, sexista, machista y conmovedoramente cursi de su mensaje, que retrata a la mujer como una hija perenne de los hombres. Inválida, que debe ser protegida y mantenida por el varón. Sí, sí, don Melchas.

Hago votos para que la Epístola de Melchor Ocampo sea una de las cosas que los mexicanos dejemos allá, en el pasado, donde debe estar. Y junto con ella, algunos atavismos que también es hora de cambiar, como las ridículas y momificadas ceremonias patrias donde se honra una ilusión que no tiene que ver con la realidad. Los políticos que las animan no respetan esa bandera que saludan con el rostro desencajado de pasión. Y la solemnidad con la que cantan el himno nacional es pura música de viento, pues no tienen nada que ver con sus acciones. O peor, con su falta de acción, su enanés, ausencia de miras, abandono, negligencia, su impune corrupción.


1 comentario:

  1. Está bien, me daré a la tarea de escribir una nueva epístola que ahora será electrónica, tolerante, respetuosa de las mujeres, los hombres de cualquier religión, credo o preferencia sexual.

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