sábado, 24 de agosto de 2013

Justo el injusto

Sucede que ahora se afirma que es Ignacio y no Indalecio, como lo aprendimos de niños cuando existía una versión tal vez equivocada de la historia pero con creativa imaginación, con niños héroes y pípilas que mostraban el espíritu temerario de los mexicanos que ahora también hemos perdido. Nos quedamos con los puros perdedores, eso sí, verídicos, que vendieron la mitad de la patria, que expropiaron para regocijo del pillaje, expoliaron las tierras y desmantelaron aquel pueblo campesino, de vasta experiencia y sabiduría, que también éramos y ahora ya no somos. ¿Acaso estudié la primaria en un barco fantasma? ¿Los niños héroes apócrifos?

Al parecer es Ignacio, pero he percibido que las revisiones históricas contemporáneas no añaden nada a la historia de los mexicanos y sí disminuyen sus escasos mitos gloriosos que nos enaltecían hasta el heroísmo. En poco tiempo se podría decir que en realidad era Nacho, Francisco N. Madero y se mandarán cambiar las letras doradas del Congreso y se llevarán sus cenizas hasta el laboratorio de la UNAM para descubrir a través de un análisis de ADN que el buen hombre ni siquiera había sido hijo de su papá, por lo que no merecería el apellido Madero y la N perdería su punto para quedar como un desconocido: Francisco N, en realidad Pancho.


Con este ejercicio no pretendo profanar ningún ícono de la historia mexicana sino simplemente advertir sobre los borrosos contornos de los hombres históricos que devienen nombres, en los restos quemados de unos hombres que ya no tienen ningún interés por lo que hicieron o dejaron de hacer, sino por la exactitud de sus cromosomas y los rizos retorcidos e infalsificables de sus ADN.

jueves, 1 de agosto de 2013

Asesinato en Chignahuapan




Jueves 10 de julio de 1930. Luis González Galindo, vecino de Chignahuapan, se había refugiado en la ciudad de Puebla desde el 4 de mayo huyendo de las rencillas políticas de su ciudad natal. Sus problemas no eran menores, ya que tres meses antes, un rival político, de nombre Arnulfo Aguilar, lo había balaceado en plena calle resultando milagrosamente ileso.

Ese mismo día, en la tarde, el agresor volvió a encontrarlo en un salón de billar y sin mediar palabra volvió a balacear a Arnulfo, y volvió a fallar, pues Arnulfo tuvo tiempo de agacharse detrás de una mesa, sacar su propia pistola y responderle a Arnulfo Aguilar. Pero él no falló. El hombre cayó muerto ahí mismo y esperó la llegada de la policía, que después de algunas preguntas a los parroquianos lo dejó en libertad, pues era claro que se había defendido en legítima defensa propia. Por eso tuvo que huir de Chignahuapan.

El 29 de junio, Luis González Galindo fue en su caballo al rancho Cozapa a atender sus negocios; al pasar por la cañada, en las inmediaciones  del rancho, fue acribillado por descargas de escopeta que lo hicieron caer de su caballo, muriendo instantáneamente. Nunca se supo el nombre de los asesinos. Los hechos fueron registrados en los expedientes criminales de las historias ocultas de Puebla.

Paráfrasis de una nota aparecida en La Opinión, el gran diario de oriente. Dir. J. Ojeda González, Puebla, Pue.