viernes, 28 de diciembre de 2018

Un ingeniero de acción


Con cariño en tu cumpleaños, preciosa Malú, un pedacito de tu papá; que pasado mañana cumpliría 99 años.

Testimonio del ingeniero Luis Méndez Izquierdo

Conocí al general Lázaro Cárdenas en Morelia, donde me encontraba haciendo las obras de agua potable de la ciudad de Morelia, y entre los aspectos  más o menos sociales que cubría yo, estaba ayudar a la señorita Figaredo, hermana del famoso locutor Figaredo, ellos eran dueños de un hotel en el mero centro de Morelia, el papá todavía vivía, y tenía un club que se llamaba Rebullón, cuyo objetivo era hacer fiestas, kermeses y bailecitos para juntar fondos y hacer una casa hogar para los niños que no tenían madre o padre. Gente muy especial. Asilos de niños para gente pobre, creo que era particular; entonces mi cooperación consistió en hacer el proyecto de lo que ella requería, la casa hogar, tuvo oportunidad de que le obsequiaran un terreno más o menos amplio, como mil metros cuadrados, por el fraccionamiento de Los Arcos, a la entrada de Morelia. Y le hice un proyecto más o menos agradable, comenzamos a construir. Se hicieron unos bailes en el club Rebullones con ese objetivo. Asistí a alguno, animado, ella pertenecía propiamente a la clase alta de la sociedad de Morelia, en esa misma época su hermano Figaredo era el mejor cronista de radio, muy famoso, de manera que eso facilitó un poco más las cosas. Lo que se juntaba era con el objeto de construir eso. Hubo un momento en que llegamos a tener entre 25 y 30 mil pesos, cuando el dinero valía más. Entonces empezamos a construir e hice las dos salas, el hall de entrada y dos alas, y luego un patio muy bonito con sombra, tuve que colar una loza de techo con unas columnas circulares muy bonitas. En aquella época hacía las cosas bien acabadas, con un acabado que se llamaba “acabado aparente”, con columnas circulares, esbeltas, de 20 centímetros de diámetro y todo bien hecho para soportar la losa del techo. Estábamos precisamente en ese nivel, cuando empezó a destacar la obra, como estaba a la entrada de la única cabecera que había en esa época, y entre las personas que acudieron, lo recuerdo muy bien, fue el doctor Morones (Ignacio Morones Prieto), que era el secretario de salubridad, con quien tuve una franca y fuerte discusión. Dijo que yo estaba haciéndolo mal.

-       Las columnas ya no se hacen así, como está usted haciéndola –dijo–.
-       Ah ¿y cómo se hacen?
-       Con una funda de tubo de asbesto y una varilla en el centro.

Yo me reí, la propuesta era cara porque metiéndole tubo de asbesto vale más que la columna de concreto, y la que consideraba que era la parte resistente no era así; le respondí:
-       
     No, anda usted mal, lo que estamos haciendo se llama concreto armado, con anillo cicloidal que le da mucha fuerza.
-       Pues así no se hace.
-       Dispénseme, pero no, sé que usted es un buen médico, pero como ingeniero, por favor, por eso le han salido las cosas más caras en Salubridad, no necesita el tubo de asbesto porque lo encarece notablemente y no se beneficia en nada.

Y entonces como que ahí sentí que la perdió él, ya no objetó mucho, cuando le dije que él era médico y yo era ingeniero, que debíamos respetarnos mutuamente.
Tenía una marquesina muy bonita en el segundo piso porque arrancaba de 14 centímetros y tenía un volado que terminaba en 6 centímetros. A medida que va creciendo va aumentando el momento flexional y consecuentemente los esfuerzos. De ahí vino otra bronca con el doctor Morones.

-       Esa marquesina se va a caer.
-       No, lo tengo bien calculadito. No se cae.
-       Cómo no,
-       ¿A qué horas se va usted?
-       A las 5.
-       A las 5 nos vemos aquí, la voy a cargar con 400 kilos de tabique por metro cuadrado, para que vea que no se cae.

Pues, claro, que no sé qué. Un verdadero choque. A las 5 pasó en un carro con su chofer, y cuando vio que estaba el tabique, que se pela para México. Como que nos quería “ayudar”, como político, pero me pareció impertinente y lo paré, me pareció ingenuo.

Lázaro Cárdenas
El Tata

La siguiente visita importante fue al día siguiente, estaba yo viviendo en Los Arcos, como a dos kilómetros, ahí hice 20 residencias de tres recámaras; tenía un contador mío, un señor de Puebla, fue a avisarme a donde estaba trabajando en las obras de agua potable, llega a decirme: “oiga, lo busca el general Cárdenas, ¿a mí? para qué, no tenía ninguna relación con ellos. “Pues está ahí en la casa hogar”. El general era el presidente de la comisión del Cupatillo, el rio Balsas y todo eso, grandes obras de ingeniería, importantes, ahí hicieron la presa de Cupatillo. Acudí.

No me emocionó de manera particular, pensé que tenía que acudir, y como estábamos un poco gastados, ya habíamos hecho los muros, la cimentación, me fui a la obra donde me esperaba. Llegué y el general Cárdenas estaba afuera de la obra y la imagen vi la recordaré toda la vida, estaba en un montón de grava; él era, en primer lugar, grande y robusto, y era además una figura nacional muy importante en el país, y montado sobre la grava se veía impresionante, como en un pedestal. Yo era pequeño para eso, el general todavía había abusado de su altura, je je. Me miró desde arriba y bajó. ¿Usted es el ingeniero que está haciendo la obra? me preguntó. Sí, señor. Usted no es de aquí, me acuerdo que me dijo. No, soy de México, gané el concurso de las obras de agua potable y estoy ayudando a la señorita Figaredo a través del club Rebullón. donde la conocí a ella y a su padre y tenemos cierta relación, me planteó el problema que tenía y le dije que con mucho la ayudaba y la estoy ayudando. Pero hemos contado con poco dinero, porque a estas alturas hemos gastado 25 (que eran buenos ¿eh?), así que estamos más o menos. Me dijo: pues yo ya le di una vuelta, ingeniero, aproveché y tengo dos observaciones que hacerle. Pues sí, dígamelas, general. La primera, veo muy poca altura para ese tipo de construcción y están bien; equivocadamente los hacen más altos de lo necesario. Mi otra observación es que, yo he visto que los ingenieros acostumbran poner castillos en las esquinas, y aquí no he visto ninguno. Dije, bueno, yo tengo una opinión del uso de los castillos, que son colocados de una forma más o menos arbitraria, sin que estén derivados de una carga, es malo. ¿Por qué? Porque entonces el concreto, la columna, se deforma menos que el muro de tabique. El muro de tabique lleva tabique y luego una lechada de cemento, que lleva una parte de agua, y a través del proceso de hacer la obra hay un asentamiento, un milímetro o milímetro y medio, pero ese asentamiento no es congruente con el que tiene el concreto, se forma una cuarteadura.

Bueno, me dijo el general, cuando uno tiene una idea hay que desarrollarla. No hubo ninguna crítica. El general sabía de esto y era inteligente. Muy bien. Porque eran dos buenas observaciones y entendió muy bien mis razones. ¿y usted gana algo? No, yo vivo de lo que gano en las obras de agua, considero que es suficiente, esta es mi cooperación. ¿Qué le falta? Mire, me falta para terminar 10 mil pies de tablón de madera de tres cuartos de pulgada para colar la losa y lo que sigue, ahí serán las habitaciones y ahí las aulas; me faltan 40 toneladas de cemento, tengo toda la varilla cortada, tengo la grava y la arena como usted ha visto, pero sí me falta. Muy bien, las 40 toneladas de cemento se las voy a mandar yo de Cupatillo, de lo que estoy recibiendo ahí, apunta –le dijo a el cojito, que era su ayudante– el nombre del ingeniero y la dirección para que le mande el cemento de lo que recibo de León, León estaba empezando a fabricar cemento, era medio malito todavía, pero era cemento. Y le dices a Laris Rubiol, a Fulano… –y dijo los cinco nombres de los cinco madereros michoacanos–, que cada quien dé 2 mil pies de madera al ingeniero para que se pueda completar la obra. Me acuerdo de Laris porque a ese después le hice su casa, los demás no me acuerdo. Y nos seguimos viendo. Sí, como no. ¿No quiere colaborar conmigo? Bueno, como contratista sí. Está bien, tengo unos trabajos que encargarle. Ahí estaban los de la ICA y ya cuando me vieron les dio miedo.

Los de la ICA, la misma de ahora pero ya murieron los que la fundaron, entre los que había amigos y enemigos míos, estuvo formada por un grupo de gente muy inteligente, Raúl Sandoval Landázuri, Javier Barros Sierra, que no era rector todavía, pertenecíamos al mismo grupo político, por así decirlo, en aquella época de la preparatoria había los rojos, los blancos y los verdes; ya se imagina, los rojos eran los comunistas, Garrido Canabal era el gran apoyo de ellos, los blancos eran los mochos, la derecha, y los verdes éramos los que teníamos la idea de que las cosas no estaban bien, éramos liberales, de los cuales Barros Sierra siempre fue muy buen amigo mío, era una persona muy respetable porque todos sabíamos quién fue su abuelo, Justo Sierra, además de que siempre fue un caballero, era un buen alumno, de ideas muy avanzadas, de buenas ideas; no era conservador, conmigo ligaba muy bien porque yo pensaba más o menos igual.

El antecedente que incomodaba a los de la ICA se remontaba unos años atrás, cuando gané una obra importante en Tabasco que previamente siete ingenieros no habían podido concluir, y que para colmo yo sí pude acabar. Yo no tenía registro ni de hacienda ni de constructora, ni aquí y allá. Yo me inscribí como ingeniero Luis Méndez Izquierdo, fui el más bajo y saqué el concurso. Le gané, por ejemplo, a Lezama y Cortina, que en aquel momento era quizás el principal constructor de México; entonces fue sorpresivo, porque yo tampoco conocía a Oliveira, pero él que era el secretario y me dio el concurso. Pero ese fue el golpe, que a mi nombre, un ingeniero le ganara a toda una compañía. Eso ya les molestó un poco a todos, comenzaron a verme con reservas.

Cuando los de la ICA me vieron, ahí estaba Alberto Baroccio, que era compañero mío del año que seguía. Una de las personas con las que tuve buena amistad, pero que era chueco, tan es así que se suicidó porque lo agarró López Portillo en un fraude bastante grande, cuando llegó a presidente, años después. Yo tuve que ser muy duro con él en una ocasión, ya andaban tras él. Fue hijo del profesor Baroccio, que también fue maestro mío, el más importante de los masones, y yo fui un alumno distinguido, de manera que él siempre me estimó mucho, mucho. Un maestro que no era brillante, por cierto, no era muy inteligente, pero era enciclopédico, con conocimientos amplios y con el que siempre me llevé muy bien; después le cuento un detalle que me pasó con Baroccio para que vea la confianza que me tenía.

Entonces cuando yo llegué a Uruapan a ver al general Cárdenas les cayó como bomba, y estaba de superintendente nada menos que Baroccio, que desde la escuela no me podía ver mucho. Entre otras cosas yo acostumbraba a buscar en la biblioteca en mis horas libres, y me daba mucho gusto que me consultaran los de otros lados, más arriba o más abajo, tenía yo prestigio de que conocía mucho de estructuras. Baroccio tenía también otro detalle que era curioso, era más chaparrito que yo, ja ja, pero bastante más ¿eh?, era casi enano. Entonces se sentía un poco, yo sentía que… nos llevábamos muy bien, nos hablábamos de tú y todo, entonces yo vi como que no les gustó que llegara. No estaba el general, estuve platicando con ellos, no me dieron ningún plano, aunque el general me había dicho que le den a usted los planos, los pedí y que no los tenían. Ellos estaban medio proyectando y construyendo. Esa ICA desde que empezó cayó en pecado natural, le voy a contar porque lo conozco muy bien.

El general Cárdenas me dijo que si yo quería platicar con él, sí cómo no, nomás que como contratista, porque yo no puedo trabajar directamente porque yo ya tengo compromiso. Está bien, dijo, vaya a verme a Uruapan a la sede de Cupatillo. Fui.

Como ellos estaban proyectando las obras y construyendo el Cupatillo, eran proyectistas y constructores, por supuesto que no me dieron la información, me dijeron que no habían terminado los planos. Me recibieron bien, pero en el fondo no. Como era más chaparrito que yo, eso lo tenía ciscado; y francamente era más tonto que yo. Y de la ICA estaba Barros Sierra, estaba Sandoval y estaba un grupito después de mí. No me dieron los planos, que “le faltaban unos detalles”, a la mejor ni los tenían, para qué decir que me los negaron, pero yo sí sentí cierta hostilidad. Entonces, después de eso el general Cárdenas me mandó el cemento y me consiguió la madera para la casa hogar; e inclusive recorrimos las obras que estaba yo haciendo, la línea de agua potable de la presa de Comisión a la loma de Santa María. Un ducto de concreto cerrado de 1.40 bajo tierra. En otra ocasión me mandó llamar también e hicimos otro recorrido. Ahí aprendí a trotar, el general era de paso largo, era grande, y militar, entonces su paso era así, yo no podía con ese paso, no podía darlo, mi estatura no me lo permitía, entonces como que me atrasaba un poquito; iba con varias personas que lo acompañaban; el cojito aquel que lo acompañaba en Morelia, llegaba a Morelia y le hablaba para que lo ayudara en todo, caminaba con bastón, me acuerdo, y otras personas, el general era eficiente, y a su paso nos fuimos quedando él y yo, nada más, los demás se fueron rezagando; observó todo, ah, ingeniero, esa tierra donde la compró ingeniero, pues se las compré de las bardas a los ejidatarios. Y cómo se las pagó… Se interesaba en todo. Pues es mejor eso que poner concreto, ya tengo precio para esto. Y así hicimos el recorrido todo todo. Por ejemplo, llegamos a un puente muy bonito, era el más grande de los puentes que tenía yo; híjole le salió muy bien, ingeniero, está muy bien hecha la estructura. Era una barranca que tenía unos cincuenta metros, era un puente canal por donde pasaba el agua. Entonces el único que le aguantó el paso fui yo, pero tuve que trotar, un paso más rápido pero corto, y en efecto aprendí a hacerlo porque nunca lo había hecho. Y nos echamos los 14 kilómetros. Porque cuando fue Oribe de Alba, iban otros funcionarios, cuando Miguel Alemán fue a ver las obras, pues puro coche, yo nunca había visto que un funcionario se lo echara a pata, y salimos desde la cortina. Me acuerdo que nos estuvimos riendo porque la placa decía: siendo el presidente de la república el general Lázaro Cárdenas, siendo el secretario de quien sabe… cuántas cosas, una redacción lamentable; y alguien había puesto con gis, aquí también trabajó el albañil Fulano, nos reímos el general Cárdenas y yo; tiene razón, dijo, tienen razón de las placas, nomás hablan de los que estamos arriba y nunca de los de abajo. Entonces recorrimos toda la obra, era muy austero. Siempre te invitaba un tehuacán, era una invitación suya, y platicábamos de esto y lo otro.

-       ¿Fue a ICA?
-       Sí fui, general, pero no me pudieron dar la información.
-       Tengo interés de que coopere usted con nosotros.
-       Con mucho gusto.

En el túnel era molesto, porque el túnel tenía 1.80 de altura y el general, con su sombrero, mediría 1,90. Yo se lo hice ver: general, yo quepo sin problemas, pero usted me parece que no, No, no hay problema. Y como no tenía salida tuvimos que regresarnos por el mismo camino. Era un tipo austero, callado, hacia observaciones; si una cosa le gustaba se lo decía definitivamente, el último puente era bonito –hasta me gustaría volver a verlo–, yo lo proyecté; dijo: este sí le quedó muy bien, ingeniero, muy bonito ¿Cómo se llama? Es un puente canal, general. Está ubicado, viniendo de la presa de Morelia, ya para llegar a Morelia, en la Loma de Santa María.

Me caía bien el general Cárdenas, pero en eso viene el concurso de la tubería de Córdoba, yo había hecho ahí 21 casas en el fraccionamiento, hice la estructura de la Pepsi Cola e hice algo de guarniciones y banquetas, que era un negocio de un primo mío, pero yo hice la obra, y luego gané por concurso lo del agua potable y ya me fui quedando más tiempo del que yo había pensado. A cada maestro le di una casita. Estaba Maldonado, el mejor maestro que me salió ahí; Salvador y su hermano Ángel, que era muy bien hecho. Y hubo un maestro cuyo nombre afortunadamente olvidé. Cuando un día tuve que ir a México a un asunto financiero o algo así, al regresar qué cree que me encuentro, que una de las recámaras no tenía puerta, yo le dejé los planos, y me pareció que era absurdo. Cómo se le ocurre a usted hacer una habitación sin puerta. Es lo que yo decía, me dijo. No, para mí es un error tan grave que lo voy a tener que cortar, maestro. Y lo corté. Me pareció absurdo que una persona haga un cuarto y no ponga puerta, que porque no la vio bien, pero es una habitación en la que tienen que entrar, es para habitarla y él no le pone puerta; así le dije, habla o de una intención desviada o de un error garrafal, pues por dónde van a entrar. Es lo que yo pensaba. Bueno, pues lo quité, me pareció un error muy grave, contra toda lógica.

Luis Méndez en calle homónima (Foto de Jaime Noyola)

Cuauhtémoc

Cuando estaba estudiando en el instituto, entonces mi hermano Carlos y yo nos íbamos a jugar frontón en las tardes, creo que los jueves y siempre había alguien jugando allá. En Morelia había cuatro frontones muy buenos, hay una fuente muy famosa que, como tiene mujeres desnudas, le llaman Chichipícuaro, algo así. Y un día que fuimos mi hermano y yo, estaban jugando Cuauhtémoc y un carnicero muy bueno, era el campeón de ahí, un gordito muy bueno, entonces los retamos. Además, éramos los únicos, estaban vacíos los frontones. Y ahí conocí a Cuauhtémoc. Luego luego me di cuenta de cómo ganarles. Le dije a Carlos, mira, el carnicero es mejor que nosotros dos, era el campeón de Morelia, pero Cuauhtémoc era indolente, entonces planeamos meterle dos paredes y así lo hicimos. Carlos jugaba mejor que yo, él jugaba de zaguero. Con el carnicero yo la perdí, la única manera de ganarle era metiéndole a Cuauhtémoc, que jugaba de delantero, pues el otro y jugaba de zaguero, que es la posición fuerte, mientras que Cuauhtémoc, que debe haber tenido unos 16 años, no pudo jugar a dos paredes y perdieron.

Luego, cuando fui maestro del instituto ahí lo vi, no era mi alumno, pero ahí iba.

Guadalupe Lavielle y Luis Méndez

En eso gano un concurso en Córdoba, mi esposa era de Veracruz y Veracruz me gustaba más que Michoacán, y me gusta, lo puedo seguir diciendo. Me gustaba Morelia, pero era mucho más simpática la gente de Veracruz. Después de los cubanos la más simpática que he encontrado es la gente de Veracruz. Gané el contrato en Córdoba que era muy bueno para mí porque tenía que meter como 9 mil metros de tubería, y a mí me había gustado la tubería de concreto, ahí comencé a fabricar tubería de concreto, y el contrato era muy bueno. Entonces dejé Morelia.

La casa del ingeniero Luis Méndez Izquierdo
Cuernavaca, Morelos
Abril de 1999




miércoles, 31 de octubre de 2018

Calarte

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Javier Duarte

Dejando burlas aparte
cuando nuestra ley delira
da una pena de mentira
al malhechor Javier Duarte

Embarrado hasta los codos
insatisfecho y vicioso
hizo del dispendio gozo
y se carcajeó de todos

Avorazado hasta el fin
dejó las arcas vacías
le dio a Karime Macías
una parte del botín

No solo fueron riquezas
los escándalos de Duarte
surgieron en cualquier parte
mil fosas con sus flaquezas

Vino después la gran farsa
su fuga en nave oficial
y Peña Nieto muy mal
le sirvió de vil comparsa

Nos lo ofrecieron de a poco
un gordo de poca monta
poco pelo y risa tonta
que ponía cara de loco

Burló a niños con leucemia
un crimen de gran calado
va más allá del enfado
es prosaica esquizofrenia

En el saldo de los daños
una sentencia infantil
en lugar de darle mil
lo condenaron nueve años.


Edición de fotografía Malú Méndez Lavielle

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Calaco

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Graco

Proveniente de la izquierda
le quedó muy grande el saco
en Morelos murió Graco
con su gobierno de mierda

Seis años de corrupción
de inexplicable riqueza
desatinos y torpeza
fueron cuño de su acción.

Sobresale en su gobierno
de entre todos estos males
sus nexos con criminales
que lo hicieron un infierno

Tras cavar campos y huertos
en Jojutla y Tetelcingo
hallaron aquel domingo
cientos y cientos de muertos

Por eso el pueblo sufrido
ve en el gobierno de Graco
que no hubo paz, hubo atraco
“hoyos de horror y de olvido”.




Calavecop

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Videgaray

“Como quiero estar donde hay
mando un saludo fraterno
a los diablos del infierno”,
anunció Videgaray

Yo solo vengo a aprender
que aun siendo subalterno
el mandamás del averno
me diga pronto qué hacer

Solo soy un aprendiz
y entendí que con el yerno
lo que encontré fue un infierno
no existía un mundo feliz

Fue bueno mi desempeño
no tuve ningún desfalco
la casa de Malinalco
se la solventé a su dueño

Vio el diablo a Videgaray
se acarició la barbilla
y señalando la hornilla
solo expresó: ¡qué caray!




Edición de fotografía Malú Méndez Lavielle

Calargarita

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Zavala

La muerte arribó contrita
malhumorada y marchita
con la consigna maldita
de dar vida a Margarita

Esta vida que me dan…
¿es otra resurrección?
Si revivo habrá ocasión
de volver en breve al PAN

Levántate y habla, pues
¿qué te has hecho, Margarita?
La neta te veo igualita
¿para qué sirvió esta vez?

Para qué una asociación
de qué sirvió la derrota
y venir de tierra ignota
con idéntica canción

No, concluyó el diablo eterno
no comparto tu cinismo
pa´comer pan con lo mismo
te quedas en el infierno

Se oye el raspar de una pala
sobre la tierra batida
y así, doblemente herida,
muere de nuevo Zavala.




Edición de fotografía Malú Méndez Lavielle

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martes, 30 de octubre de 2018

Calascabel

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Moreno Valle

Antes de entrar a la fosa
Moreno Valle irredento
escribió en su testamento:
le dejo todo a mi esposa

Su tumba luce vacía
murió sin pena ni gloria
congelada está la Noria
que presumió tanto un día

De su grandeza, muy poco
puso y quitó dependencias
y entre tantas ocurrencias
hizo su museo barroco

Caprichoso hasta el trastorno
soñaba bajar en cable
volar seguro y estable
hasta la Casa del Torno

Fue el gobierno de un turista
parques, complejos, tranvía
mientras el pueblo sufría
él palomeaba su lista

Así acabó su periodo
con torrentes de camiones
cemento, acero y millones
todo volteado a su modo

Al final enseñó el cobre
lo que hizo Moreno Valle
se puede ver en la calle:
el cuarto estado más pobre

Mancos, cojos e invidentes
en el centro son legión
buscando su salvación
mientras te pelan los dientes

Aquí yace Rafael
Moreno Valle y Rosas
es una tumba pasmosa
pulcra, fría, como él.





Edición de fotografía Malú Méndez Lavielle



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Calamitosa

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Barbosa

La muerte ofreció a Barbosa
con afán premonitorio:
“Espera en el purgatorio
a que fallezca la esposa”

Tuya es la gubernatura
nadie lo duda, Miguel,
el problema es Rafael
que nos echó a su creatura

Otra opción será, Barbosa,
ya que está abierta la fosa
que en forma asaz lastimosa
mueran los dos, tú y la esposa

Habrase visto, Barbosa
que en espontánea verbena
tanto el PAN como Morena
festejaban en tu fosa





Edición de fotografía Malú Méndez Lavielle



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Calamidades

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Peña Nieto

Aquí yace un presidente
que más que nada fue un lastre
su gobierno fue un desastre
y murió asaz decadente

Nunca dio el ancho del todo
hay quien afirma que el mal
era torpeza real
que su cerebro era lodo

De sobra tenemos muestras
desde que el sexenio arranca
que iban de la casa blanca
a las estafas maestras

Oderbrecht y cosas peores
paseos en la torre Eiffel
los vuelos de Korenfeld
festín de gobernadores

Puras joyitas del mal
comenzando por los Duarte
Eugenio Hernández su parte
y en Nayarit Sandoval

Para el robo no hay fatiga
díganle a sus grandes fans
desde Romero Deschamps
hasta sus socios de Higa

Murió Enrique Peña Nieto
caro salió su gobierno
veremos si en el infierno
los deja en algún aprieto.




Edición de fotografía Malú Méndez Lavielle

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Calaveremos

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Maduro

La muerte tuvo un apuro
cuando llegó a Venezuela
querían hacerla cazuela
y engullirla con pan duro

Extenuados ya los ductos
sin medicinas ni empleo
cuando se puso más feo
se acabaron los productos

“Qué nos deparas, qué más”
gritan hoy los ciudadanos
no queremos soberanos
que sean como Nicolás

Al bolívar sin pendones
le quitaron cinco ceros
para pagar un puchero
se necesitan millones

Todos recuerdan el caso
de aquel pueblo levantado
que realizó con su enfado
el famoso Caracazo

¿Estarán ahí las claves
que nos redima el apuro
en que nos metió Maduro?
yo no ché nada ¿tú Chávez?




Edición de fotografía Malú Méndez Lavielle

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