En el mundo hay mucha gente ingeniosa que merecería tener un mejor sitio en la historia. La mayoría pasan desapercibidos, con sus quince minutos de fama y sin una clara retribución. Por ejemplo, entre las múltiples empresas de transporte público, lo apropiado que sería que alguna se llamara “Autotransportes Valdés”, en honor de este señor de finales del siglo XVIII que tuvo una ingeniosa idea para mover a la gente.
El 29 de junio de 1793, el impresor y literato mexicano Manuel Antonio Valdés, se lanza a una aventura comercial al establecer la primera empresa de transporte público en la Nueva España con carretas jaladas por un solo caballo. Taxis, pues. Ante tan original propuesta, el virrey Revillagigedo no tiene objeciones en autorizar esa veloz opción para viajar de un lugar a otro de la ciudad. Nacen las rutas.
No fue la única idea ingeniosa del loco Valdés, en 1780 inventó una suerte de género literario que llamó “romance mudo”. Consistía en una secuencia de dibujitos que el lector tendría que ir interpretando como dios le diera a entender, aunque con cierta sintaxis.
En la imagen que acompaña esta entrega está el primer fragmento de Romance Mudo y, lo que sea de cada quien, a mí me deja mudo de estupefacción.
En el primer renglón se “lee”: Dedos-Esferas-Osa- Grada- Aurora
En el segundo aparecen: la-Beata- Trinidad- hoz- Muestra –Reina
El tercero “dice”: Cuya-mano-de-luces-peregrinas
Y el cuarto indica: Abce-terno-hoz-destina-la- Diadema.
El habilísimo lector del romance mudo, una vez que tenía permiso de hablar, interpretaba poéticamente el fragmento de ideogramas como:
“De dos esferas oh sagrada Aurora
la Beata Trinidad os muestra reina,
cuya mano de luces peregrinas
el alfabeto destina la diadema”.
La verdad, no le encuentro mucho sentido a la poesía, pero el sentimiento nadie se lo quita.
El 29 de junio de 1793, el impresor y literato mexicano Manuel Antonio Valdés, se lanza a una aventura comercial al establecer la primera empresa de transporte público en la Nueva España con carretas jaladas por un solo caballo. Taxis, pues. Ante tan original propuesta, el virrey Revillagigedo no tiene objeciones en autorizar esa veloz opción para viajar de un lugar a otro de la ciudad. Nacen las rutas.
No fue la única idea ingeniosa del loco Valdés, en 1780 inventó una suerte de género literario que llamó “romance mudo”. Consistía en una secuencia de dibujitos que el lector tendría que ir interpretando como dios le diera a entender, aunque con cierta sintaxis.
En la imagen que acompaña esta entrega está el primer fragmento de Romance Mudo y, lo que sea de cada quien, a mí me deja mudo de estupefacción.
En el primer renglón se “lee”: Dedos-Esferas-Osa- Grada- Aurora
En el segundo aparecen: la-Beata- Trinidad- hoz- Muestra –Reina
El tercero “dice”: Cuya-mano-de-luces-peregrinas
Y el cuarto indica: Abce-terno-hoz-destina-la- Diadema.
El habilísimo lector del romance mudo, una vez que tenía permiso de hablar, interpretaba poéticamente el fragmento de ideogramas como:
“De dos esferas oh sagrada Aurora
la Beata Trinidad os muestra reina,
cuya mano de luces peregrinas
el alfabeto destina la diadema”.
La verdad, no le encuentro mucho sentido a la poesía, pero el sentimiento nadie se lo quita.
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