martes, 18 de agosto de 2009

Alfonso y Luz


Una vez quise discutirle a mi abuelita que el nombre de su hermano había sido Pedro, que había llamado Alfonso entre algunas lágrimas, pues acababa de morir en Ciudad Juárez, muy anciano. En verdad consideré que mi abuelita era muy anciana y que había confundido el nombre de su hermano con el de su papá, pero ella sólo se rió. “No, no –dijo-, Alfonso, Alfonso”. Y se le llenó la boca de recuerdos antiguos y cordiales. Alfonso fue un personaje desconocido para la familia de Cuauhtémoc, los “chicos” nunca lo conocimos, ni supimos de él, de su familia o de su vida. Alfonso había sido su hermano levemente mayor y el único hombre de la familia, además del amo y señor de la Hacienda. Su temible padre Pedro.

En esta fotografía Luz tiene unos dieciséis años, por unos dieciocho de Alfonso. Probablemente ya está enamorada de Leopoldo, un forastero que llegó a Yoquivo con algunas habilidades y tuvo su primer enfrentamiento con la autoridad, es decir, con su papá. Al igual que don Pedro, Leopoldo hablaba inglés. Era un joven alto, bien parecido, moreno con los ojos levemente rasgados como seña de un ancestro reciente de raigambre oriental, probablemente chino. A su padre, que pasó de largo hacia Los Ángeles –probablemente-, nunca conoció. Leopoldo llegó a Yoquivo y se ofreció para administrar algunas haciendas. Estaban San Miguel, Recomachic, Menelichic y Basogachic en los alrededores, propiedad de gringos que llegaban de vez en cuando de los Estados Unidos, muchos de ellos propietarios de minas. Necesitaban a alguien confiable en quien dejar las haciendas y Pedro, que vivía ahí, había sido hasta entonces el indicado para hacerlo. Pedro además de las haciendas administraba a algunas mujeres “locales” de los hacendados gringos, incluidas esposas, de forma que los gringos ya se habían fastidiado con él, así que la llegada de Leopoldo vino a propiciar algunos cambios en las prerrogativas del cacique. Le quitó entonces el manejo de una de las haciendas en donde, creo haber escuchado, le bajó a don Pedro incluso los favores de la esposa del gringo.

En esta fotografía, modificada artesanalmente por mí, Luz y Alfonso miran a la cámara con melancolía. Ella va a abandonar su hogar definitivamente en un par de años; él crecerá a la sombra de su poderoso padre y envejecerá así, sin pena ni gloria.


2 comentarios:

  1. Me llama la atención el parecido de Luz con mi tía Graciela, y con Aída.

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  2. Sí, como no. Y bien mirado la belleza de Gilda tiene también mucho de ese rostro e incluso la de Norma. Aunque algunas facciones de mi comadre le hacen tributo a su papá, el abuelo Leopoldo. Hay una foto de Luz enmedio de una carcajada donde es idéntica a Aída, es Aída misma.

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