miércoles, 2 de marzo de 2011

Carta a un RN


Darte la bienvenida a este mundo es un asunto complicado, querido bebé. Llegas a un escenario que llamamos humanidad pero que en realidad es una guerra enorme y perenne; la vida como la conocemos, con su historia y su arqueología, sus costras montañosas y sus depresiones inundadas, mesetas, valles, continentes, océanos, es un gran ardid.

Un lugar maravilloso que nos es entregado al nacer y del que repelemos todo el tiempo. Sufrimos, pues, porque queremos. Y porque la llamada humanidad es apenas el inicio de una conciencia primitiva, aunque universal, que acaso ha rebasado un puntito del índice a la del primate. El que seamos celestiales o primates ya no tiene discusión, querido, como podrás observarlo tú mismo cuando crezcas; el hambre, el abuso y la inhumanidad de este descarnado capitalismo (que todo compra y vende todo) nos impone una realidad también descarnada de aflicciones y ansiedades.

Darte la bienvenida es un asunto complicado, porque toda la evolución de la que llegas dotado comienza deteriorarse paulatinamente hasta casi desaparecer. Somos apenas un mamífero medio educado que saca a relucir con extremada frecuencia su naturaleza. Nuestro celo animal es básicamente el mismo y tanto los machos como en las hembras se siguen comportando mediante códigos de su naturaleza, no de la llamada civilización.

Respecto a la civilización hay mucho que decir. Hemos sido capaces de crear objetos milagrosos que, a través de la tecnología han redundado en medicinas y salud, pero también han sido objetos destructores por medio de las guerras y el deterioro ambiental.

No sé si darte una bienvenida, pues, no sé qué decirte en realidad. Sólo espero que tu generación sea mejor que la mía. A eso le llamamos evolución.



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