El 2 de julio de 1915 el anciano no recordaba ni su nombre y ya tenía varias semanas así, alucinando cosas, viviendo en otro lugar que no era París, su lugar de residencia. Pensando locuras, irrealidades, incoherencias.
José de la Cruz Porfirio Díaz Mori tenía 84 años de edad y había sido de todo en su país natal: seminarista, diputado, militar liberal, general de división, gobernador, presidente de la república y dictador. Era todo un paquete de experiencias y complejidades.
Tras 34 años en el poder absoluto, el 25 de mayo de 1911 Porfirio Díaz renuncia a su enésimo mandato por orgullo, sintió que el pueblo ya no lo quería. Viajó a París, Francia, donde duró cuatro años enterándose a retazos sobre los acontecimientos de su amada patria, ahora convulsionada por cuartelazos, escisiones y revoluciones. Hasta la tarde parisina del día de hoy, mediodía mexicano, cuando su médico cerró sus ojos. El odiado y el amado don Porfis había muerto.
No moría un hombre, moría una Era.
José de la Cruz Porfirio Díaz Mori tenía 84 años de edad y había sido de todo en su país natal: seminarista, diputado, militar liberal, general de división, gobernador, presidente de la república y dictador. Era todo un paquete de experiencias y complejidades.
Tras 34 años en el poder absoluto, el 25 de mayo de 1911 Porfirio Díaz renuncia a su enésimo mandato por orgullo, sintió que el pueblo ya no lo quería. Viajó a París, Francia, donde duró cuatro años enterándose a retazos sobre los acontecimientos de su amada patria, ahora convulsionada por cuartelazos, escisiones y revoluciones. Hasta la tarde parisina del día de hoy, mediodía mexicano, cuando su médico cerró sus ojos. El odiado y el amado don Porfis había muerto.
No moría un hombre, moría una Era.
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