A todos nos gustaría tener un vehículo
grande y fuerte para transportarnos por la ciudad de Puebla, pero eso no es
posible, primero porque no todos tenemos con qué comprar un vehículo grande y
fuerte, segundo porque serían tantos los vehículos que las calles de nuestra
ciudad se convertirían en un enorme estacionamiento por la falta de espacio
para circular.
De los 5 millones 779 mil habitantes
en el Estado que se revelaron en el último censo del año 2010, 1 millón 539 mil
transitamos diariamente por la ciudad de Puebla y su zona conurbada. Imagina
que hubiera ocho veces más vehículos que los que actualmente transitan por las
calles de Puebla. Bueno, mejor no lo imagines, pero sería un caos, pues con los
200 mil vehículos que actualmente circulan tenemos suficiente, aunque año a año
se agregan más. En los últimos 10 años, para tener una idea, en la ciudad de
Puebla los vehículos crecieron 82.7 %, es decir, por cada diez vehículos que
había hace una década ahora hay dieciocho.
De los 200 mil vehículos que circulan
actualmente 160 mil pertenecen a las familias e individuos que tienen la
fortuna de contar con auto particular, lo que quiere decir que, el resto, 1 379
000 habitantes, tienen que moverse en transporte de pasajeros (peseras,
autobuses, taxis). La cifra no es exacta porque las familias tienen más de un
miembro y viajan juntas, por lo que habría que descontar algunos cientos de
miles de esa cantidad, pero nos da una idea.
Entonces, de los 200 mil vehículos, 40
mil pertenecen al transporte colectivo que se las tiene que arreglar para
transportar a un millón de habitantes al día, unos veinticinco ciudadanos por
unidad, pero ojalá la realidad fuera tan sencilla como las sumas y las restas,
los famosos promedios; lo cierto es que a horas pico vemos los transportes
públicos atiborrados.
Un vochito pesa media tonelada, lo que
quiere decir que dos vochitos hacen una tonelada. Eso nos da una idea para
imaginar lo que representan 507 mil toneladas de gases tóxicos que anualmente
dispersamos en el ambiente de la ciudad de Puebla, residuos de los vehículos
que usamos y de la industria, los hogares y otras causas naturales, como
nuestro mustio volcán, que aportan en esa contaminación. Pero los vehículos son
los principales, el equivalente a un millón de vochitos amontonados. No
podemos, por el momento, imaginar una solución a este gran problema que no sea
lo obvio: mejorar el sistema de transportes. ¿Viajarías en autobús si fuera un
servicio eficiente y agradable?, lo podemos ir pensando. Entre más gente lo
piense mejor.
¿Qué necesitaría un adulto como el que
escribe, digamos, un cincuentón, para que el transporte público fuera más
agradable y eficiente? ¿Nuevas rutas? No. ¿Nuevas tarifas? Mmm, no. ¿Nuevas
unidades? No, tampoco. ¿Qué, entonces? Un poco de civilidad en los conductores,
un poco de orden en la forma en que las autoridades permiten conducir a esos
choferes. Es decir, aplicar la ley, sancionar, retirar licencias. Los choferes
son gente como uno, tienen responsabilidades familiares y sociales al igual que
todos; temen, por supuesto, quedarse sin empleo. Manejan así porque no hay
nadie que se los impida. Cuando se accidentan llegan sus “licenciados” y los
sacan del atolladero. Los agentes de tránsito no los ven, los inspectores de
comunicaciones ¿existen?, los políticos y funcionarios de gobierno nunca se
suben a un transporte colectivo. En fin, la palabra es impunidad.
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