sábado, 23 de marzo de 2013

Puebla en los años 20



Primera parte de dos
Los años veintes en Puebla marcan una nueva imagen del mundo. Tras la primera guerra mundial todo fue más práctico. Los seres humanos crecimos en esa transición, hubo una nueva forma de ver el mundo, más fría y pragmática. La nueva imagen que se imponía a las jóvenes modernas en Puebla era la de una mujer trabajadora y eficiente, que se inmiscuía en los asuntos que hasta entonces habían sido privilegio de los hombres.

Se respiraba un cambio profundo en la sociedad, en el discurso, la acción y la vida de los 95,535 habitantes de la ciudad de Puebla de los años veinte, la gente hablaba de política, de cultura, de educación, que fue uno de los grandes temas de la década. La lucha armada amainó y Álvaro Obregón hizo su gobierno en un ambiente más o menos pacífico. Aquí en Puebla gobernó el estado un profesor del partido liberal callista de Zacapoaxtla, Claudio N. Tirado, en dos ocasiones.

Esta es la década de los aeroplanos, la generalización de los vehículos de combustión interna, del orden urbano. En Puebla se construye una incipiente periferia y se consolida el centro de la ciudad, a donde la gente acude para ir de compras al mercado La Victoria, a los grandes almacenes y a divertirse en los cines, cuyas películas mudas eran amenizadas por alegres pianos que sustituían las voces de los actores, con acordes agudos y graves, de acuerdo a la ocasión.

En esta década se abren más fraccionamientos y se fundan colonias como Miguel Negrete, 1920; Hidalgo, 1924; Tierra y Libertad, 1925; Porvenir, Los Doctores, 1928; la del Tamborcito, Héroe de Nacozari, Mártires del Trabajo, Buenos Aires y Rivera de Santiago, 1929.

La ciudad crecía en comunicación y planeación. Ese mismo año se colocaron los monumentos a la Independencia y a Benito Juárez; en 1926 se inaugura la carretera federal Puebla-México y se abre el Museo Regional de la Casa del Alfeñique.
En 1928 se expropian el Palacio Episcopal para instalar el Palacio Federal; la Universidad Católica para establecer la Zona Militar; el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús para ubicar ahí la Normal del Estado; el Convento de Santa Mónica es convertido en Museo de Arte Religioso, además las escuelas clericales son restringidas para impartir de educación. En 1929 ocurre la última destrucción en masa de lo que quedaba, en ruinas, de la ciudad colonial. Con el alineamiento y  la prolongación de las calles de la ciudad antigua, se destruyeron decenas de edificios deteriorados, abandonados y otros habitados con precariedad, como las vecindades arruinadas.

Una preocupación destacaba entre todas en los años veinte: había que terminar con la violencia. Era urgente convertir a la educación en la palanca del nuevo Estado surgido de una revolución social, llevar la luz de la educación ahí donde aún imperaban las tinieblas medievales de la opresión, la ignorancia y la improvisación. A lo largo de esta década se restringe la educación a los colegios de carácter religioso, al grado de llegar a suprimirse. Pero antes de eso la tarea era llevar las letras a las sierras y pueblos de México. Vasconcelos lanza desde la Secretaría de Educación Pública su famosa cruzada nacional por la educación, edita centenares de miles de libros, empuja por la creación de un sistema educativo que, si bien tardaría mucho en consolidarse, establece las bases del trabajo magisterial y, al menos, por primera vez se ofrece una dimensión objetiva del reto de la educación en México. 

Y fue la cruzada de José Vasconcelos la que determinó el carácter de esa nueva Era, promisoria, para la sociedad mexicana. Se creó conciencia en la necesidad de extender la educación básica a toda la república y de crear, casi de la nada, el ideal de un nuevo profesor, capaz de transformar a la nación.

La poetiza chilena Gabriela Mistral fue invitada por Vasconcelos en 1922 a intervenir en la cruzada por la educación, que ella enfocó, desde su llegada, en las mujeres. Frente a lo retórico y diletante, Mistral propuso lo vivo y lo activo, pedagogía de acción a la manera de John Dewey. “El niño llega con gozo a nuestras manos, pero las lecciones sin espíritu y sin frescura que casi siempre recibe van empeñándole ese gozo y volviéndole al joven o la muchacha fatigados, llenos de un desamor hacia el estudio que viene a ser lógico. Hombres sin imaginación han sido nuestros maestros” –escribió en el prólogo de Lecturas para mujeres.
Mistral entregó Lecturas para mujeres, donde se puede apreciar el ideal de aquellas jóvenes mexicanas, para quienes fueron creados unos establecimientos llamados escuela-hogar donde se les enseñaba a ser más eficaces y productivas, de esa forma se buscaba un cambio profundo en la sociedad, el discurso, la acción y la vida de mujeres de esa época, para pulsar con su visión feminista un legado cultural esencial que nos ayudara a comprender cabalmente quiénes eran las mexicanas. “Así el espíritu del feminismo de las primera décadas –afirma la maestra Rubí de María Gómez Campos en un reciente libro llamado El sentido de sí-, estuvo permeado por el énfasis en la educación como medio de incorporación de las mujeres a la modernidad y por el espíritu de la Revolución Mexicana, que es interpretado como la osadía de los mexicanos por encontrarnos a nosotros mismos y a nuestra madre”. (1) 

Sin embargo, a pesar de tantos buenos propósitos, las lecciones de Mistral y Vasconcelos concluían en un tono tradicional sobre el destino de aquellas mujeres mexicanas, a quienes finalmente había que proteger de todo peligro y tentación, estableciendo su casa como refugio y al varón –llámesele padre, hermano o marido- como su única salvaguardia, como escudo y fortaleza. 

Pero claro, no todo era educación en los años veinte poblanos. Estaba el almacén de maderas de Francisco Hernández Amor en la 8 oriente 203. Ahí, los vecinos conseguían a buenos precios productos como aceite de linaza inglés, clavos de todos tamaños. Acudían ahí los carpinteros y carroceros, que ya antes se habían surtido de vigas, tablas, jirones, duela del país y americana; encono, cedro, tejamanil y leña de rubio en el Almacén de maderas de José Carreto, en la 8 Poniente 1105.

Era una época en que muchos proletarios de bolsillos rotos añoraban un automóvil Buick para estrenarlo en 1928. “Elegancia, lujo, color, velocidad y fuerza, en grado tal que establecen una  nueva norma de comparación.”, rezaba la propaganda que ya desde entonces Montoto y Nájera ofrecían en su agencia de Reforma número 334

“20% de contado y el lote es suyo”, ofrecía la propaganda en La Opinión, el único periódico local que leían todos los adultos que sabían leer, donde se establecía nuestra relación con el mundo. Y ofrecía detalles: después, una corta mensualidad de $ 29.00 en la inteligencia de que dentro del precio del lote están incluidos todos los servicios, tales como agua, luz, drenaje y pavimentación. “¡Compre usted su lote antes de que sea tarde!” Había que acudir a las oficinas del  Fraccionamiento Molino San Francisco, S. A., que estaban en 2 norte num. 4, teléfonos: Ericsson 38-94, Mexicana 16-76. (2) 

El ofrecimiento de la ciudad y la fundación de una decena de colonias en la periferia obligó a reglamentar el precario sistema de transporte que se creó espontáneo, atendiendo la necesidad. Juan Manuel Guerrero Bazán y Luis Manuel Pérez Sánchez consignan que fue en 1920 cuando se crea la primera cooperativa de transporte llamada Unión Camionera de Puebla que incluía dos rutas: Santiago y Circuito Estaciones. A ésta organización le siguieron otras sociedades cooperativas como la Central y Central San Matías, la de Autotransportes Mayorazgo, que con la participación de algunos colonos de la Libertad se adquirió un solo camión que proporcionó el servicio entre el pueblo mencionado y el centro de la ciudad. (3)

En su investigación llamada Vida cotidiana e historia de una colonia obrera: Mayorazgo 1931-1946, Ángel Amador Martínez afirma que con la llegada de los camiones urbanos a la ciudad de Puebla, se fue normalizando el servicio hasta 1923, cuando ya contaba con seis líneas y pudieron sustituir por completo el servicio de tranvías de mulas, que inició su desmantelamiento. (4)

Las colonias nacieron muchas veces alrededor de las fábricas en Puebla, pues las que ya venían de antes, más las nuevas inversiones en industria textil, proyectaron a Puebla como una de las ciudades más industrializadas del país.

Citas:

1) Lecturas para mujeres en el México de los años veinte, Elvia Montes de Oca Navas, El Colegio Mexiquense, A. C., Historia de la educación latinoamericana num. 29
2) Comercio y publicidad, 31 de octubre de 1927) Carteles de los años 20: http://www.archivomunicipaldepuebla.gob.mx/ 
3) Proceso evolutivo del sistema de transporte público en la ciudad de Puebla Juan Manuel Guerrero Bazán y Luis Manuel Pérez Sánchez, presentada al Coloquio Internacional del GIM, Montreal (Canadá), 26 al 30 de Junio de 2000, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Facultad de Arquitectura. http://gim.inrs-ucs.uquebec.ca/
4) Vida cotidiana e historia de una colonia obrera: Mayorazgo 1931-1946, de Ángel Amador Martínez, http://www.peu.buap.mx/
 

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