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Mujeres

 

Foto intervenida de mi familia chihuahuense

Estimadas amigas, siempre las he preferido por sobre mis estimados amigos, las he preferido para vivir desde que fui un espíritu libre por la vida, poco después de la adolescencia, y he vivido con ustedes (es decir, mujeres) porque mi forma de ser se acomoda a la forma de ser femenina. Más allá del cliché, me gusta el orden y los hábitos domésticos que ustedes han llegado a dominar culturalmente porque te ofrecen una mejor calidad de vida. Tuve la fortuna también de encontrarme en la vida algunos hombres modernos, de quienes aprendí a ser también un hombre moderno; significa que tiene esas cualidades porque eres consciente de la necesidad humana –ni femenina ni masculina– de sobrevivir porque eres autosuficiente, porque te encargas de tus desechos, limpias de tu desorden; esa experiencia cultural las hace más experimentadas e independientes,  muchachas –que desde luego incluye a todas mis queridas familiares–, la cultura humana no sería la misma sin su presencia, han sido el sostén de esa civilización; me parece verosímil que ustedes hayan sido las primeras agricultoras; las inventoras de los idiomas. Lo pienso de corazón. Pero ninguna de estas ideas quiere decir que sea feminista. O que esté completamente emancipado. Creo que hay que ser mujer para ser feminista. Prefiero pensar que los hombres tuvimos que modernizarnos, pero que por desgracia falta para que eso ocurra a profundidad, cuando alcancemos la convicción de reconocerse a la mujer en la mujer. No como una propiedad del hombre. Los feminicidios son una explicación de este conflicto masculino contemporáneo, hombres incapaces de imaginarse el mundo sin poseer mujeres en propiedad, como ocurrió a lo largo de cincuenta siglos de civilización humana. Es una “pérdida” mal comunicada por los adultos a los jóvenes por la generación precedente, sus padres, que vivieron bajo un modelo de machismo tradicional en donde indudablemente ellos mandaron. O al menos eso creyeron. Pero ese mundo ya no existe. Y ante un completo extravío estos nuevos hombres matan a las jóvenes que en todo caso deberían cortejar. Como sea, amigas, les mando un abrazo fraterno de un hombre que ha aprendido a amarlas y a admirar su agudeza, su inteligencia y su moral mucho más avanzada que la de los elásticos homicidas. En otras palabras, es el hombre quien debe cambiar y modernizarse –por decir una palabra sencilla y clara–, porque las mujeres han cambiado cada minuto de los últimos cien años, y contando. Y ahora falta ese pequeño empujón al hombre, quienes deben buscar independizarse de su esposa-madre que los alimenta y los lava, y ya emancipado que aprenda a alimentarse, a limpiar su basura, a cocinarse sus frijoles. Esa independencia lo hará sentirse cómodo con su género, lo independizará, lo liberará. Y al poco percibirá de otra manera a las mujeres, entenderá que lo único que ellas piden es respeto humano. Y te dejarán seguir con tu vida.


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