“Los recuerdos cambian
cada vez que los traemos a la mente”, escribió Sarah Romero en Muy
Interesante España*, nuestro cerebro solo conserva lo esencial de cada
recuerdo, el contenido de esos recuerdos va cambiando con el tiempo. “Más aun -reflexiona-,
¡cuanto más traemos un recuerdo a la mente, más cambia!”.
Sinceramente no
recuerdo que mis recuerdos cambien en los momentos en que son recordados, una y
otra vez; hay recuerdos que recuerdo más, que recuerdo mucho. Otros –que había
olvidado**– me asaltan repentinamente. Aunque desde luego los recuerdos son ejemplos
de reelaboración, de enriquecimiento de los recuerdos, sobre todo si los
escribes. Cuando los escribes con las obvias necesidades del abecedario, la
necesidad de palabras te obliga a discernir tu modesto vocabulario y poner tus
recuerdos en descripciones no necesariamente verídicas, con el punto y la coma
como personajes de la trama. En el acto de recordar es posible reconocer
nuestra honestidad intelectual, si nos mentimos a nosotros mismos, estamos en
esa red transformadora de la que habla Sarah Romero.
*Muy
Interesante España el 9 de junio de 2021
**Claro que los recuerdos no se pueden olvidar ¿o sí? La paradoja es que cualquier recuerdo que se olvide ya no es recuerdo. Cuando se pierde el nombre y después la sustancia, hemos olvidado el por qué. ¡¿De qué estás hablando?!
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