viernes, 31 de diciembre de 2010

2010


Faltan unas horas para que termine este año y no recuerdo algún momento de mi vida que se equipare de estar tan contento por el final de algo. ¡Que año tan malo nos tocó vivir! Tanto, que cualquier cosa que ocurra en el 2011 no podrá ser tan malo como lo que ocurrió en este año que termina. Espero no exagerar (toco madera).

El mundo, el país, la ciudad, la familia, todo el conjunto tuvo en su haber lamentables saldos. La crisis económica envolvió cada uno de esos universos y nos lo hizo saber con toda clase de carencias, de insatisfacciones, de zozobras. Como nunca en mi vida tuve miedo a la inseguridad familiar, ambiental, económica. Nunca me había sentido tan desprotegido en cada renglón de nuestras sencillas existencias, inerme ante los embates de un sistema político voraz y egoísta, impotente ante enfermedades que desconocía, que despreciaba con olímpica ignorancia. Y ante ella ¡qué decir de nuestro sistema de salud social! Por más que lo busqué nunca pude encontrarlo. Si lo ves, por favor, salúdalo de mi parte.

Pero bueno, lo que no te mata te fortalece, dice el dicho. Y dice bien. Como el más ingenuo de los ingenuos espero que el año que entra todo sea menos malo y podamos mejorar un poco nuestras vidas. Verás que sí. Tengo grandes planes, como conseguir un empleo digno. Digno de llamarse empleo, porque mis pequeños empleos de este año no es que fueran indignos, todo lo contrario, pero fueron breves, transitorios, esporádicos. El asunto de la dignidad es un tema peliagudo porque su contraparte es infamante, soez, irrisoria: la indignidad. Cuando hablo de dignidad no quiero decir otra cosa que los satisfactores mínimos a que tienen derecho las familias: casa, vestido, vacaciones, etcétera. Esas pequeñas cosas que hacen a las vidas vivibles y que el subempleo, simplemente, no puede satisfacer. ¿Es mucho pedir? Con humildad pienso que no.

Bien, todas esas pequeñas cosas las sueño para el próximo año. No sé exactamente cómo van a suceder, pero pondré todo mi entusiasmo y esfuerzo para que sucedan. Por lo pronto basta de lloriqueos, pues a pesar de que el año ciertamente fue muy malo pasaron cosas felices y esperanzadoras, nacieron Leah y Mariano, nos visitó Cristina, Tono cumplió sesenta y Malú cincuenta… ¿qué otra cosa feliz ocurrió? Bueno, no se me ocurren otros eventos felices, pero hubo esos. Me la pasé muy bien trabajando con los artesanos de Tzicatlacoyan y sus hijas. Haciendo mis blogs. Reconozco la modestia de mis satisfactores pero es la vida que me toca vivir por estos tiempos.

Te agradezco tu atención al conjunto de mis necedades, expresadas en estas páginas. No sé si te ha dejado algo pero yo me he divertido mucho haciéndolo. Tampoco sé si lo voy a poder seguir haciendo, al menos con tanta regularidad. Es realidad no sé nada. Mi vida es como el vuelo de un papalote, emocionante en la medida en que puede subir o bajar considerablemente en cualquier momento. Te deseo lo mejor. Deseo al mundo lo mejor, a mi vecino, a mi perro, a mi gato.



lunes, 27 de diciembre de 2010

Filisola Solovino


El 27 de diciembre de 1822, el flamante emperador Iturbide comisiona al general Vicente Filisola (en la imagen) para ir a Guatemala y El Salvador a proteger su anexión a México. Como sabemos, ni lo uno ni lo otro, pues casi todo salió mal.

Una historia singular la de este Filisola, que llegó como miembro del ejército español en 1811, donde se acomodó al lado del brillante militar realista Agustín de Iturbide. A pesar de no ser español, sino italiano, no dudó ni un momento en hacerse mexicano al declararse la independencia de este país, siempre bajo la sombra protectora de Agustín. Por eso, cuando se declara emperador de México y las “provincias” centroamericanas se agregan como súbditas, excepto El Salvador, que declara la anexión como ilegítima, envían a Filisola a que “convenza” a los porfiados salvadoreños por medio de las armas de la conveniencia de anexarse al nuevo imperio mexicano.

En los siguientes dos meses hubo algunos combates en las regiones de El Guayabal y de Guazapa, y aunque los salvadoreños sacaron la peor parte, se negaron una y otra vez a aceptar su anexión al tembelque imperio de Iturbide. Con todo, Filisola logra ocupar San Salvador el 7 de febrero de 1823 y declara anexada la provincia ¡Cómo de que no!

Casi un mes le duró el gusto de haber cumplido las órdenes de su emperador, pero el 5 de marzo se da cuenta de que ya no había un emperador, Iturbide abdicó el 19 de febrero y salió por piernas del país, por lo que Filisola agarró sus chivas y al día siguiente abandonó el territorio salvadoreño. Tenía que regresar a México a acomodarse en la nueva situación.

Cual diputado del siglo XXI mexicano, rápidamente alcanzó posición en la nueva realidad republicana. La siguiente noticia que tenemos de Filisola es en 1833, cuando Santa Anna lo comisiona en la campaña militar para impedir la independencia de Texas. Como sabemos no lo logró, aunque se mantuvo fiel a las órdenes de Santa Anna hasta el día en que éste fue defenestrado, cuando pasó a obedecer al sustituto de aquél, José Justo Corro, de cuya campaña militar no salió muy bien librado, pues fue acusado de traidor y de cobarde. Tal vez la primera acusación tuviera visos de verdad, pero no la segunda, pues este aguerrido militar italo-hispano-mexicano si bien no era muy fiel a sus principios tenía los pantalones muy bien puestos. Se defendió como gato boca arriba y fue exonerado dos años después de las acusaciones.

Finalmente, volvemos a saber de él en los eventos de la invasión yanqui a México de 1848, cuando Filisola se encarga de una de las tres divisiones del ejército mexicano, con la misma suerte que en sus campañas anteriores. Es decir, ninguna. La batalla final de su vida la perdió contra el ejército de gérmenes del cólera que azotó el centro del país en 1850, entonces ya no pudo acomodarse en el bando de los vencedores (los sobrevivientes) y murió sin pena ni gloria.

Curioso el caso de este activo militar que no alcanzó a nombrar calle, ni pueblo, ni nada. Si no hubiera muerto de la peste aquella tal vez sería hoy diputado por el PT o Convergencia; quién sabe, quizás embajador en algún país centroamericano.



domingo, 26 de diciembre de 2010

Lecturas del 2010


Cuatro quintas partes de los libros que tuve el gusto de leer este año provinieron de mi hermano y mis amigos, como ha ocurrido a lo largo de mi vida. La mayoría prestados, algunos de regalo. Otros fueron rezagos más o menos antiguos del librero doméstico que estaban pendientes en mi estado de ánimo; algunas relecturas y dos o tres de chambas y comprados.

Desde mis veintitantos años, cuando comencé a leer con cierta regularidad, me hice el propósito de ir haciendo una ficha de cada libro que leía. Imagino que treinta años después sería interesante esa lista, pero nunca la hice (“Sí, po guevón”, en su acepción mexicana), de tal forma que autores y títulos son hoy una cortina cultural que me cubre pero a la vez me deja descubierto, como una cortina de regadera. O algo parecido.

Cuando era joven recordaba la mayoría de títulos que había leído por lo menos el año anterior. Era una suerte de competencia conmigo mismo, en cierta forma los tenía clasificados y, en muchos casos, los traía ociosamente en mi pesada mochila. En una ridícula actitud, mientras estudiaba antropología en la ENAH, mis amigos y yo, respectivamente, cargábamos diez, quince o veinte libros permanentemente ¿para qué? , me pregunto ahora. No tengo ni idea, pero éramos una especie de bibliotecas ambulantes. Con el tiempo todo se ha ido haciendo sobrio, me he convertido en un lector reposado, en cierta forma silencioso, ensimismado, distraído. Muy seguido no recuerdo el nombre de un libro que leí la semana pasada, y me ha tocado que, al terminar una novela, descubro el nombre que tenía en la portada.

Hacer esta lista me costó una mañana de estar recordando y acopiando títulos y libros, muchos de ellos ya devueltos a sus dueños, con dudas de si faltarán algunos e incertidumbre por si resultaría ridícula la lista, presuntuosa o simplemente reveladora de mis devaneos intelectuales, sin rumbo definido, sin plan y sin concordia. Es, en todo caso, una lista que muestra los gustos de mis seres queridos que amablemente han transferido a este lector pobre algunas de sus dichas. Y me han hecho dichoso.

Comienzo el recuento con los libros de mi librero, que estaban ahí y que fui tomando en los momentos de sequía y que esta vez sí pude terminar, pues en la totalidad de los casos ya había intentado leerlos algún día, pero sólo hasta este año pude hacerlo. Tenía una deuda pendiente con Cormac McCarthy, de quien sólo había leído el de los caballos muy lindos pero contaba con dos novelas más: En la frontera y Ciudades de la llanura (ambas en Debate editorial). El tono de la literatura de McCarthy es necesariamente fronterizo y no debe pasar desapercibido para un chihuahuense, pero además posee una mirada atípica del mexicano, mucho más objetiva que la mayoría de los escritores gringos, justa, apreciativa y bondadosa. Las novelas me las leí una tras otra y terminé triste, por supuesto, pues las de Cormac no son tramas para terminar alegre. Otro pendiente de mi librero era Nadine Gordimer, la premio Nobel 1991 –creo-, de quien leí La hija de Burger (Ed. Quinteto) que, como buena parte de sus novelas –creo-, muestran retazos de la vida cotidiana de la Sudáfrica racista en la que nació y vivió hasta la adultez. No voy a decir que me fascine esta literatura, la leí con dificultad, a saltos de emoción y con un poco de esfuerzo. Para reforzar mi estado de ánimo lector seguí con El Águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán (Ed. Porrúa), que no leí sino bebí, extasiado por la presencia de esta alta literatura en nuestras letras, simple y suprema a la vez, además de refrescante memoria de la revolución en este año de festejos revolucionarios. Creo que ya la había leído. Siguió una novelita que la sequía severa de esa semana me obligó a afrontar: Una rosa blanca de Amy Ephron (Ed. Atlántida), que resultó muy divertida, sencilla, verosímil, sobre la vida de Evangelina Cisneros en la lucha por la independencia de Cuba a finales del siglo XIX, aunque en realidad es una historia de amor más romántica que histórica. Una noche sin expectativas saqué de mi librero un librito conmemorativo del premio Cervantes de Mario Vargas Llosa –en un arranque intuitivo, antes del premio Nobel-, con dos novelitas flojitas pero divertidas del ahora personaje del año: Los jefes y Los cachorros, que es posible leer en dos o tres sentadas –o acostadas, porque yo leo en la cama-; finalmente, de mi librero, tomé un pendiente que había intentado leer sin éxito en un par de ocasiones: Todo un hombre, de Tom Wolfe, divertidísima novela que estuvo algunos años en mi librero y que no había podido darle el golpe, pues esta escrita –y en consecuencia traducida- en una especie de caló georgiano del sur estadounidense, que se me había dificultado leer. La novela me dejó encantado, vino de visita mi amigo Magno Sánchez y me dijo que quería algo divertido de leer. Ni tardo ni perezoso le presté la novela de Wolfe. Magno murió repentinamente de un infarto fulminante un mes después. Me quedé sin su amistad y, por supuesto, sin mi novela. Esta novela me obligó a tomar otro libro de Wolfe que ya había leído y disfruté nuevamente de principio a fin: El periodismo canalla y otros artículos (Ediciones B), donde Tom Wolfe desahoga toda su maldad y su perspicacia para observar distintos tópicos de la contrastante sociedad estadounidense, en especial del periodismo. Una delicia.

De mi querido y generoso hermano Tono recibí, como siempre, muchas de mis mejores lecturas del año. Sobresale el regalo de cumpleaños de un libro que por alguna razón no había buscado leer: Creación, de Gore Vidal (ediciones El País), deslumbrante novela histórica sobre los persas que entre otras cosas muestra cómo la cultura occidental no comienza propiamente en Grecia, ni mucho menos. Mi ignorancia sobre el imperio Persa era sencillamente total, y para no variar el tratamiento histórico-literario de Vidal es excelso, divertido e instructivo, como en sus otros numerosos libros sobre la historia estadounidense.
No contento con esto, me prestó a mi, a Malú o a las niñas otros libros que hubo ocasión de que cayeran en mis manos. Sobresale un autor israelí que no se me hubiera ocurrido comprar en una librería: Amos Oz, tal vez prejuiciado por un nombre mágico a la vez que ridículo. Como siempre el prejuicio es una prueba más de nuestra estupidez, pues Oz es un escritor de alta graduación. El primer libro fue simplemente deslumbrante: Una historia de amor y oscuridad, una autobiografía abigarrada, profusa y universal sobre la sabiduría y el amor, el odio y el resentimiento. Seguidita de Un descanso verdadero, una historia literaria en la vida en los kibuts (ambos en Debolsillo)

Del propio Tono recibimos a un autor ya conocido: William Somerset Maugham, con dos novelas contrastantes: una que llevaba en el título la palabra rincón: el rincón del algo o algo en el rincón. No lo recuerdo y la devolvimos pronto. Tal vez The Narrow Corner (veo en Wikipedia), deslumbrante historia de un médico opiómano en las indias occidentales, que me dejó perplejo y dispuesto a intervenir un ladrillo temerario con el nombre de Servidumbre humana, un novelón de 700 páginas, presunta obra maestra de aliento autobiográfico (huérfano, criado por tíos y, no chueco, sino tartamudo), que leí con avidez pero con cierta decepción, con pasajes portentosos y otros llenos de vulgaridades literarias, lo que a mis ojos la hace una novela desigual que hubiera hecho bien en recortar unas cuatrocientas páginas para ser genial.
Por último, respecto a Tono, Teresa fue al DF a visitar a sus tíos y regresó con dos novelas de mi estimada Patricia Highsmith: El temblor de la falsificación (Alfaguara) y Rypley en peligro. (Anagrama) Como siempre –o casi-, un placer leer a esta maestra del suspenso. Highsmithismado como quedo siempre que la leo, mi querida Flor me prestó dos libritos más de esta escritora: El grito de la lechuza (Plaza & Janes) que no me defraudó y me hizo pasar dos o tres noches en el filo de la almohada, y Crímenes bestiales (Planeta), una colección de relatos que se me cayó de las manos en el tercer segmento, pues se trata de historias narradas por animales con la maestría acostumbrada pero con un ángulo infantil que me obligó a desconocerla. Gracias, Paty, pero no. La propia Flor me prestó un libro sobre la guerrilla en México de 1943 a 1968, de mi contemporáneo poblano Fritz Glockner, Memoria Roja, entretenida e informada, que ando todavía leyendo en las innumerables colas y antesalas que hago en todos lados.

Creo que el propio Tono nos acercó la edición conmemorativa de Cien años de soledad (perdón, no recuerdo cómo llegó a mis manos), la portentosa novela de García Márquez que, en segunda lectura espaciada por tres décadas, me hizo comprender su carácter universal. Es, en efecto, una novela que se puede leer una y otra vez con renovados significados y placeres. Esta lectura coincidió con un regalo de cumpleaños de mi querida Ana Lydia, un librote de casi 800 páginas publicado por Debate del que había leído algunas reseñas presuntamente polémicas y un capítulo en Letras Libres: Gabriel García Márquez, Una vida, de Gerald Martin, que tuve un par de meses en mi buró sin atreverme a comenzarlo. No era para tanto mi interés en el gran Gabo, pero en noviembre la sequía llegó y yo tomé una decisión salvadora: como me daba una tremenda flojera la niñez y la juventud de nuestro personaje, tomé la decisión de leer a partir de su primer viaje a Europa, concretamente París, y de ahí ya fue muy sencillo seguir la lectura. Y muy interesante, tengo que agregar.

He leído todos los capítulos disponibles que regalan los sitios web que leo. Recuerdo por lo menos dos, ambos en El País: el último de Vargas Llosa llamado, creo, El sueño del celta, que no me dejó ganas de seguir leyéndolo porque muchos mexicanos terminamos este año hastiados de sangre y de violencia (abundante en este libro sobre la colonización belga en el Congo) y el último libro de W. Howking: El misterio del ser, donde decreta el fin de la filosofía, como lo hizo Bertrand Rusell hace muchas décadas deslumbrado por las brillantes ideas de Wittgenstein, pero por otras razones, ahora atribuidas a la ciencias de la física y la astronomía. La filosofía, afirma, no supo renovarse como lo hizo la ciencia.

Según mis cuentas, compré este año en librerías solo tres libros: La conjura contra América, de Philip Roth (Debolsillo), que me costó 30 pesos en el súper. No lo pensé dos veces y no me arrepentí ni una sola vez. Una vez más, este talentoso y temerario autor hace de las suyas. En este caso, una ficción histórica realmente atrevida pone al piloto de la ultraderecha, Charles A. Lindbergh, como un político que alcanza la presidencia de EU después de sus célebres incursiones aéreas, solazándose en la narración de la suerte de los judíos estadounidenses que se ven arrastrados a destinos insospechados. O peor, perfectamente sospechados. Otra buena compra, esta a ciento veinte pesos, fue Conversaciones con Woody Allen, de Eric Lax (Debolsillo), una serie de entrevistas a lo largo de tres décadas que presenta en capítulos temáticos. Una lección de cine donde destaca la pobre visión de Woody Allen sobre sí mismo: un humorista con suerte que no creó escuela pero sí un fiel y paciente público relativamente pequeño que le ha permitido hacer exactamente lo que le da su gana. ¡Como lo disfruté! Tanto, que me puse a buscar sus películas clásicas hasta que encontré dos: todo lo que quería saber sobre el sexo y la última noche de Boris Gruchenko. Tamaña decepción la que me llevé. A diferencia de Woody, que se ha negado terminantemente a volver a ver ninguna de esas viejas películas, yo cometí el error de hacerlo, ahora desprovisto de mi entusiasmo juvenil, para encontrarme con un cine artesanal y desprolijo que no me explico cómo llegó a fascinarme tanto. Coincido con él y me quedo con apenas un puñado de sus filmes: La rosa púrpura del Cairo, Annie Hall, Recuerdos, Maridos y esposas, Match Point y Vicky Cristina Barcelona.

En plan chamba, hubo dos o tres libros que me ayudaron a comprender tópicos que difícilmente acometería sin obligación contractual. El primero fue el volumen VI de la Historia general del Estado de México, El periodo institucional, 1930-2005, (430 pp) coordinado por Paolo Riguzzi, que narra los pormenores del repentino crecimiento de la mancha urbana de la ciudad de México con la pujante (debería decir estrujante) industrialización del EdoMex; el fenómeno político llamado Isidro Favela y el grupo Atlacomulco y la interdependencia económica resultante. Muy ilustrativo. Otro fue una tesis doctoral de antropología: Los capitales compartidos, el maíz y la cosmovisión de los inwiga de San Luis Temalacayuca, de Rosalva Ramírez Rodríguez, emotiva reflexión sobre las significaciones simbólicas del maíz en la sociedad actual de los inwigas (popolocas) de la mixteca poblana, que ya no siembran ese maíz ritual sino que lo compran en el mercado, pues ellos son ahora obreros textiles, revisión que llevó al talentoso hermano de la autora, Rodolfo, a encargarme la revisión de su propia tesis doctoral de historia llamada Una mirada cautivada, la nación mexicana vista por los viajeros extranjeros, 1824-1874. Un acercamiento al desarrollo de la cultura nacional, prolija investigación de ese periodo sobre viajeros europeos divididos por nacionalidades, por motivaciones e intereses comerciales y culturales. La gran cualidad que tienen los trabajos en libros es que no se trata de lecturas, sino de disecciones, de visiones críticas sobre lo escrito, lo que te deja algo más que una simple lectura. Gracias por esa oportunidad.

Esta fue, pues, mi aventura lectora en 2010, ojalá el nuevo año traiga ventura bibliográfica (o por lo menos aventura), espero con ansia la edición conmemorativa (y popular) de Vargas Llosa, la oportunidad de leer por lo menos Verano de J. M. Coetzee, conocer a Ricardo Piglia (Blanco nocturno) y, menos enajenado con la sangre, tal vez terminar de leer El sueño del celta. Por mi parte, miro mi librero y las novedades agonizan. Ahí está El Quijote todavía, esperando el sueño de los justos.



sábado, 25 de diciembre de 2010

Levántate Carlitos


No recuerdo cuándo vi la primera película de Chaplin, pero sospecho que no fue demasiado pronto en mi vida; su nombre y la imagen de Charlot, en cambio, la recuerdo desde siempre, bien en la revista Vanidades o en Selecciones de la Reader´s Digest, que fueron nuestros dos principales vínculos con el mundo exterior, toda vez que en Cuauhtémoc no había televisión. Ahí estaba Charles Chaplin, una y otra vez, con su graciosa imagen, en reportajes sobre sus divorcios o sobre su numerosa familia; su fortuna o sus malos humores.

A lo largo de mi vida, después, lo vi en innumerables películas, de las cerca de noventa que realizó en sus diferentes roles de actor, director, escritor, productor y compositor.

Se sabe que a Chaplin no le gustaba la Navidad, creo que su hija Geraldine se quejó de ello. No la festejaban. Tomó tan en serio sus reticencias, que el 25 de diciembre de 1977, a los 88 años de edad, decidió morirse durante el sueño. Así era él de espectacular

A los cuatro meses de su muerte su cadáver fue robado, exigiendo alguna recompensa. La familia no quiso saber, pero los ladrones fueron capturados. Lo volvieron a enterrar en el mismo lugar, pero ahora pusieron dos metros de cemento sobre su cuerpo. Cruel ironía para un ser, de entre todos los muertos, que merecería la resucitación.



viernes, 24 de diciembre de 2010

Navidad


Según los Evangelios de San Mateo y San Lucas, en la Navidad se conmemora el nacimiento de Jesús de Nazareth, que Crisóstomo y Nacianceno proclamaron en el año 345. Esta noche celebraremos una tradición de mil seiscientos cincuenta y tantos años, que ha sido cumplida religiosamente por cientos de generaciones.

La Navidad es la culminación de una celebración que dura nueve días y que llamamos “las posadas”. Empiezan el 16 de diciembre y conmemoran el viaje de María y José en su búsqueda de alojamiento, antes del nacimiento de Jesús. El número nueve también alude a los nueve meses de embarazo de María.

En México la Navidad fue una fiesta que rápidamente se acomodó en el calendario mesoamericano, de por sí robusto. Coincidió en diciembre con la importante fecha mexica del nacimiento de Huitzilopochtli, y en Europa la Navidad con el culto que los romanos prodigaban a Saturno, dios de la agricultura.

Si lo reflexionamos, la Navidad es la más antigua de nuestras costumbres; seguimos reuniéndonos en el seno de nuestras familias a cenar todos los 24 de diciembre. Año con año.

Es la Navidad, la misma, la de siempre.


* Foto Aída y Antonio, mis papás.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Ocurrió en Zavaleta


Hace veinte años que llegamos al sur de la ciudad de Puebla, Zavaleta era una región medio despoblada, con algunas exclusivas zonas residenciales, una carreterita de dos carriles y estaban por instalar el campus de la universidad Madero. Cruzaba Zavaleta dos veces a la semana para ir a la Universidad de las Américas y de regreso. En aquel entonces era un caos vial pues, además del estrecho camino, no estaba el distribuidor vial del Niño Poblano y Bulevar Atlixco. Nunca pasó por mi mente que ese páramo podría haber sido la sede de un tratado histórico nacional, pero lo fue.

En 1832 México vivía la intensidad de su crisis política como país independiente. El presidente Anastasio Bustamante ofrece a López de Santa Anna la jefatura del ejército en Veracruz, pero Santa Anna pone como condición la remoción de sus ministros, lo que Bustamante rechaza.

Luego de varias trifulcas en las que ambos ganan y pierden, Santa Anna impone un presidente a su medida en la figura de Manuel Gómez Pedraza (en la ilustración), y para ello se pacta un tratado de nombre Convenio de Zavaleta, que es firmado este día en la hacienda de Zavaleta, Puebla.

Hoy, Zavaleta es una moderna zona del sur de la ciudad, llena de tiendas exclusivas, restaurantes de postín y una avenida de seis carriles. Podría firmarse algún tratado nacional en esa zona, pero por alguna razón nunca sucederá. Hoy, por ejemplo, ni quien se acuerde en Zavaleta de aquel convenio histórico que lleva su nombre.



miércoles, 22 de diciembre de 2010

A las 4 P.M.


El cura Morelos nunca se arrepintió de haber cometido los delitos que se le imputaban y en todo momento negó las acusaciones de herejía. Es cierto, escribió una carta señalando lugares y estrategias del ejército insurgente, que resultó más importante en lo moral que en lo logístico. Aunque le Inquisición lo condenó a cadena perpetua, Calleja dictó su sentencias de muerte.

La tarde del viernes 22 de diciembre de 1815, en el lejano poblado de Ecatepec, el cura Morelos recitó el salmo 51 mientras los tambores ordenaban el pelotón de fusilamiento.

“Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame”.

Preparen…

“Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Por que aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas”.

Apunten…

“Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre. Mas tú amas la verdad en lo íntimo del ser, y en lo secreto me enseñas la sabiduría…”

¡Fuego!

El reloj de la iglesia marcó lento, taciturno, las cuatro de la tarde.



Noche de gas


En 1997, a dos días de la Noche de Navidad, un fantasma recorría las colonias de algunas ciudades mexicanas del centro del país: no había gas.

Y aunque entonces preferimos confiar en las declaraciones de la PROFECO en el sentido de que a más tardar el 23 se normalizaría el suministro, no pudimos menos que lamentar la situación de las mamás-esposas que, preparadas con sendos pavos o piernas de cerdo, se mesaban sus blancos cabellos nomás de pensar en no tener gas el 24 de diciembre.

Nosotros teníamos dos o tres días sin bañarnos, el pelo adherido a nuestros cráneos como personajes de cine gore, nuestra piel brillaba como cera y los empezábamos a hartarnos de comer sándwiches mañana, tarde y noche. Pedíamos a gritos un café caliente, una sopa, un sencillo guisado que devolviera una breve fe a nuestro desvanecido ánimo navideño.

La noche del día 22 de diciembre algo ocurrió fortuna de todos, el gas apareció. Los gritos estentóreos de los vendedores de gas y el sonoro rugir de los tanques chocando unos con otros –que era el estilo entonces parea vender el gas- nos devolvió las sonrisas a nuestras sucias caras.

Y en la noche de paz, con los hornos prendidos y la familia bañada, pudimos los mexicanos alzar nuestras copas –vasos, en realidad- para decir al unísono, casi cantando: salud.



martes, 21 de diciembre de 2010

Palabras de honor


Hay arengas políticas que quedan grabadas en la historia, palabras inspiradas que impidieron algún atropello o algo peor, como aquellas que Guillermo Prieto usó en defensa de Benito Juárez cuando un piquete de soldados iba más que resuelto a darle chicharrón. La historia debe estar plagada de estos actos de heroísmo por desgracia desconocidos en su mayoría. Uno de ellos que afortunadamente llega hasta nosotros, es el que pronunció el presidente Manuel González con motivo de un amotinamiento que pudo terminar muy mal, pero que terminó muy bien, gracias a su valentía.

El 21 de diciembre de 1883, luego de que el presidente González decreta la acuñación de monedas de níquel, el pueblo inconforme de la sustitución de sus antiguas monedas se amotina. González no se arredra, y cojo y manco como era, baja personalmente las escaleras del palacio nacional para enfrentar como los hombres a los instigadores del desorden.

Me encanta la imagen de este hombre, ciertamente incompleta, que enfrenta con valor y determinación a los amotinados. Bueno, los enfrenta sobre todo con palabras, que en ese momento eran sus mejores armas, y tras explicarles con vehemencia las razones económicas y materiales de la sustitución de la moneda, así como la conveniencia de todos a que ello ocurriera, el mandatario fue enviado a su despacho en medio de vítores y aplausos.

Ahora que el presidente y muchos gobernadores no se atreven a enfrentar ni a sus diputados, viene a cuento la importancia del diálogo, pero sobre todo del valor, de la valentía y de la confianza que muchos personajes de la historia tenían en sus palabras. Palabras de honor, porque además tenían honor.



lunes, 20 de diciembre de 2010

El despertador


En 1810, a tres meses de levantarse en armas tras el grito de Dolores, Miguel Hidalgo se ha establecido en la importante plaza de Guadalajara y ya tiene una cartera de ministros que se encargan de algunas cuestiones de gobierno.

El jueves 20 de diciembre, junto a sus secretarios de estado José María Chico e Ignacio López Rayón, Hidalgo decreta la abolición de la esclavitud y del tributo obligatorio para la corona española.

No contento con esas dos importantísimas disposiciones, el cura Hidalgo saca a la luz el periódico El Despertador Americano, cuyo primer número aparece este día.



domingo, 19 de diciembre de 2010

El día después


Como seguramente te ocurre a ti, las fiestas han sido la culminación exitosa de las semanas de mi vida, desde aquellas de 15 años de mis compañeras en la secundaria que se efectuaban en las pequeñas salas de sus casas, con una multitud de adolescentes conspirativos que esperaban el momento de salir a la banqueta a echarse de un trago alguna botellita de ron. Postriormente, en las bodas, aprendíamos a bailar.

Después siguieron las “universitarias”, ya en la ciudad de México, generalmente en casa de familiares y amigos que comenzaban al son de Beni Moré y la Orquesta Aragón y generalmente terminaban con guitarra en mano con canciones de Alfredo Zitarrosa y Carlos Puebla.

Alternativamente, por las mismas fechas, algunos de aquellos componentes éramos burócratas de alguna dependencia de gobierno. Yo, que era de telecomunicaciones, asistí a un par de fiestas que se llevaban a cabo en restaurantes oaxaqueños o marisqueños cercanos a nuestra dependencia. Ahí el estilo consistía en contar chistes durante horas y había compañeros y compañeras que eran verdaderamente buenos para hacerlo, lo que no quitaba un ápice a la vacuidad de la celebración. Y por supuesto, terminar en masa literalmente hasta atrás, después de libar mezcal toda la tarde.

Yo me he divertido intermitentemente en cada una de esas fiestas. Hay algunas inolvidables, en tanto que hay otras que definitivamente he olvidado. Lo encantador del horizonte festivo de estos seres humanos es su voluntad creativa por inventar nuevas formas de diversión, generalmente importadas de otras latitudes. Antenoche asistí a la primera fiesta karaoke de mi vida, tal vez la última. Y ayer al festejo sempiterno de una centenaria, que no podría ser más contrastante a la anterior.

La primera fue organizada por alumnas de la Sociedad de Escritores de México, capítulo Puebla, para celebrar las navidades y la culminación de su curso. Encantadoras como son, la mayoría frisando la edad de mi hija Luz, la tarde transcurrió con una música que me era completamente desconocida y en medio de conversaciones entretenidamente inocuas.

En el marco de un hermoso jardín, en un pueblo cercano llamado Cuautlancingo, tomamos unas copas de vino como preámbulo del festín culinario que ellas mismas prepararon: chicharrón en salsa roja, carnitas, papas con rajas y otras exquisiteces que degustamos con entusiasmo navideño. Poco alcohol. La sobremesa fue un cohibido cigarro y otra copa de vino que por fortuna me había encargado de llevar; la plática común, el eructo disimulado, la risa fácil, benevolente, cómplice de una conversación que dejé instalada en algún momento de mi vida y que había olvidado reiniciarla. Para mi decepción, fui el único maestro que apareció, el menos a esas horas de la tarde, pues me había hecho a la idea la ilusión de otras pláticas más literarias, por decir un tema.

Fue entonces que apareció un sistema, una tecnología desconocida para mí. Por supuesto había oído hablar del karaoke hace por lo menos diez años, pero nunca había visto uno en persona. Tecnológicamente se trata de una televisión que te va poniendo la letra de la canción que acompaña la música. El repertorio ya es cuestión de cada entusiasmo. En esta bella casa el entusiasmo era mayúsculo y tenían unos sesenta discos compactos de variada catadura, de Timbiriche a Juan Gabriel, pasando por Joan Sebastian, mariachi, Glenn Miller, Yuri, el Pirulí, etcétera, etcétera. Podríamos haber cantado las siguientes dos semanas hasta llegar al año nuevo. No contentos con eso, la casa “contaba” con un sobrino dispuesto a debatirse con las más potentes canciones de Vicente Fernández, que desde las preliminares agarró el micrófono con la grave amenaza de una prolongación sin cortapisas. Cantó y cantó. En el quinto o sexto cambio de género musical, cuando nuestro showman inició una estereotipada imitación del divo de Ciudad Juárez, el incansable Juanga, comprendí que era la hora de partir, pues no toleraba la idea de que el siguiente disco sería de Andrea Bochelli, no tanto por su música, sino por su posible imitación. Me despedí taciturno, con una imagen que tengo desde que asistí por única vez a una disotec: esas “modas” de diversión juvenil impiden la comunicación humana.

La fiesta de nuestra amiga centenaria fue previsiblemente sobria, aunque había alcohol a discreción. La festejada departió, comió y despidió a los invitados de la breve fiesta, de apenas dos horas y media. Es maravilloso ver como puede un ser humano alcanzar las alturas de un siglo en tan buen estado. Su hijo José Luis, mi amigo setentón, que de soslayo podría pasar por su hermano, me pidió a mitad de la comida que expresara el brindis oficial en su nombre, honor que me congratuló pero no dejó de inquietarme el resto de mi pierna de pollo. ¿Qué podía decir yo, que era poco menos que un colado en aquella fiesta familiar?

Mientras limpiaba el mole de mi plato con un pedazo de tortilla carburaba las primeras palabras de mi improvisado speech, que es la forma en que supuestamente organizo esta clase de apuros. Como percibí que yo era prácticamente el único con un saco de vestir, comenzaría con una anécdota familiar: el día en que mi hermano Jaime de doce años asistió a una boda en unas vacaciones en Río Grande, Zacatecas. Siguiendo las instrucciones de mi madre, se puso muy cuco el trajecito que había llevado por si se atravesaba alguna celebración que ameritara la elegancia. Al llegar a la boda ese niño completamente desconocido fue recibido con exagerada amabilidad. Cómodo como siempre ha sido, Jaime se dejó querer. La razón no era otra que, además del novio, Jaime era la única persona que llevaba un traje de vestir. Y se la pasó muy bien, como yo me la he pasado con ustedes esta tarde. Mi saquito elegante es la razón para que se me haya concedido el honor de dirigir este brindis a nombre del hijo de la festejada (que no por nada, fachoso como es, parecía que había dormido con su atuendo y no había tenido tiempo de cambiarse. Pero eso no lo iba a decir.)

En esas estaba, cuando media familia se levantó de sus asientos y se despidió a toda velocidad. Los músicos terminaron su función y en sesenta segundos desmontaron el breve equipo de sonido (“hey, el micrófono…”); en un santiamén, el salón quedó medio vacío, comprendí que sería ridículo intentar iniciar mi pieza de oratoria a esas alturas, fui a despedirme de la festejada y de su hijo y salí pensativo. En verdad no quería hablar, pero la expectativa me mantuvo nervioso la mitad de la fiesta.

Saldos modestos de mis posadas de fin de año. Un día después hay tan pocas cosas que decir.




sábado, 18 de diciembre de 2010

Judith 100


Entrevisté a Doña Judith Cid de León en 2003 para un libro que se llamó Los barrios de Puebla, publicado por el extinto Consejo del Centro Histórico que dirigía Roberto Herrerías. Fue una larga entrevista de una hora y no fui considerado con sus 93 años que francamente no se le notaban, pues doña Judith aparentaba muchos menos. Ahora su hijo, José Luis Naval, me hace el favor de invitarme a su cumpleaños número cien que se festeja este día, aunque los cumplió hace una semana. Iré con mucho gusto, pero no puedo menos que festejarle a mi manera semejante acontecimiento con una breve cita de los primeros años de su vida, en pleno periodo revolucionario. Así lo recordó en aquella ocasión:

Mi abuelo nunca me dijo Judith, porque yo nací el día de Santa Bárbara y él me decía Bárbara, hasta que se murió, siempre me dijo Bárbara, Barbarita. “¿Por qué si es Judith?”, porque nació ese día y ese día es de Santa Bárbara y tiene que ser Bárbara. “No, papá, si es Ana María Judith.”

Dice mi mamá que a la hora del bautizo no me querían bautizar, porque como nada más era Judith, el padre dijo: “no, con ese nombre no.” Entonces por eso me pusieron Ana María. Pero mi abuelo decía que era Bárbara Judith, entonces me quitaron el Bárbara y nada más me dejaron Ana María Judith.

Yo nací en el mero centro el 7 de diciembre de 1910 en el Barrio de la Luz, en una casa que ya no existe, ahora son casas de vecindad, así muy feas. Entonces era un barrio de personas más acomodadas, mi abuelo tenía un molino de harina de trigo, se apellidaba Tapia. Y allá nacieron mis hermanas gemelas, antes que yo, luego nací yo a los dos años. Ahora que estoy vieja, mis hermanos casi todos ya murieron, nada más tengo al más chico, que viene de Veracruz y una hermana que es la más chica de las mujeres, sólo quedamos tres.

Nací en la Primera Calle de la Luz número 11, a la mitad de la calle había dos leones, en la azotea de mi abuelo. Luego mi papá compró en la colonia Humboldt y nos fuimos para allá, donde nacieron los demás hermanos.

Yo nací el año en que inicia la Revolución. Dice mi mamá que, como entonces no podían salir las mamás a la calle hasta que no tenían 40 días, mi papás, que no estaban casados por el civil ellos, nada más por la iglesia, mi papá me llevó al registro civil, pero le pusieron “hija natural” de José Cid de León. Y mamá no. Por eso soy nomás... hija natural, porque le preguntaron a mi papá si no estaba casado y dijo “no, nada más por la iglesia”, entonces es hija natural. Nada más yo, las demás no, nada más a mi, porque dice mi papá que en esos años quién sabe qué pasaría y me registraron así, pero no tenía yo mamá ¿verdad? Decía: “José Cid de León, soltero” ¿cómo va a ser soltero? Hasta que se casó mi hermana Rebeca se casaron mi mamá y mi papá, cuando se casó una de las gemelas por el civil, entonces fue cuando mis papás se casaron por lo civil. Desde entonces ya no fuimos “hijos naturales”. Después mi mamá nos llevó a registrar en México como hijos legítimos y ya después no sé. Murió mi mamá, no se dónde quedaron los papeles, se los dieron a una hermana mía, luego esa hermana murió, se los dejó a la otra hermana, total se desapareció el papel. Me tuvieron que volver a registrar. Tuve que ir a juicio, je je.


* La fotografía es parte de la invitación hecha por su hijo.



Bocanegra


El 18 de diciembre de 1829, por decreto del Congreso, se elige presidente interino a José María Bocanegra, que este día toma posesión. Sucedió cuando ocupaba el ministerio de Relaciones Exteriores del presidente Vicente Guerrero, que decidió ir a combatir en persona una insurrección de su vicepresidente Anastasio Bustamante.

Bocanegra, de quien se afirma que detestaba la política, renunció a su cargo el 23 de este mismo mes, después de gobernar durante los seis días más largos de su vida, pues no pudo soportar la presión de un levantamiento popular en la ciudad de México que le habían encargado controlar.

No se retiró del todo, pues todavía fue ministro de al menos dos ministerios de aquellos afligidos gobiernos, pero su verdadero grano de arena lo aportó al escribir sus Memorias para la historia del México independiente que ilustran de primera mano los acontecimientos de aquel caótico país posterior a la independencia.



viernes, 17 de diciembre de 2010

Simón Simón


Cuando era niño pensé que se trataba de un héroe mexicano. Y ya entrado en ignorancias, cuando me enteré que había nacido en Venezuela, imaginé que sería un estado más del enigmático sur de nuestro enorme país. Lo cierto es que desde siempre tuve relación con el nombre y el perfil hierático de Simón Bolívar, héroe de la independencia, al igual que Hidalgo, Morelos o Allende.

El 17 de diciembre de 1830, víctima de tisis, según algunas versiones, o de cáncer, según otras, muere en las cercanías de Santa Marta, Colombia, el libertador de Venezuela, de Colombia, de Ecuador y de Perú, además fundador de Bolivia, Simón Bolívar, nacido en Caracas, Venezuela, 47 años antes.

Hay muchas razones para apreciar a este héroe venezolano: su genio guerrero, su pensamiento libertario, su amor por Manuela Sáenz, su capacidad de soñar en una gran e imposible patria iberoamericana. Tras haber leído El general en su laberinto, de García Márquez, y otro sobre la correspondencia entre él y su amada Manuela, Patriota y amante de usted, lo que más me conmueve de Simón Bolívar es su sencillez humana, su espíritu común que carecía de las pomposas ínfulas de otros héroes. Eso, a mis ojos, lo engrandece.



jueves, 16 de diciembre de 2010

Morir en la alborada


El 16 de diciembre de 1911 el general Bernardo Reyes, padre del laureado escritor mexicano Alfonso Reyes que entonces era un joven de 21 años, cruza la frontera desde Estados Unidos para iniciar la sublevación en contra del presidente Madero.

Bernardo Reyes representaba lo mejorcito de una insurrección honesta contra la ineptitud del presidente Madero en numerosas cuestiones de gobierno. Lástima que tuvo que mezclarse con la peor de esa oposición: Victoriano Huerta.

El general Reyes se rindió la noche navideña en Linares, Nuevo León. Fue trasladado a la prisión de Santiago Tlaltelolco en la ciudad de México, donde unos meses después lo agarraron los eventos de la Decena Trágica y habría de morir en la alborada de esos trágicos días.



martes, 14 de diciembre de 2010

El primer cine poblano


Esta increíble fotografía me fue enviada por mi amigo Mario Villar Borja y corresponde a lo que parece ser el primer cine poblano dedicado exclusivamente a proyectar películas, pues existió desde la década de 1910 el Teatro de las Variedades donde se proyectaban películas, aunque su uso era fundamentalmente teatral y político, como lo evidencia el grito de independencia de 1910 dado en ese sitio.

El cine Lux es de los años veinte y estaba instalado en la Calle 2 Norte. En la fotografía puede apreciarse el cartel de propaganda que anuncia la película del día y una breve cola para adquirir boletos. Sobre la calle, un agente de tránsito saca para su desayuno con el chofer de un Ford T, y un tranquilo peatón cruza la calle con las manos en los bolsillos. Había un tráfico espantoso ese día, pues se advierten al menos cinco vehículos que van o vienen por la comercial 2 Norte, donde, junto al cine, estaban las oficinas del periódico La Opinión.

Todo esto puede inferirse de la observación de esta estupenda fotografía, pero el dato además fue corroborado por una testigo presencial de los hechos, doña Judith Cid de León, que sin dudar ratificó los hechos:

“El primer cine que hubo aquí fue el Cine Lux, que estaba donde después por mucho tiempo se pagó la contribución, que ya no. En la esquina del portal, ve que está un edificio en la esquina, adelantito de ese edificio estaba el cine Lux. Fue el primero que pusieron ahí. Ya después hubo otros: el Colonial, el Reforma. Para el Reforma, como mi papá tenía ladrillera, le mandó a Gabriel Alarcón todo el ladrillo para hacer ese cine. No me acuerdo ya en qué año hicieron ese cine. Ahora es una tienda de ropa o quién sabe qué cosa es ahí. Ya después los cines fueron de Manuel Espinosa Iglesias, de su papá. Había uno en la 6, que decían que era “el de los pobres”, el Constantino y después otros, los demás!”

Doña Judith cumplió cien años el pasado día 7 y el próximo sábado festejaremos su centenario en tremendo fiestón organizado por su hijo José Luis y demás familiares. Ahí nos vemos.



lunes, 13 de diciembre de 2010

Negociacioncilla de la Mesilla


La versión del Tratado de la Mesilla en la escuela primaria fue la de un robo. Los Estados Unidos robaron a los mexicanos un titipuchal de territorio. Y López de Santa Anna un traidor. Esa primera noción histórica estuvo conmigo buena parte de mi vida. Y el estado de ánimo nacional ha sido el de la resignación. Una pobre muchachita dizque gringa que ingresó a nuestro grupo en la escuela primaria pagó los primeros platos. La hicimos sufrir como si hubiera estado en la batalla de El Álamo y nosotros nos comportamos como miembros de la familia López de Santa Anna. En fin, un desorden cargado de injusticias que las monjas permitieron complacientes. Y aquellos muchachos de la escuela Niños Héroes fuimos durante un año cualquier cantidad de cosas, menos héroes, aunque confundíamos fácilmente un nacionalismo ridículo con heroísmo. En fin, ya nada puedo hacer por aquella niña que sufrió de veras.

En algún momento de mi vida me interesé en el tema y descubrí que “nuestros” territorios eran nuestros de acuerdo a lo que decían unos antiguos mapas de la Nueva España que hicieron los españoles en su momento, pero que en realidad pertenecían a unos personajes que no eran ni texanos, ni colonos irlandeses, ni mexicanos. Es más, no aparecían claramente en los papeles, ni el los tratados, ni firmaron nada. Lo único que hicieron fue defenderse de la invasión de unos y otros hasta que los aniquilaron a bayoneta calada. Ellos fueron los que perdieron su territorio, pero la efeméride no sería tan heroica ni nos daría pie para la celebración de una más de nuestras derrotas, nuestro ancestral resentimiento antiyanqui y el sagrado martirologio nacional.

Por eso la efeméride tradicional reza así:

El 13 de diciembre de 1953 se firma el Tratado de La Mesilla, donde el gobierno de Antonio López de Santa Anna “cede” a los Estados Unidos más de cien mil kilómetros de territorio mexicano, además de otras prerrogativas de tránsito libre por Tehuantepec. El gobierno de Antonio López de Santa Anna recibe a cambio diez millones de pesos.

En México nos quedamos con una expresión que ahora usamos cotidianamente: “ni modo, compadre”, pero prefiero para el caso una expresión de mis amigos chilenos que expresan también casi para todo: “sí, po guevón”.



sábado, 11 de diciembre de 2010

Alma de sirena


El 11 de diciembre de 1910 nace en Veracruz María Antonia del Carmen Peregrino de Cházaro, mejor conocida como Toña la Negra, jarocha de cepa tropical que cantó al amor y a la vida en los mejores años del bolero mexicano.

Toña la Negra fue sin duda la principal intérprete femenina de Agustín Lara, a quien cantó con entusiasmo desde aquella primera vez cuando, siendo muy jovencita, se atrevió a ir a la casa del maestro a mostrarle su portentosa voz.

Esperó durante horas afuera de su casa acompañada de numerosa prole familiar, pero no la querían recibir. ¿Quién es? Es una jovencita veracruzana. ¿Qué quiere? Dice que no se irá hasta que lo haya visto a usted, maestro.

Por fin, a las tantas horas de espera, Agustín Lara la hizo pasar a su estudio. ¿Qué sabes cantar, negrita? Todas las canciones de usted, maestro, respondió Toña con marcado acento costeño. ¿Todas? A ver… ¿te sabes esta? Toña se la sabía, pero no sólo eso, sabía cantarlas con una gracia jarocha que Lara nunca hubiera imaginado. ¡Con lo que amaba Veracruz! Bibí, ven a oír esto. Toña cantó y cantó.

¿Y cómo te llamas? Mi nombre es María Antonia del Carmen Peregrino… No, para, para, que nombre tan largo. No, a partir de hoy te llamarás… La Negra Carmen. No, no suena bien. Carmen la jarocha. No, no, no. Serás… Toña la Negra. Yo me llamaré como usted diga, maestro Lara, yo lo que quiero es cantar. Te espero mañana en las oficinas de don Emilio, para que te conozca.

Agustín Lara no sólo aceptó ayudarla, sino que compuso en lo sucesivo muchas canciones inspirado en su voz. Era María Antonia… no, no, no: Toña la Negra.



Ideas para quién... 2

¿Qué es un proyecto? Tomado al azar de las opciones de Google, un proyecto se refiere a un conjunto articulado y coherente de actividades orientadas a alcanzar uno o varios objetivos siguiendo una metodología definida, para lo cual precisa de un equipo de personas idóneas, así como de otros recursos cuantificados en forma de presupuesto, que prevé el logro de determinados resultados sin contravenir las normas y buenas prácticas establecidas, y cuya programación en el tiempo responde a un cronograma con una duración limitada. Es decir que en las acciones de un gobierno puede haber miles de proyectos, de los cuales se llevan a cabo, bien, unos cuántos. En la convocatoria Una idea brillante de Google se afirma haber recibido más de cien mil, de los cuales elegirán cinco para llevarlos a la práctica. 

Resumen de algunos proyectos:
 
Telecom popular. Aprovechando la enorme infraestructura de la inútil dependencia telegráfica de México, ahora dedicada al pago de programas sociales federales como Procampo y Oportunidades, y de acuerdo a una larga tradición de servicio de telecomunicación ofrecido por el gobierno desde el siglo XIX con la Secretaría de Fomento, y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en el siglo XX, la idea es ofrecer el servicio de Internet a miles y miles de mexicanos que por analfabetas o distantes o pobres o temerosos no tienen ni tendrán acceso nunca a los servicios de Internet, que tantos beneficios podría causarles, toda vez que la mitad de su familia trabaja en los Estados Unidos. Abrir en las oficinas del actual Telecom telégrafos, sitios de Internet público en donde los usuarios puedan recibir y transmitir correos electrónicos de sus familiares y amigos, que los campesinos puedan crear ahí su dirección electrónica, imprimir fotografías, revisar videos, chatear, hacerle al cuento con el juguetito. 

Nostalgia y memoria. Es un apunte de idea muy complicado porque involucra a los diputados de este país que son incapaces de llegar a acuerdos. Pero se trataría de otorgar una concesión de radio en frecuencia modulada, para que los ancianos organizados –en torno al INSEN, por ejemplo- pudieran explotar en su beneficio las bondades sociales que se merecen, como la Once en España propiedad de los ciegos. Esto permitiría beneficios no sólo a los ancianos mexicanos, sino a la cultura mexicana del siglo XX, ampliamente representada por el bolero mexicano, que deriva en sones, huapangos, tangos y mucho de lo mejor de nuestra tradición musical, desaparecida casi por completo de la radiodifusión comercial. Sería un doble play, pues los adultos y jóvenes de hoy comprenderían que la música mexicana no se reduce a los éxitos de la música grupera. Y los viejos escucharían felices su estación. Y todos podríamos escuchar una mejor versión de la radio. 

Barro para todos, proyecto comunitario pensado a escala nacional. Crear empresas que surtan de barro a la mayor cantidad de niños y jóvenes en edad escolar. Con algún financiamiento, comprar uno o más bancos de barro en estados como Oaxaca, Puebla o Morelos y, simultáneamente, crear una empresa de procesamiento y empaque de envoltorios de arcilla mexicana en barras de 330 gramos, capaces de mantener el barro fresco. Se buscaría crear una promoción de dimensión nacional en la que tendrían que estar presentes las autoridades, asociaciones civiles y millones de mexicanos que estarán de acuerdo en incluir al barro en la educación de sus hijos. A través de Internet, en convocatorias y concursos, experimentaríamos esa raíz creativa detenida en el tiempo, que es el barro mexicano. Veríamos otro rostro debajo de la máscara española, el rostro negado, la otredad que tenemos doscientos años regateándonos. 

Artesanos poblanos, proyecto de oralidad para el rescate de una tradición de inminente extinción, de hecho, ya casi extinta. Sin embargo algunos artesanos, retirados, todavía viven. Se trata de producir un libro sobre la experiencia directa de un grupo interdisciplinario de artesanos poblanos, preferentemente ancianos. Un panorama actual de la situación que guardan una docena de oficios severamente golpeados por una incomprendida modernidad que los separa del interés comercial y cultural. El club de los recuerdos es una propuesta para establecer un recinto dedicado a la memoria de los viejos, puede estar asociado al Dif estatal, municipal o a la universidad; puede constituirse como ONG, asociación civil, siempre y cuando no pierda su carácter popular e institucional, para todo público, pues se trata de recobrar la memoria más diversa posible. 

El club de los recuerdos tiene como pretexto un libro con ese nombre que ejemplifica un lugar ideal para beneficio y placer de los viejos. Es un trabajo promocional que también es una queja del abandono en el que sobreviven los viejos en nuestro país. Cien años de recuerdos poblanos ha sido elaborado para el festejo del Bicentenario de la Independencia del 2010. Se trata de una investigación de historia oral dividida en décadas que comienzan en 1910, con los antecedentes de principios de siglo, hasta el año 2010. Es un libro de doscientas páginas y más de cien fotografías de todas las décadas con una investigación histórica en las fuentes originales. No le interesó al comité oficial de festejos en Puebla del señor Jiménez Morales, no le interesó a la Universidad, al Congreso local, al Ayuntamiento de la ciudad. Es muy interesante que nadie se haya acomedido a leer las tres paginitas de presentación. Y que nadie –excepto el Congreso– me haya respondido una sola palabra. (Noticia de última hora. Al parecer la universidad de interesó en publicarlo gracias a los servicios de mi querida Flor. No tendrá que ver con ningún festejo y qué bueno.) 

Reciclaje. Entré a un concurso con la vana esperanza de pagar la renta de ese mes. No sólo no ganó, sino que mi pieza recibió un rechazo desconcertante. Se trataba de una exposición del Ayuntamiento de la ciudad de piezas elaboradas con material de reciclaje (en la foto). No era necesario que ganara, siempre se puede perder, pero rechazar su exposición, cuando la pieza tiene atributos, no deja de ser revelador de algo. Mi propuesta consistía en un móvil de 1.50 mts., con cinco piezas que forman un rostro humano, elaboradas con las sobras de una desinstalación de tubería de gas. Las piezas son independientes, lo que permite la observación de muchos planos del rostro que, llevados a la sombra, presentan un magnífico espectáculo picassiano. Pero no la eligieron. Tal vez todas mis ideas sean una sarta de idioteces, uno pierde la perspectiva de tanto darles vuelta, pero considero que los organismos dedicados a la cultura y a la promoción social deberían al menos responder a las iniciativas ciudadanas.

Leer las propuestas de una paginita y responder con ciertas bases la improcedencia de llevarla a cabo. “Su idea es estúpida, estimado señor, por esto y por esto otro”. El silencio, en cambio, es un insulto a la educación y a la participación social que tanto pregonan en sus discursos. Debería haber una ley que exigiera una respuesta fundamentada a las ideas cuerdas o insensatas de los ciudadanos. Trabajaré en la idea.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Ideas para quién



En mi vida adulta he tenido un par de ideas sociales raras, heterodoxas. Con los años he tenido tiempo de cultivarlas, de pulirlas, de esperanzarme o de reírme de ellas. Algunos son proyectos, otros son sueños, imaginerías pensadas para un país negado a verse a sí mismo, pero también fragmentado por intereses particulares de sus instituciones y sus gobiernos. Los ciudadanos de a pie, desempleados irredentos, deambulamos con nuestras hojitas curriculares ante la indiferencia patológica de los funcionarios atentos sólo al escalafón, al empujón de las indignidades que les permitirá ser diputados o regidores, aunque sea de la oposición. Todos los funcionarios que han recibido mis propuestas -los he elegido, por supuesto- , son gente inteligente y aparentemente bien intencionada. La reacción de los funcionarios frente a cualquier propuesta es alzar las cejas y mirar hacia el techo, luego te expresan la imposibilidad de realizar ninguna de ellas por razones de presupuesto y frecuentemente relacionadas al humor de sus jefes, los aires políticos o a la depredación presupuestal de sus dependencias e institutos que en ciertos casos carecen de casi de todo. La dirección de culturas populares del Estado -por poner un ejemplo- cuando fui vocal ciudadano, tenía un presupuesto de veinte mil pesos para todo un año, carecía de un sitio apropiado para sus oficinas, andaba itinerante, no tenía vehículo, viáticos, hojas, grapas. ¿Tiene sentido pensar en una dependencia estatal de cultura popular con esas carencias? Cuando propuse, en mi calidad de vocal ciudadano, discutir las bases de la cultura popular, analizar las tendencias y a los principales autores que la han cultivado, fui recompensado con una rotunda indiferencia. No leyeron la decena de hojas que explicaban mi modesta pero ilustrativa propuesta. ¿Serían capaces estos “órganos de decisión” de pensar en soluciones heterodoxas que saquen de su marasmo la llamada cultura popular? Por supuesto que no.

Yo discutía, por ejemplo –discutía conmigo mismo, en realidad-, la pertinencia de llamar cultura popular a un organismo que en realidad debería enfocarse al arte popular, pues el término cultura lo dispersa en sus fines (el más importante evento foxista de cultura popular fue un encuentro de migrantes). Creo que al menos discutirlo sería una ganancia, pero ¿con quién discutirlo? Visité al secretario de cultura del estado con un urgente proyecto de artesanos y su respuesta fue ridículamente política. No fui a hablar de los problemas mediáticos del gobernador, sino de cultura popular. El director de cultura municipal “no pudo” recibirme para hablar de un proyecto de memoria oral durante los siete meses que lo solicité. Se hizo tan familiar mi presencia que la subdirectora, sin respuesta qué darme, me ofreció amablemente empleo de maestro de guionismo y literatura en la Sogem local, cosa que acepté. Me parece que esos funcionarios confunden responsabilidad con lealtad, pues es la lealtad y no el ejercicio de gobierno la que los mantiene en el puesto. No les interesan ninguna clase de ideas que no tengan que ver con los intereses de sus jefes.

Tal vez yo sea una persona de ideas sociales, como muchas otras, pero en este país las ideas estorban la buena marcha de la política. Pareciera que un funcionario con ideas tiene los días contados. Más bien, sus funciones consisten en que no haga olas, que no haga ruido más allá de su aplauso para el supremo gobernador, o legislador, o presidente municipal, no se diga al soberano Señor Don Presidente Constitucional, etcétera, etcétera. Tus ideas sociales mételas a un cajón, haz una fogata con ellas, úsalas en el sanitario o publícalas en tu blog.

Me he propuesto hacer esto último, no en el plan del lamento proletario que busca congraciarse, aunque sea, con individuos de su misma condición, sino con el objeto de ventilar ideas que efectivamente nos ayuden a ser mejores, a pensar temerariamente nuestra condición de ciudadanos, a meditar algún día el sentido de nuestro voto, cuando los partidos no sean esas cuevas de Alí Babá y los cuarenta plurinominales, cuando la sensatez prive en la elección de funcionarios, cuando las ideas vuelvan a interesar a la política, es decir, cuando la política sea un asunto de ciudadanos con ideas, con ganas de mejorar las cosas en las ciudades, en el campo, en el medio ambiente, en la educación, en la cultura.

Mañana publico detalles de algunos proyectos.






jueves, 9 de diciembre de 2010

El retorno


El día de hoy retorna Eva a México después de muchos años de vivir en el extranjero, primero en Estados Unidos y después en Europa. Salió de México con su licenciatura de la UNAM, ahora regresa con doctorado y dos idiomas adicionales al suyo, una hermosa hija y un marido tan calificado como ella.

Su regreso no puede causarme sino admiración pues, atenta a su patria, nunca ha dejado de estar pendiente de las noticias y los hechos que marcan nuestra imagen en el extranjero, que no podría ser peor. Es valor y es amor, ganas de crear e implementar sus conocimientos en el inquietante futuro de México. ¿Qué sucedería si los 500 mil mexicanos con niveles de doctorado regresaran a su país con ese mismo entusiasmo y valentía que ahora muestra Eva? Estoy seguro que algo sucedería.

Fantaseo con una visión de Estado que dijera: “en México se aplicará una estrategia de acuerdo a las especialidades de nuestros jóvenes en el extranjero”; de acuerdo a sus estudios; de acuerdo a los caminos e intereses que nuestros estudiantes eligieron, que es más que probable que sean los nuestros, pues se trata de nuestros familiares y amigos.

Desarrollar con ellos opciones y visiones para tratar el medio ambiente y la ecología, los energéticos, los océanos y la agricultura. Desarrollar la ciencia con nuestros científicos porque estamos hablando de 500 mil personas altamente calificadas que retornarían a su país para aplicar lo que aprendieron en las mejores universidades del extranjero.

Es clamor general la urgente toma de decisiones en torno a la educación mexicana, en el tema energético, ambiental, en la investigación científica, el ámbito deportivo, tecnológico, infantil, temas y acciones que en la mayoría de los casos están y han estado hace mucho tiempo en manos de caciques burocráticos que los mantienen estancados. Es en esas grandes heridas donde veo la importancia de tu regreso.

Bienvenida Eva y bienvenidos todos los jóvenes que, como tú, se interesan en su país y no sólo en su proyecto personal. Dejas atrás la comodidad y las ventajas del primer mundo para sumirte a las venturas y desventuras de este hermoso y paradójico país, tan rico pero siempre tan insuficiente. Deseo que tu vida florezca y fructifique para bien de tu breve familia y tu enorme país, cuya grandeza no debe ser el motivo que sustente nuestra arrogancia –como dijo el maestro Arturo Warman- sino, más bien, que sea pábulo que nutra nuestra preocupación.



miércoles, 8 de diciembre de 2010

Edificio Dakota


En 1980, en las afueras del edificio Dakota, en Nueva York, John Lennon acompañado de su esposa Yoko Ono, caminaba por unos corredores paralelos al edificio protegidos por una alambrada. La mañana no corría apuros, John iba un poco deslumbrado por la fría luz que penetraba entre los árboles del parque y gozaba de un buen humor. Yoko iba pensando en Brian, porque era apenas la tercera vez que se quedaba con Alicia. Estaría bien.

Después de esperar horas, David Chapman, que había viajado desde Hawai para cumplir su cometido, por fin vio venir a la famosa pareja frente al lugar que ocupaba en el largo alambrado. Los llamó sabiendo que era muy difícil que accedieran a desviar su camino para atenderlo. “Todos los artistas famosos son iguales, arrogantes y estúpidos”, pensó. Llamó a John y éste volteó a verlo. Lo saludó. David insistió con un disco en la mano. John se detuvo y acudió a su encuentro. Yoko lo siguió. Los pájaros cantaban en los árboles.

Nadie quiere saber las verdaderas motivaciones de David Chapman. Realmente no importan. Lo inexplicable es que mató el cuerpo de John, dándole vida a una nueva forma de existencia que hoy cumple su aniversario número 30.



martes, 7 de diciembre de 2010

Manzanero 75


El 7 de diciembre de 1935 Yucatán era tan lejano como el planeta Marte; los antiguos aires de la trova y el reciente crimen -dos años antes-, del cantante Guty Cárdenas, daban a esta región un aire de misterio y exotismo muy apreciado en la época.

Era el ambiente donde nació Armando Manzanero, maestro del romanticismo mexicano, que en los últimos 60 años ha mantenido a raya lo mejor de nuestra cursilería y las ruidosas palpitaciones de los amantes mexicanos.

En julio de 1993 fui comisionado por la estación de radio donde trabajaba para entrevistar a Armando Manzanero. La entrevista ocurrió en el Auditorio La Reforma. Manzanero tenía 58 años de edad y en verdad no se le notaban, salvo en unos ojos muy tristes (¿cómo de santo?) circundados por enormes y arrugados párpados. Su rostro sin embargo iba adornado con una media sonrisa que desde el cansancio de su largo viaje hacía todo lo posible por ser cortés. Este es un fragmento de aquella entrevista.

“Qué tan famoso es”, le pregunté.

Su primera respuesta fue más bien áspera y se defendió con discreta cautela de la posibilidad de ser un verdadero maestro. Tampoco el ídolo internacional que presumíamos los mexicanos. Todo era a una escala más modesta, afirmó. Para no hablar de las ganancias de sus discos si se comparaban con “monstruos” comerciales de la talla de Willie Colón o Rubén Blades. Sin embargo, desde 1952 Manzanero ocupó un lugar en el Primer festival de la canción en Miami; en los 70 fue nominado al Grammy y entre sus intérpretes figuran cantantes de la talla de Frak Sinatra, Tonny Benett. Eydie Gormé, Perry Como, Eugenia León, Luis Miguel y muchos más. A una pregunta expresa sobre la década de su nacimiento, respondió:

“Sí, indudablemente que sí, pero más que la década de mi nacimiento, en realidad, la época que me hubiera gustado vivir sería antes de la Revolución. Si hubiera nacido siempre como nací, en Mérida, de todos modos hubiera tenido yo la influencia de mi país…, perdón, de mi tierra. Poco me enteré yo de las canciones revolucionarias, poco me enteré de la canción épica. En realidad, cuando yo empiezo a tomar conciencia de la música, conozco la música que hasta la actualidad todavía sigue vigente, en estados musicalmente tan importantes como es Yucatán”.

Armando Manzanero era muy famoso desde que yo fui niño en los años sesenta, cuando todo lo relacionado al amor era una referencia a sus canciones: si éramos novios, si llovía en la tarde, si aprendíamos algo, si apagábamos la luz.

Este día Manzanero cumple 75 años. Salud maestro, que se conserven frescas nuestras emociones y no existan ilusiones que lleguemos a perder.



lunes, 6 de diciembre de 2010

Extremidades extremas


El 6 de diciembre 1844 la masa irracional a la que hace referencia Elías Caneti desentierra del Panteón de Dolores una pierna pestilente y la arrastra por las calles de la ciudad, ante la impotencia de no poder arrastrar al resto de ese cuerpo que se hallaba sentado en la silla presidencial: su alteza serenísima, Antonio López de Santa Anna, que apenas unos días antes había hecho enterrar su pata con pompa y ceremonia.

En épocas de cercenamientos y degüellos el triste recuerdo de esta extremidad arrastrada por las calles de México es una muestra de los dos extremos de la madeja social: la vileza egocéntrica (o patocéntrica) de hacer honrar una estúpida pierna como si fuera un héroe y sepultarla con honores militares y la vileza del simbolismo de arrastrar un fardo ante la imposibilidad de no alcanzar a arrastrar las otras partes de ese cuerpo que gozaban de cabal salud.

En los años setenta visité casi por accidente el mausoleo en San Ángel dedicado al antebrazo derecho de Álvaro Obregón, hoy felizmente desaparecido. Ahí estaba en el centro de una gran sala el regordete brazo ya en muy mal estado metido en un frasco. No había ninguna emotividad parecida a la que sentí cuando vi en el Museo de las Intervenciones la mascarilla mortuoria de Maximiliano, pues en muchos sentidos era él. Aquí no. El pedazo de brazo pálido, medio descompuesto, no significaba nada fuera de la expectativa morbosa de ver ese pedazo de héroe sin bigote, sin botas y sin espada.

Supongo que así fue aquella tarde lejana en que la pierna de Santa Anna fue desenterrada de su tumba; tras algunos metros era tan sólo un pedazo de carne que ni los perros quisieron disputarse y terminaron abandonando en una esquina casual. Los jaladores de aquella extremidad se retiraron cabizbajos y meditabundos, ebrios por el atrevimiento pero vacíos por el resultado de la hazaña.

Así salí yo de aquel mausoleo en San Ángel, pensando en que había perdido media hora de mi vida en la que, por otra parte, no tenía mucho que hacer. Yo creo que aquellos individuos tampoco.


* La foto es el antebrazo de Obregón.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Vive


En 1791, víctima de la peste, muere Wolfgang Amadeus Mozart, uno de los más grandes músicos de la historia.

Prototipo de genio, Mozart fue un fenómeno de su tiempo, después de su tiempo y lo sigue siendo hoy en día, 219 años después.

Si la cultura es persistencia y arraigo, Wolfgang Amadeus Mozart es, sin duda, una de las muestras más fieles y representativas de la cultura.

El 5 de Diciembre del lejano 1791 muere a los 35 años de edad. La paradoja es que está vivo, sigue vivo.



sábado, 4 de diciembre de 2010

Si muero lejos de ti


La mañana del 4 de diciembre de 1953 el país contenía la respiración. Uno de los más grandes ídolos del cine y la canción mexicana estaba gravemente enfermo.

Todos hablaban este día de Jorge Negrete, de sus canciones y de sus películas; sus ojitos pícaros y sus bigotes recortados eran como imágenes animadas que pasaban ese día, como una película, sobre los pensamientos de la colectividad. No era un muchacho, pero tampoco un viejo; líder sindical, charro entre los charros y el único cantor que podía hacerle algo de sombra al indiscutible Pedro Infante.

Jorge Negrete no era un ídolo popular convencional. Su refinada educación incluía el dominio de cinco idiomas; su fama de caballero, sus preferencias por la música de alta cultura que, añadido a su matrimonio con María Félix hacían de él, más que un ser real, un personaje de leyenda, un mito que se alimentaba aún más con las proximidades de su muerte. Un país entero, literalmente, rezaba por él.

Y ocurrió, como se temía. La tarde de este día el charro cantor Jorge Negrete muere en Los Ángeles, California. Su cuerpo será recibido en el aeropuerto de la ciudad de México por cien organizaciones de mariachis que tocaron al unísono México lindo y querido. Nomás de pensarlo se enchina la piel. Aunque no hubo necesidad de decir que venía dormido, sí lo trajeron aquí.



viernes, 3 de diciembre de 2010

San Juan Tzicatlacoyan




Este domingo por fin es la feria de los artesanos de San Juan Tzicatlacoyan, están todos cordialmente invitados a dar un agradable paseo dominical por este sonriente pueblito al sur de la ciudad de Puebla. Habrá rica barbacoa y garnachitas y mole, además de los trabajos en palma y otate que han hecho famosos a los artesanos y artesanas de este lugar. Entre los platillos principales, está el concurso de lámparas de otate y el de trabajo en palma, con productos no tradicionales elaborados por las manos maestras de quienes han trabajado estos materiales toda su vida. Bueno allá nos vemos. Enseguida se te indica cómo llegar.

Para llegar a San Juan Tzicatlacoyan

Salida por Av. Valsequillo, seguir derecho, cruzar periférico.
Salida por Periférico, salida a la derecha en Av. Valsequillo con dirección a San
Pablo Totimehuacán o Tepeji o Tepeaca o Áfricam.
Después del Periférico, a un kilómetro está San Pablo Totimehucán, cruzar el pueblo y seguir derecho por autopista.
La autopista termina en la salida a Africam. Seguir derecho por carretera de dos carriles.
Salida a la izquierda para Tepeji y Tepeaca. NO TOMAR. Seguir derecho.
Llegas a la presa Manuel Ávila Camacho o de Valsequillo, seguir derecho.
A 3 kilómetros hay un jagüey, que es un gran charco de agua, es zona de curvas. A 300 metros hay una salida muy mal señalada a la izquierda, es una bajada, TOMAR LA SALIDA A LA IZQUIERDA. (Si sigues derecho y ves un paisaje precioso del lago de Valsequillo te equivocaste, regresar y tomar a la derecha a Tzicatlacoyan, aquí sí hay señalamiento)
Seguir derecho, pasas el pueblo de Tepenene y tras 12 kilómetros llegarás a una población que está pegada a Tzicatlacoyan (San Miguel Acuexcomac), no entrar, sigues derecho por la carretera hasta topar con el zócalo de San Juan Tzicatlacoyan. Ahí se acaba la carretera.
Te bajas, disfrutas de su hospitalidad, comes barbacoa, compras muchos regalos hechos por sus artesanos y en unas dos o tres horas te regresas igual que como llegaste, pero más feliz.

La carretera tiene muy poco tráfico, pero hay algunas curvas medio feítas. Por favor, ten precaución. Hay puntos (por ahí por Tepenene) donde se ven el Pico de Orizaba, La Malinche, el Popocatépetl y el Ixtlacíhuatl a la vez.






El Houdini novohispano


En 1827 muere Fray Servando Teresa de Mier, pionero de los curas independentistas mexicanos de gran notoriedad por su atrevimiento y sus ideas precursoras que ayudaron a sustentar los ideales de la independencia. Mier, que podría ser considerado una suerte de Houdini novohispoano, pues escapó de la prisión innumerables veces, alcanzó la celebridad el 12 de diciembre de 1794 cuando, frente al virrey y el arzobispo de la Nueva España, pronunció un incendiario discurso que despojaba a España de su principal justificación en la conquista de México, la evangelización, toda vez que…

“la virgencita de Guadalupe había llegando dendenantes a México por lo que los españoles carecían de argumento religioso para seguir manteniendo la colonia...” o algo así, pero refiriéndose específicamente a la Tonantzin (la cita no es textual).

Su famoso discurso guadalupano le valió cárcel, excomunión y exilio, y anduvo los siguientes veinte años del tingo al tango en toda clase de aventuras; entraba y escapaba de las cárceles, lo que acabó por definir su intención de lucha por la independencia de México, al grado que acompañó a Francisco Javier Mina en su viaje a América.

Fray Servando Teresa de Mier tuvo tiempo de ver coronada su labor liberadora, pues murió el 3 de diciembre de 1827. Fue sepultado, pero aún de su tumba pudo escapar, ya que en 1861 sus restos fueron exhumados y momificados para ser exhibidos y, por lo visto, rematados al mejor postor. Su destino es todavía materia de especulación. Hay quien afirma que actualmente es senador de la república, o bien, que gobierna un estado mexicano. En una versión más verosímil, se dice que sus restos terminaron en Cholula, Puebla.


* Detalle del retrato del pintor Benjamín Orozco








jueves, 2 de diciembre de 2010

Sabor a mí


La mayoría de las veces ignoramos la importancia de cierta clase de arte que pasa disimuladamente por nuestras vidas, que sin saberlo, sin haberlo reflexionado, han aportado a nuestra comprensión del mundo una sensibilidad especial (o no especial, pero sensibilidad al fin) que su ausencia habría dejado trunca. Cuando pensamos en música mexicana llegan a la memoria puras intensidades tequileras como José Alfredo y Cuco, Chavela, Jorge Negrete y el inefable Pedro. Pero si buscamos en esa vena, buceamos en las profundidades de la sensibilidad, vamos a ver a un oaxaqueño que, al menos en mi caso, aportó kilos de fibra sensible que hoy me explican mejor lo que soy que la bohemia tequilera: Álvaro Carrillo.

Sabor a mi es una canción que canté muchas veces antes de comprenderla, de entender el sentido romántico, no del tema en sí, sino del tono artístico que lía. Me explico: Álvaro Carrillo aportó a mi vida un tono de romanticismo que no me dio ninguna otra música mexicana. Y no es tanto por la suave y simple letra de sus canciones, sino por el sabor que tienen tus verbenas… (¡Lara, por favor!), por el sabor de unas letras sensibles e inolvidables, que lo mismo escuchamos como boleros que como jazz o son. Ambos sabemos que yo guardo ese sabor, pero tú llevas también, sabor a mí.

El 2 de diciembre de 1821 nace en Cacahuatepec, Oaxaca, un hombre que fue músico toda su vida, que nació cantando, a pesar de que no tenía una gran voz: Álvaro Carrillo, autor de otras muchas canciones de nuestro catálogo sentimental: Luz de Luna, Amor Mío, Un Poco Más y El Andariego. Álvaro Carrillo falleció trágicamente en su automóvil el 3 de abril de 1969, a los 48 años de edad.



miércoles, 1 de diciembre de 2010

Perras


Esta es la foto de nuestra perrita Chispa. Es una pobre proletaria recogida de la calle por una asociación de ayuda de perros y dos días después pasada a nuestras manos por azares del destino, pues estuvimos, como dice el cliché, en el lugar y el momento adecuados. Su futuro es mejor que el de Laika y Belka, pues aunque nunca va a ser famosa, pasará su vida en relativa tranquilidad haciendo monerías para la familia y alegrándose hasta el grado de los orines cuando volvemos de la calle (aunque hayamos ido solamente a la tienda de la esquina). Tal es el entusiasmo de los perros cuando aman a sus dueños. La Chispa tal vez fue cirquera en algún momento de su corta vida (el veterinario dice que tendrá un año de edad), pues le gusta pararse en dos patas y hacer un bailecito ridículo que por alguna razón me recuerda a Joaquín Pardavé. En muy pocas semanas la Chispa se ha ganado el corazón de los habitantes de la casa y de todos los visitantes.

Viene a cuento porque el 1 de diciembre de 1960 la Unión Soviética lanza al espacio a dos perras: Laika y Belka, que por seis días mantuvieron en vilo a los habitantes de la Tierra que nos quedamos abajo. Yo era muy joven y a mis tres años recién cumplidos no leía el periódico todavía y en mi pueblo tampoco había televisión, pero mi mamá se encargó de mantenernos al tanto de las noticias que culminaron al sexto día con la trágica muerte de las perritas.

Laika y Belka fueron los primeros mamíferos terrestres que traspasaron el umbral del espacio exterior y orbitaron el planeta. Al parecer tenían mi edad, lo que incrementa el dramatismo de este recuerdo; ignoraban todas las cosas del mundo ¡como yo!, y tampoco les gustaba bañarse.

Como estaba previsto, al sexto día (¡no quiero saber cómo!), Laika y Belka fueron sacrificadas, pues se hubieran quemado vivas al reingresar a la atmósfera, pero demostraron científicamente que era posible sobrevivir en condiciones ingrávidas en el espacio exterior, por lo que de inmediato se empezó a preparar a un homínido de nombre Gagarín que fue enviado al espacio cuatro meses después.