martes, 29 de septiembre de 2009

Las Margaritas


El gobierno municipal de Blanca Alcalá propuso recientemente la construcción de un segundo piso sobre una de las más amplias avenidas de la ciudad, el Boulevard Atlixco, al estilo del Distrito Federal, que mediría mil doscientos metros con una inversión de 272 millones de pesos. Mucha gente es convencida por esas imágenes de modernidad desatada y debo decir que a mi me seducen los segundos pisos en el Distrito Federal, se ven geniales desde arriba y desde abajo, pero al escuchar los argumentos de sus detractores no puedo menos que coincidir con ellos y darles la razón. Los segundos pisos o los distribuidores viales suelen convertirse en una monserga para los habitantes aledaños y los vecinos que se ven precisados a cambiar su entorno pacífico por espacios sórdidos e inseguros. Se me ocurre, por ejemplo, el distribuidor vial de Taxqueña (Tlalpan y Miguel Ángel de Quevedo) en el DF, cuyos bajos quedaron abandonados, desiertos, sucios y peligrosos. Las pocas veces que tuve que cruzar por la parte inferior ese distribuidor sentí que me estaba jugando la vida.



Cualquier aplicación futurista debe cuidarse de incurrir en aberraciones urbanas, en las contradicciones que una modernidad forzada pueden causar cuando está rodeada de desastres y urgencias mayores, como la existencia de miles de baches, megabaches, pequeñas cuevas, diminutos cañones y hoyos de toda catadura que impiden el tránsito de los automotores metropolitanos, además de accidentes, descomposturas y daños a la propiedad privada, como nos ocurre actualmente a los habitantes angelopolitanos.

En esta ciudad hay problemas urbanos que merecen atención inmediata, cuatro carriles que se convierten en dos en varios puntos de la ciudad, topes y ausencia de semáforos en entronques de mucho tráfico, calles inmensas sin contemplación por los peatones, desorden, negligencia, corrupción. Algunos de estos problemas requieren inversión y otros simplemente necesitan imaginación y un poco de pintura. Es decir, cualquier cosa cuesta, pero no 272 millones, que de querer mejorar el funcionamiento urbano -que es tarea natural del Ayuntamiento-, alcanzarían para remediar un conjunto de menores pero apremiantes problemas de la ciudad.



Por ejemplo, hace veinte años se determinó la ampliación de la calle Circunvalación, que se convierte en Las Margaritas después de la avenida 16 de Septiembre. Media ciudad cruza diariamente, viniendo de la 11 Sur, del poniente al oriente, para llegar a Ciudad Universitaria, a San Manuel, a La Margarita. Decenas de miles la cruzamos dos o tres veces al día, y justo en la 16 de septiembre, la avenida de seis carriles de Las Margaritas se convierte, por un largo kilómetro, en una calle agujerada de sólo dos carriles. El flujo de vehículos, que es considerable, tiene que hacer una maniobra con un alto grado de peligrosidad. Cada tres minutos, durante sesenta segundos, decenas de vehículos tienen que modificar su trayecto de cuatro carriles a sólo dos. Si a esto agregas que somos los conductores más civilizados y atentos del mundo, el índice de riesgo es muy alto, pues la crisis se presenta cada tres minutos a lo largo del día.
Los vecinos hace años se echaron “para atrás”, recorriendo sus casas a donde quedará la nueva calle que ya está configurada, sólo es necesario abrirla. Esta obra, definitivamente sería menos espectacular que un segundo piso, pero también sería más económica y más provechosa, pues evitaría que miles de poblanos estén en riesgo de accidentarse (hice la cuenta) 480 veces cada día.

Las fotos cortesía de Google Earth retocadas por mi.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Miles


La trompeta de Miles Davies es uno de los sonidos de jazz más imitados y más fáciles de identificar. Fue un músico reservado pero exigente, cuya música transmitía una ternura casi dolorosa. Miles creó una versión suave y espaciosa del be-bop y, de acuerdo al crítico John Fordham, “No hay otro músico de jazz que se acerque más a nuestras emociones más íntimas y evasivas.”

Miles Davies tendría 79 años de edad de no haber muerto este día de 1991 a los 65 años de edad.



domingo, 27 de septiembre de 2009

Todos ganan


En octubre de 2008 yo y ciento cincuenta y cinco mil personas en el mundo participamos en un concurso de Google para elegir cinco ideas brillantes cuyo único objetivo era beneficiar a la mayor cantidad de gente. Los ganadores tendrán el gusto únicamente de que su idea sea llevada a la práctica pues, se aclaró, ellos no ganarán nada más. Ni hablar de los dos millones de dólares destinados a cada una de las cinco ideas ganadoras.

La recepción de formularios se cerró el 20 de octubre de 2008, en la idea de que las votaciones, de una selección de cien proyectos para elegir cinco de ellos, iniciarían a partir del 27 de enero de 2009. Unos días antes del plazo Google informó que “debido a la gran acogida de este proyecto, el proceso de revisión de ideas está siendo más largo de lo esperado”, prorrogándose hasta nuevo aviso. Pues bien, ayer, ocho meses después, por fin salieron los esperados resultados.

Las grandes ideas, como se prometió, buscan cambiar el mundo, y las estrategias sugeridas son igualmente creativas, aunque algo desconcertantes para algunos de los ciento cincuenta mil concursantes y, tal vez, para todos y cada uno ellos.

Como en aquel juego de la pirinola llamado Toma Todo, en una de sus seis caras daba por ganadores a todos (“Todos ganan”), así Google idea brillante resolvió, probablemente, que las ideas “ganadoras” eran tan buenas que habían sido condensadas en un número reducido de ideas en las que probablemente todos los concursantes nos veamos compensados con una misérrima parte de un presunto triunfo. Finalmente fueron 16 las ideas seleccionadas y no cien, de las cuales cinco serán las beneficiadas con el financiamiento. Al leer los resultados surgen toda clase de incógnitas ¿dónde se generó la idea? ¿en qué continente se implementará si gana? ¿con qué o quién se llevará a cabo esa implementación?

De las 16 ideas ganadoras por las que hay que votar –una de ellas, claro- cinco pertenecen al ámbito de la Comunidad, cuatro a Educación, dos a Oportunidad y una a Salud, a Medio ambiente, a Energía, a Protección y a Miscelánea, respectivamente.

Algunas de ellas parecen demasiado generales. En Comunidad ganaron: Crear un sistema de notificación de problemas reales, Crear un sistema de alerta y control de genocidios, Recopilar y organizar datos urbanos de todo el mundo, Aumentar la transparencia del gobierno y Crear un sistema de seguimiento de catástrofes medioambientales en tiempo real. Sin duda mejorarán el mundo, pero si no se dice dónde se piensan implementar las ideas resultan levemente ridículas. En cada caso es posible encontrar efectos en donde se lleva a cabo dicha acción. En México mismo muchas de ellas se llevan a cabo por parte del gobierno de de otras organizaciones civiles.

Veamos las de Educación: Fomentar una imagen positiva de los ingenieros y los científicos en los medios de comunicación; Ofrecer una educación de calidad a los estudiantes africanos; Poner contenido educativo a disposición de los usuarios en Internet de forma gratuita y Mejorar la educación en materia científica y de ingeniería. Bienvenidas todas esas iniciativas pero excepto la educación en África, siento que las demás son generales, ambiguas y alguna hasta ridícula. Los ingenieros deben hacer mejor su trabajo y eso fomentará una mejor imagen de ellos; la educación en internet es algo dado para quien lo quiera tomar. En fin.

En el rubro de Oportunidad: Crear mejores herramientas de banca para todos y Favorecer que los emprendedores sociales impulsen el cambio. Mi proyecto entra en esta categoría, proponía incluir el barro, paradigmático elemento de nuestra memoria histórica y lo mejor del arte mexicano, en la educación elemental de los niños mexicanos por medio de la creación de empresas productoras y empacadoras de ese producto. ¿Lo piensan hacer en México o en todo el mundo? O en realidad no se refieren a mí, sino a otros emprendedores sociales ¿cómo van a beneficiar la idea de ellos? No se entiende.

Finalmente una sola idea para la salud: Promover el análisis de datos y el control sanitarios, que resulta también un poco obvia, lo hace el Inegi, la SSA, pero tal vez no están pensando en México sino en África. Una sola para medio ambiente: Trabajar para obtener políticas fiscales con conciencia social. ¿Dónde se va a hacer este trabajo, en la ONU o con cada gobierno del mundo, o sólo en un continente, o sólo en países en desarrollo o…? Una idea del rubro de Energía: Fomentar la innovación en el transporte público. Está muy bien ¿de dónde proviene la idea brillante, quién o en dónde se propuso esa idea?

Finalmente en Protección la idea: Crear programas de eliminación de minas terrestres más eficientes, es evidente en dónde si y en dónde no implementar esta idea, supongo que muy importante y en Miscelánea: Crear un servicio de noticias enviadas por el usuario en tiempo real. Bueno.

Estoy francamente decepcionado, no porque pensara que mi ida podía ganar, menos cuando supe el número de concursantes, sino con el procedimiento de los encargados de esa buena idea de pedir a los ciudadanos del mundo ideas para mejorarlo. Todos ganan pero no gana nadie. Gracias a todos pero haremos lo que nos da nuestra regalada gana.

Puedes revisar y votar por algunas de esas 16 ideas en la siguiente página:

http://www.project10tothe100.com/intl/ES/vote.html



miércoles, 23 de septiembre de 2009

Ray


Cumple años hoy un personaje admirable por muchas razones: Ray Charles Robinson, hijo de Aretha Robinson que nace este día de 1930, en Albania, Estados Unidos, con el corazón lleno de música.

Nacer en un pueblito estadunidense a un año del inicio de la gran depresión no parece ser la mejor estrella de nadie, añadan que el bebé pertenece a una familia de afroamericanos, lo que no era en ese momento, precisamente, una buena fortuna. Si a esas desventajas le incluimos una fundamental para este pequeño, la historia se redondea: Charles es ciego desde muy pequeño.

Ray Charles es una de las grandes paradojas del llamado Sueño Americano. Si bien su niñez transcurre en los peores años de la depresión, su calidad de invidente lo lleva a ser estudiante de la escuela de San Agustín, en Florida, de educación especial para ciegos. Ahí, Charles descubre la correlación de las matemáticas con la música. De esta forma, trabajó la memoria con números; los acordes musicales, que tenían que ser de memoria, Charles los resolvió... también con números.

Entonces nació una estrella que se convirtió en fenómeno internacional, con 12 Grammys y múltiples premios musicales y humanísticos, como el otorgado por el gobierno francés en 1996. Muere en 2004.


martes, 22 de septiembre de 2009

Guajolotes


En los próximos meses, al principio pausados, pero paulatinamente más frecuentes, irán apareciendo aquí las historias particulares de los habitantes de una granja común y corriente, con sus propios problemas y motivaciones. De entre la variedad de animales que la pueblan, observaremos con mayor detalle a unos que, entre otras cosas, tienen los minutos contados: los guajolotes que en unas semanas irán directamente a los supermercados y luego a los hornos domésticos para ser adornados con cerezas y piña para la celebración humana de la Navidad.

Atestiguaremos entonces toda la gama de sentimientos existencialistas de estos nobles y pacíficos animales en la inminencia de su muerte y nos preguntaremos con ellos ¿qué es la vida? Y en consecuencia ¿qué es la muerte?, cuáles las motivaciones reales para continuar en lo que les queda de vida como sujetos positivos a su breve patria y a su efímera sociedad, máxime que ahora viven en una difícil situación económica, educativa y laboral pues son plenamente conscientes de que en la granja la riqueza se la reparten sólo aquellos animales que desde hace tiempo tienen la sartén por el mango: los chivos acomodaticios, los borregos manipulables, las apáticas gallinas y, por supuesto, los cerdos, dueños del poder económico, que se ceban en sus insultantes riquezas con la protección de su ejército de perros, que muerden a la menor provocación.

Este año gobierna Gualderón, joven político que ha perdido las elecciones intermedias. Insiste en hacer unas reformas que no puede explicar. Los guajodiputados, de mayoría opositora, elaboran una ley que prohíbe su ejecución navideña mientras duren de legisladores, pero Guacartens, el pavo doble pechuga de Hacienda, les tiene una mala noticia: forman parte del pago en carne de ave que se tiene que hacer a lo mercados extranjeros. Los guajodiputados trabajan duro los meses que les quedan (escasos tres) para obtener pequeñas ganancias. Y según va avanzando el calendario, los plazos de nuestros esforzados guajolotes se acortan.

Aquí, en el barrio guajocamotero, las aspiraciones y deseos de sus habitantes son aún más modestas que en la capital. La vida transcurre en calma, con pequeñas tramas cotidianas que sus habitantes se aprestan a resolver. Guadalupita procrea el futuro de la granja y Guajillo, el impetuoso guajolote que desde ahora está inconforme con su suerte, hace las preguntas que todo joven en su situación haría, que don Pavón, el pavo semental y el único adulto que sobrevive en cada navidad, se esfuerza en responder.


lunes, 21 de septiembre de 2009

Leonard


Apenas el sábado pasado Leonard Cohen se desvaneció durante un concierto en el velódromo de Valencia, España, mientras interpretaba la cuarta canción de su concierto. No está el horno para bollos, Leonard. El sempiterno artista canadiense cumplía una más de sus giras a una edad en la que es más recomendable tener los pies metidos en unas confortables pantuflas sentado en un cómodo sofá a un lado de la chimenea. Pero no él, Leonard, el guerrero canadiense que el día de hoy cumple 75 años en plena recuperación del entripado que lo hizo desvanecerse.

Cohen es un artista singular. Nacido en Montreal en 1935, desde los años noventa vive, acompañado de su esposa Mariana y su hijo Axel, en la isla Hydra en la costa de Grecia. La mayoría lo conoce como compositor y cantante, pero desde el inicio de su carrera en los años sesenta, demostró ser un inspirado escritor al publicar dos novelas, una de ellas muy aclamada: El juego favorito, además de su controversial libro de poesía Flores para Hitler, que junto a otros siete ha publicado en su idioma materno, el francés. Como músico, Cohen ya recibió los premios recibibles y no desea más. Su dinero lo invierte en originales experimentos artísticos y ecologistas, toca con los grandes maestros internacionales y graba un álbum por lo menos cada dos años con sostenida calidad y garantizadas ventas. Yo lo escucho hace veinte años por lo menos una vez a la semana, seleccionado por Malú desde su computadora, ha sido canción de cuna, de cama y de desvelos en esta casa. Por todo eso, gracias Leonard, no entiendo lo que dices, pero sospecho que son mensajes inspirados e inteligentes, tal como ha sido la trayectoria de tu vida. Salud, pues, en tus setenta y cinco.


domingo, 20 de septiembre de 2009

Pitágoras


Mi nueva aventura artística se llama Pitágoras. El café Teorema me pidió una escultura para llenar un hueco de dos metros de alto por ochenta de ancho, en un muro del siglo XVII de 1.10 de ancho. Comprenderás que la aventura me hace babear. Al principio pensé en hacer algo con alambre, un móvil, pero tras algunos ensayos comprendí que el nicho es demasiado grande, las paredes muy altas y que el alambre se perdería en esa inmensidad. El siguiente destino fue Pitágoras, un griego del 500 a.c. que odiaba las habas pero amaba la geometría, razón por la que nunca comió habas pero creó el teorema que lleva su nombre, una ecuación que establece que en un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa (el lado de mayor longitud del triángulo rectángulo) es igual a la suma de los cuadrados de los dos catetos (los dos lados menores del triángulo rectángulo: los que conforman el ángulo recto). Si un triángulo rectángulo tiene catetos de longitudes a y b y la medida de la hipotenusa es c, se establece que: a2 + b2 = c2. Sencillo ¿no? Vamos, no vas a creer que entiendo nada de esto. No tengo la menor idea, pero la representación geométrica del teorema es muy agraciada y se me ocurrió que el tal Pitágoras podría surgir de los tres cuadrados irregulares que demuestran esa fórmula a la manera en que aquellas esculturas aparentemente inacabadas de Rodin surgían de la piedra mármol intacta de la parte inferior.




Me puse manos a la obra de inmediato. Elaboré este pequeño modelo y con la ayuda del paint hice esta recreación de cómo se verá don Pita en tamaño huecote. Como todos somos pobres, la técnica será papel maché, un monote muy riveriano basado en uno de las pocos retratos de Pitágoras, donde se le ve de pie sosteniendo en su mano derecha una pequeña pirámide de cuatro lados, mientras que en la izquierda he decidido ponerle una olorosa taza de café. Si queda muy bien irá a parar ahí, si no queda muy bien irá a parar allá, ya sabes dónde.




sábado, 19 de septiembre de 2009

19 9


Vivía en el octavo piso del edificio 3 de la Villa Olímpica, en el sur de la ciudad de México. Estaba despertándome, aún en la cama, cuando comenzó a temblar. Era un movimiento suave, oscilatorio, arrullador. Abrí la ventana que estaba a la altura de la cama y me asomé para ver el movimiento en perspectiva; ahí estaba el temblor, acá arriba estaba yo, en extraña armonía. Tras unos diez o quince segundos ocurrió un movimiento muy brusco que hizo crujir el edificio entero; me alejé de la ventana como impulsado por un resorte, abrí la puerta y afuera de mi cuarto estaba parado un cadáver uruguayo; bueno, no estaba muerto, pero Daniel da Silveira, maestro de cine del CUEC con quien compartía el depa, presentaba un semblante lívido recargado en el marco de mi puerta. No necesitó decirme nada, esto era un terremoto que duraba más de lo previsto, algo grave estaba sucediendo en nuestra frágil capital. Ninguno de nosotros murió, pero de algún modo volvimos a nacer.

Lo que también nació el 19 de septiembre de 1985 fue la certeza de que los mexicanos podíamos llevar a cabo algo sin las órdenes, coordinación o apoyo del gobierno. Fuimos capaces, no de oponernos, pues no era el momento para eso, sino de actuar con reglas espontáneas para auxiliar a los ciudadanos atrapados en los escombros. Entre ellos había gente conocida y otra totalmente desconocida. Supimos la existencia de miles de obreras que trabajaban en condiciones infrahumanas en fábricas de la colonia San Antonio Abad; la gracia ocurrida en el Hospital Infantil, cuando fueron rescatados veinte bebés que habían decidido sobrevivir; supimos de solidaridad, de muestras de heroicidad, de desprendimiento; de las viejas corruptelas e incapacidades que cobraron sus propias víctimas en edificios mal construidos o mal situados.
Desde el 19 de septiembre de 1985 los mexicanos fuimos un poco más conscientes de nuestras circunstancias, de nuestras posibilidades; tuvimos necesidad de hacer, de actuar sin pensarlo tanto y maduramos como sociedad... tal vez.

Hoy lo recordamos, ojalá descubramos su significado.


viernes, 18 de septiembre de 2009

Virtud a raudales


Conocí la música a Jimi Hendrix mucho antes de saber su nombre. Estábamos en un salón de la secundaria, un compañero cuyo padre comerciaba con fayuca –digamos- especializada, llevó un autoestéreo de 8 tracks con su respectivo “cartucho” del propio formato y en un receso lo puso a todo volumen. Era Hendrix e interpretaba el himno nacional de los Estados Unidos, tú sabes: “tan tan tan, tan tan tannnn”, seguramente tomado del sound track de Woodstock ¿de dónde más? Pero no sabíamos nada de eso, excepto que se trataba de un guitarrista superdotado que se burlaba gozosamente del himno de su país. Como mis compañeros más pesados quedé extasiado, porque hubo alguno que se escandalizó; conmocionado durante mucho tiempo, ansioso por volverlo a escuchar, por saber más de él.

Pasábamos los días y las tardes estacionados en alguna de las pocas calles de Cuauhtémoc. El papá de mi amigo nos tenía bien dotados y, aunque carcachas del 54, siempre tuvimos un vehículo en el cual movernos, a veces empujándolo por todo el pueblo, invariablemente con un buen radio. Escuchábamos dos estaciones en particular: XHORK, Juárez México (Locutora exquisita: “equis-ache-o- ere-ka, Juárez Méjico”), una estación gabacha de la frontera que eso era lo único que expresaba en español, el resto era en inglés, al igual que “Oklahoma City”, cuyas siglas nunca reconocí pero que se escuchaba perfectamente desde aquella lejana ciudad de los Estados Unidos. No entendíamos nada, pero no necesitábamos entender. Era 1972, 73… y escuchamos el mejor y más vanguardista rock del momento: “Oh mama mía, mama mía…” –como identificábamos Rapsodia bohemia de los que mucho después conocimos como Queen, Frank Zappa, Janis, Jetro Tull, The animals, Pink Floyd, Led Zeppelin y tantos otros. Por supuesto, Hendrix, acompañado a veces por Brown y Budy Miles en un tema que identificamos como “Sus cambios”: “tan tan tan tararatantan…” Muy lentamente fui conociendo los nombres de todos esos músicos, Martha y Tono, en una de sus visitas, me llevaron Recintos de lo sagrado, de Led Zeppelin; después Deep Purple in rock. No me los acabé… o mejor, me los requete acabé, pero fue en el DF donde les puse nombres a esos temas tan conocidos para mí. A Hendrix nunca dejé de escucharlo, siempre lo he tenido cerca de mí y ahora mismo lo escucho.

Viene a cuento porque este día de 1970 muere Jimi en un hotel londinense, víctima de la drogadicción extrema que vivió el rock and roll de su época, y que se llevó entre sus jeringas a otros notables artistas de la incomprensión, como Janis Joplin y Jim Morrison. Este día, a los 28 años, Jimi Hendrix muele barbitúricos, los inhala por la nariz y muere intoxicado. Yo estaba por cumplir trece años y tampoco me di cuenta.


jueves, 17 de septiembre de 2009

El aprendiz


Tienes ante tí a un ser que nunca ha estado plenamente emancipado. Tal vez por eso carezca del don de mando y de actitudes voluntariosas de los que gritan llenos de carácter el tamaño de su poder. He sido un hombre subordinado, siempre he tenido jefes. Sé obedecer y puedo cumplir el rol de alfil en diversas empresas humanas. Y aunque tengo recuerdos amargos como subordinado, no ha sido la amargura la que ha prevalecido en mi papel de peón, sino, consecuentemente con la respuesta de un subordinado, el entusiasmo por aprender de mis jefes y mis ocasionales subordinados, para lo que he construido el carácter de un aprendiz.

Siempre he acudido a la gente para que me enseñe, me he puesto en sus manos y pienso seguir haciéndolo. Diariamente aprendo cosas útiles e inútiles, que me enseñan a vivir mejor. Y mis maestros no tienen edad, igual son niños que ancianos. Una conciencia muy plena sobre mis limitaciones. La carencia de saber, de la que habla Ciorán en Contra la historia, “desde el momento en que sabemos, ya no nos proveemos de nada más. Mientras permanecemos en la ignorancia, las apariencias prosperan y conservan una sospecha de inviolabilidad que nos permite amarlas y detestarlas, estar en lucha con ellas.”
Cada quien sus motivaciones, en lugar de llamarle ignorancia, le llamo necesidad de aprender, y seguro que soy menos melancólico que el sabio rumano.


miércoles, 16 de septiembre de 2009

martes, 15 de septiembre de 2009

A gritar...


El día de hoy los mexicanos recordamos que sabemos recordar. El grito del 15 de septiembre nos reafirma que somos un país complejo, diverso y desmadroso. Así, los gritos en cada pueblo y ciudad del país se convierten en una suerte de catarsis popular, de escape tequilero y carnavalesco, trovador de veras.

Tal vez son las mismas masas que salen a vitorear las escasas victorias del futbol; las que van a las plazas con sus productos de importación, que lanzan serpentinas de plástico, nieves procesadas en China o tradicionales huevos con confeti. Es ese nacionalismo algo inexplicable que florece dos o tres veces al año para después callar el resto del ciclo.

México es grande, pero seremos un país más grande el día que aprendamos a gritar diariamente; el día que cumplamos todos con nuestras obligaciones fiscales, políticas, ciudadanas, familiares. Sólo entonces, cuando autoridades y ciudadanos con el presunto sueño común de ser mejores, veremos que los días 15 de septiembre habrá muchos motivos por los cuales gritar. Tal vez habremos ganado verdaderamente nuestra independencia. Mientras tanto, sólo nos queda gritar. ¡Ahhh…!


lunes, 14 de septiembre de 2009

Digitalizar archivos


Con la presencia de las principales instituciones educativas y culturales de México (UNAM, UDLA, Tec de Monterrey, Hemeroteca Nacional, INAH, Biblioteca Palafoxiana, UIA, SHCP, SCT, ITESM) se llevó a cabo el Foro de digitalización del patrimonio en las instalaciones del Instituto Mora de la Ciudad de México. La calidad de los ponentes fue desigual, desde ingenieros especializados hasta sociólogos ignorantes (las “razas étnicas”, dijo una señorita), pasando por funcionarios, investigadores y colados como yo.

La problemática planteada por las instituciones fue contrastante por su desigual apoyo institucional, pero en casi todos los casos coincidente respecto a la insensibilidad de las autoridades en el tema de la inversión para la digitalización de archivos históricos. Sí hay interés pero no recursos. Sí hay recursos pero no comprensión. Sí hay equipo pero no personal especializado. No obstante, con mucho o poco apoyo, las instituciones mexicanas garantes de importantes archivos, se han dado a la tarea de iniciar su digitalización con resultados muy diversos, teniendo a la fecha éxitos muy interesantes como en el Centro de Estudios sobre la Universidad de la UNAM, donde han realizado desde 1997 la mejor digitalización de archivos históricos en México, hasta fracasos muy costosos como el del Archivo Municipal de la Ciudad de Puebla, en 2005, que digitalizó sus documentos de los siglos XVI y XVII en discos de vidrio y un error técnico echó a perder todo el esfuerzo, o el de la Biblioteca Juan Comas del Instituto de investigaciones antropológicas de la UNAM que perdió cinco años de trabajo por hacer su digitalización en soportes inadecuados de baja resolución.

La pregunta crucial del Foro fue, sin embargo, de orden metodológico y se remonta al origen de los soportes documentales y a la “fijación” de documentos para preservar o divulgar sus contenidos. “Fijar” un documento es poner sobre un soporte cualquier dato que necesitamos preservar para su utilización posterior. Todo depende de lo que necesitemos hacer con el documento. En el caso de las Cuevas de Altamira sus creadores pensaron en grande, pues utilizaron un soporte protegido que ha durado en buenas condiciones miles de años; el boleto de un viaje en autobús urbano, en contraste, es pensar en corto, pues se trata de que el usuario lo utilice sólo unos minutos.

Aristófanes escribió sus obras probablemente en papiro de origen animal, pero no hay certeza porque no se conserva ningún original. Posteriormente sus obras son pasadas a pergamino, luego a papel primitivo, después a la imprenta con papel moderno, a las ediciones, las traducciones, a cintas de magneto, microfilmes y finalmente al bit, el impulso eléctrico, la digitalización. Las obras son las mismas, los que han cambiado son los soportes. Quizás Aristófanes nunca se imaginó cautivar la atención de 25 siglos posteriores, pero el interés de sus obras propició que se le fuera pasando de soporte en soporte hasta a nuestros días.

No siempre es el contenido lo que importa en los documentos, en un incunable del siglo XVI, por ejemplo, es más importante el soporte que el contenido.

La digitalización, en este sentido, no es sino el más novedoso de los miembros de una extensa familia de soportes que la humanidad ha utilizado por más de cinco mil años. Es el último, el más ligero y sorprendente, pero nada indica que sea el final de los soportes ni mucho menos que su durabilidad esté garantizada en un largo futuro. Simplemente no se sabe y el vertiginoso y permanente cambio de tecnologías nos impide predecir su éxito o fracaso. Lo cierto es que las grandes instituciones con archivos históricos del mundo están siendo muy precavidas a la hora de apostarle al bit más allá de lo inmediato. Es decir, el ingreso de documentos en las más modernas bibliotecas exigen un soporte digital además del convencional, pero eso no implica que sus enormes conjuntos de documentación histórica se vayan a digitalizar en corto tiempo. En cambio, el microfilme sigue siendo el mejor soporte para preservación y consulta a pesar de sus décadas de antigüedad, a grado tal que algunas instituciones que hoy digitalizan sus archivos los microfilman a la vez, asegurando su preservación con este soporte largamente probado.

La pregunta clave del Foro fue entonces ¿para qué digitalizar? Se emitieron dos respuestas:
- Se digitaliza para su preservación a favor de futuras generaciones
- Se digitaliza para su distribución pública, para que el mundo los conozca. Puede llegar a todos los sitios con electricidad a través de centros de computación instalados en los más recónditos municipios de las sierras, a donde también ha llegado la carretera hace muy poco.

¿Entonces qué se quiere: preservar o distribuir?, es muy importante la respuesta porque la relación de costo entre una y otra opción es de 20 a 1. Son dos proyectos diferentes, aunque pueden corresponderse.

Las conclusiones del foro tuvieron que ver con el sentido común. Hay que respetar algunos principios básicos antes de lanzarse a hacer alguna digitalización. Destaco los tres más importantes:

- Debe partirse siempre de una política de desarrollo de colección. No puede hacerse por moda, por capricho o por decisión de un jefe con iniciativa. Debe partirse de una buena selección de la colección, no todo es importante, no todo es necesario, aunque depende de la respuesta a las preguntas señaladas. La política de desarrollo implica la elección tecnológica más adecuada para el fin que persigue. El control de calidad en el proceso de digitalización es clave para su utilización. Si quieres ahorrar, mejor no lo hagas.
- Cuidar que los derechos de propiedad intelectual estén protegidos y protegerse contra cualquier omisión de nuestra parte a ese respecto.
- Establecer obligatoriamente el metadato (que es el contexto documental), pues sin metadato la presencia de un documento en una base de datos es inútil. Nunca digitalices nada sin un metadato (que podríamos entender como “ficha” técnica o argumental).


domingo, 13 de septiembre de 2009

Cuesta abajo en su rodada


En 1847, acribillado por treinta balas y al borde de la muerte, el teniente coronel Santiago Xicoténcatl camina tambaleante a donde se encuentra la bandera nacional con un supremo esfuerzo.

Sus pisadas son huellas de sangre, su mirada distingue apenas las manchas de los colores que defienden con heroísmo él y sus compañeros. Pisa los peldaños del torreón con pasos inseguros y su mano anhelante busca a tientas el asta que sostiene el lábaro a punto de ser profanado.

Si intenta alcanzar el asta para sostenerse, si es un reflejo involuntario o si busca escribir una de las páginas heroicas más famosas de nuestra historia nunca lo vamos a saber. Lo cierto es que Santiago Xicoténcatl alcanza el asta y la bandera lo envuelve protectora, arranca el asta de su sostén y segundos después vuela ante la mirada estupefacta de los agresores. Cae rodando decenas de metros por las faldas del Cerro de Chapultepec.

Los yanquis entran en tropel ansiosos de instalar su bandera tras arrancar la nuestra pero, para su sorpresa, ya no hay asta. La epopeya de los Niños Héroes fue desmentida por los historiadores oficiales y probablemente con razón, pero este acto del teniente coronel Santiago Xicoténcatl, verdadero o falso, fue la primera inspiración que la historia fue capaz de darme. Comprendí después que es una metáfora de mi propia vida y de la vida de tantos compatriotas que, tratando de agarrarnos del asta o de lo que sea, rodamos sin rumbo cuesta abajo por las faldas de la vida. Ay, José Alfredo, Cuco y Alex Lora ¿en qué momento iremos a parar?


viernes, 11 de septiembre de 2009

Luz y sus hermanas


Gracias a algunas indagaciones y a la ayuda de mi tía Silvia, hermana menor de mi mamá, he podido sacar en limpio algunos datos importantes sobre la familia de mi abuelita Luz, a quien vemos en esta fotografía de 1919 acompañada de sus hermanas y de un joven que no es Alfonso, su único hermano. Luz es la sonriente joven que se tapa un ojo con la mano y se puede apreciar el notable parecido con mi madre, Aída. Todos están metidos parcialmente en cestos, probablemente rarámuris, en cuyo caso se llamarían “guares”, que es el nombre que se les da a las cestas tejidas de una palma dura.

Luz es una de las seis hijas, además de Alfonso, el único hijo, del matrimonio compuesto por Pedro Bustamante y Dolores Martínez. De don Pedro sabemos muchas historias, de doña Dolores no sabemos prácticamente nada, excepto que un día fue desposada por “el patrón” virtualmente para que tuviera a sus hijos. Por orden de edad, los hijos fueron naciendo. Primero Libia, la más “célebre” de las hermanas de mi abuelita (adjetivo utilizado en la familia para designar imprevisible, chistoso, cómico y agradable familiar), que vivió toda su vida en la capital de Chihuahua y se casó con un buen hombre, el tío Ezequiel Chávez. A ella se debe aquella famosa frase familiar que hablaba de lo bien que había estado un jolgorio de la noche anterior, dijo Libia: “Muy bonita la fiesta, hasta balazos hubo”. Luego siguió Altagracia, conocida por aquella generación como Gona, pero por las siguientes generaciones como Grace, en inglés, pues como casi todas se volvió estadunidense. Estas dos hermanas, siendo niñas, fueron temporalmente “regaladas” a sus abuelitos, los padres de Pedro, para consternación de doña Dolores, que sufrió en silencio la pérdida de sus hijas, ciertamente parcial, porque regresaron ya de adolescentes. En tercer lugar está Alfonso, el hombre de la casa en ausencia de don Pedro. En cuarto lugar nace Carmen, apodada La Negra, una hermana muy poco comentada que murió muy enferma en los Estados Unidos, probablemente de alzheimer, pues las pocas evocaciones de su persona siempre fueron acompañadas de un velo de misterio y ternura fatal. Tal vez la enfermedad fue peor. A continuación nace Luz, la heroína de nuestra película, la más querida, rebelde y bonita de las hermanas (dicho por su nieto incondicional, es cierto), ella es la única que se saltará las trancas del autoritarismo de don Pedro, pagando muy caro por su acción y en cierta forma modificando completamente la vida de su familia. Después está Raquel, una mujer muy agradable que conocimos hasta los nietos medios, relativamente joven, así como la pequeña Victoria, que en sus visitas a Cuauhtémoc era una señora de mediana edad muy elegante, con mucha clase y con un castellano singular, como si trajera una canica en la boca (pensaba yo de niño). A ellas y a mi tía Grace las recibimos muchas veces en el Pueblo provenientes de los Estados Unidos, donde desposaron a altivos y rubísimos estadunidenses que no hablaban ni soca de español. Llegaban en vehículos muy grandes y elegantes, con cajas de ropa usada que repartían entre la prole, muy poco regalos y algunos dulces. Eran días de visita en los que la prudencia era demandada a cada uno de los treinta nietos que acostumbrábamos jugar en el jardín o en la huerta posterior a la casa de mis abuelos. El idioma cambiaba dentro de la casa, Aída y sus hermanas se ponían como castañuelas de felices y en general todo se movía tranquilamente en el interior, ante las furtivas miradas de los nietos que oteábamos desde el jardín. Y sí, nos permitían saludar, pero después… “¡vámonos, pa´fuera!”.

Por desgracia, fuera de Luz, no me es posible identificar a ninguna de sus hermanas que la acompañan en esta fotografía. Pero son ellas.


jueves, 10 de septiembre de 2009

Avándaro


Valle de Avándaro, Estado de México. 10 de septiembre de 1971. Decenas de miles de jóvenes se reúnen en un paradisiaco predio cercano a Valle de Bravo. La idea es escuchar rock inspirados en el célebre festival de Woodstock de tres años antes en Estados Unidos, pero además, los organizadores creían poder hacer carreras de automóviles, por lo que le llamaron el Festival de Rock y Ruedas. La enorme cantidad de gente reunida este histórico día no permitió los excesos de la velocidad, aunque dio vía libre a otra clase de excesos.

Los jóvenes mexicanos, resentidos tras la masacre de Tlaltelolco y la reciente masacre del Jueves de Corpus en Junio de ese mismo año, se reúnen en Avándaro para refrendar su demanda de libertad. Libertad de gritar y de bailar, de drogarse y de hacer el amor.

Avándaro, que fue una fiesta juvenil donde se demostró que era posible la armonía y la convivencia de los jóvenes mexicanos, nunca más volvería a suceder. Fue un experimento, una prueba permitida por el gobierno de Echeverría, que comprobó lo peligroso que era dejar reunirse a los amantes del rock, a los jóvenes, pues a pesar de la multitud y del destrampe no hubo muertos ni heridos.


miércoles, 9 de septiembre de 2009

Paquete se quite


El título de esta entrega tuvo que ser adaptado al estilo de la publicidad de Telmex, pero está claro que es una incongruencia verbal, aunque también queda claro el sentido de este nuevo paquete ciudadano que Telmex vino a dejarme hasta la puerta de mi casa. Súbitamente, sin avisar, a plenas once de la mañana, se apersonaron en mi banqueta tres hombres armados de herramientas pesadas y le dieron al traste a mi frondoso y honrado ficus, que no le hacía daño a nadie y antes bien beneficiaba a multitud de pájaros e insectos que vivían en esa mitad que ya no existe. ¿Qué haría Carlos Slim si yo llegara con una motosierra y le mutilara sin avisar algún querido árbol ubicado en la banqueta de su mansión? Bueno, ya sé que las mansiones no tienen banquetas y de seguro este señor vive en medio de un bosque en algún palacete por los rumbos de Chapultepec, así que no podría ni acercarme a la dichosa casa de Slim, pero en el supuesto caso se sentiría igual que yo: mal. Sobre todo porque no le avisé, y cuando salió muy despreocupado a sus oficinas de Telmex descubrió de repente que su árbol, su querido árbol otrora orgullo de la cuadra, verdadero homenaje a Miguel Ángel de Quevedo, había pasado a ser el hazmerreír de los árboles del rumbo. Un pobre lisiado, con medio cuerpo mutilado con rabia pues, como verás, las ramas fueron trozadas sin estilo ni gracia, fueron cercenadas con violencia innecesaria, arrancadas de sus hermanas ramas, derramando multitud de lágrimas-hojas a su alrededor.

Por supuesto salí con mi recibo pagado de Telmex –pues así proceden los del agua de Soapap, aunque ellos sí te avisan: “sabe qué, usted no ha pagado”, y a continuación arrancan las baldosas, se hacen hueco en la tierra y como cirujanos asesinos cortan la arteria del vital líquido que entra a las casas-, pero no era cosa de pagar o no pagar. El litigio no era contra mí sino contra el inocente ficus, que se atravesaba en sus planes de modernización. Después de destrozar medio árbol, quitaron un poste chirulero que estaba ahí desde hacía décadas y pusieron uno nuevo, feo y resistente “Háblele…”, dice su publicidad, pero ellos no tienen esa práctica. Yo no soy reaccionario, ni quiero estar contra el progreso. Acepto la necesidad de cambiar el poste e, incluso, el sacrificio de la mitad del árbol, mi queja está contra el procedimiento. Es como si llegara la llantera Michelín y destrozara mi automóvil para cambiar las llantas ¡sin avisarme! No estoy en contra de que me pongan llantas nuevas, pero que me avisen, así podría despedirme solemnemente de las viejitas que han sido tan nobles durante tanto tiempo. Paquete se quite. Pos sí…


martes, 8 de septiembre de 2009

66


“Nosotros y ellos. Y después todos somos sólo hombres ordinarios. Yo y tú. Sólo Dios sabe esto, no es lo que nosotros escogeríamos para hacer. ¡Adelante! gritó él desde la retaguardia, y la fila del frente murió. Y el general sentado, y las líneas en el mapa que se mueven de lado a lado. Negro y azul. ¿Quién sabe cuál es y quién es quién? Arriba y abajo. Y el final es solamente redondo y redondo y redondo. ¿No has escuchado una batalla de palabras? El cargador del cartelón lloró. Escucha, hijo, dijo el hombre con la pistola, aquí adentro hay un lugar para ti.”

Roger Waters, indiscutible líder de la histórica banda inglesa Pink Floyd, nace un día como hoy de 1943 en Londres. En su famosa pared: The Wall, Waters recordaba para la ficción cinematográfica de Alan Parker las penurias vividas durante la guerra, cuando su padre fue cabo de un batallón inglés, muriendo en batalla.


lunes, 7 de septiembre de 2009

Abraham Paredes


Abraham Paredes es una de las primeras personas que conocí el llegar a Puebla, aparte de la estación de radio que me acogió. Es un hombre grande, fuerte y joven, a pesar de su edad, siempre cargado de cámaras, siempre trabajando y siempre saludando a cuanto parroquiano se cruza en su camino. Soy su amigo, pero con Abraham eso no significa ninguna distinción, pues es amigo de todos, es el fotógrafo de la ciudad y de la gente; de la cultura popular y de la cultura oficial; de los eventos escolares, deportivos, ciudadanos y sociales, como las marchas y las manifestaciones. Siempre que hablo con él surge alguna idea de entre los muchos temas que él maneja y ha cultivado por más de cincuenta años. Posee cientos de miles de fotografías en sus archivos y, como artista/periodista pobre que es, las ha tomado al vuelo de ocasión, al calor de la emoción y del instante, por lo que posee apenas un orden general, ciertamente vago, del contenido de esa memoria visual invaluable de la ciudad y sus entornos.

Por asuntos laborales conocí el acervo fotográfico del Archivo Histórico Municipal de Puebla, un limitado número de fotografías poco interesantes y muy oficialistas sobre las administraciones de la ciudad en los últimos setenta años. No quiero –o sí- imaginar lo que sería la memoria de los habitantes de esta ciudad con la adquisición de un archivo fotográfico como el de Abraham. Se haría, además, justicia a este valeroso artista multicelebrado en sus decenas de exposiciones que le han acarreado tantos aplausos pero tan pocas nueces, pues equivaldría -por fin- a cosechar un poco de ganancia a su prolongada siembra a favor de la ciudad. Es decir, Abraham ya no necesita de reconocimiento o de prestigio, pues lo ha ganado a pulso apretando una y otra vez su obturador, sino de una propuesta seria y formal de la ciudad para la preservación de sus imágenes, que son un relato fiel de la vida poblana en el último medio siglo. Y por qué no, muchos ciudadanos, como yo, podríamos rescatar –previo pago ajustado con justicia- parte de nuestra propia historia familiar, pues no hubo ocasión en los últimos veinte años que, paseando por el centro –o en alguna fiesta o celebración popular- nos encontráramos a Abraham y no sacara algunas fotos de las niñas, de la familia entera, de los visitantes que nos acompañaban, pues más allá de nuestra hermosa arquitectura, más allá de los vistosos colores de los dulces o de la cerámica, de las parafernalias y los ornamentos, a Abraham Paredes le ha interesado sobre todo la gente. Ha fotografiado a los poblanos, y es sin duda una razón más para creer que su obra no merece estar en la quietud de su privacidad, sino expuesta y consultable a cualquier ciudadano que quiera conocerla.

Esta no es una propuesta, querido Abraham, pues ni siquiera te la he consultado, es una idea, chabacana si quieres, como muchas de las ideas que la ciudadanía levanta como polvo ante la indiferencia absoluta de las autoridades. Me doy el gusto de exponerla porque te la mereces, tu trabajo es de interés social, mucho más allá del periodístico, y quién quita que este polvo, a punto de ser repetido por más de algún interesado, pudiera convertirse en polvareda y se te haga justicia en un futuro próximo. Por lo pronto hoy, que cumples setenta años, esta es mi modesta forma de felicitarte. Un abrazo.


domingo, 6 de septiembre de 2009

Sobremesa


Ayer, como cada año, tuvimos el privilegio de comer los chiles en nogada que prepara Flor para su cumpleaños, espléndidos como siempre, aunque en esta temporada algo reducidos por la falta de aguas que nos llegaron con dos o tres meses de retraso. He de confesar que yo los prefiero pequeños, pues he tendido ocasión de comer unos chiles en nogada de tamaño tan desmesurado, que el relleno gana a la delgada piel verde de los chiles y tengo la sensación de terminar comiendo una ensalada de carne enfrutada. Por fortuna no fue el caso de ayer, acompañé mi chile con vino blanco y todo resultó como se esperaba –un poco húmedos, es cierto, pues en todo el día no dejó de llover.

En la sobremesa con sus invitados habituales, casi todos maestros de la Universidad Autónoma de Puebla, al igual que Flor, los temas fueron encontrándose sin rebuscamientos, con la serenidad que da una panza llena y el siguiente sorbo del generoso vino, hablamos de Sabines, de futbol, de política local y nacional; intercalando algún silencio saqué a colación la reciente lectura de un libro sobre el famoso escritor estadounidense J. D. Salinger que, para mi sorpresa y estupor, no conocía ninguno de los presentes. Mentiría se dijera que no me importó y más cuando uno de los presentes me hizo sentir que mi tema era más bien snob o abusivamente intelectual para una plática de sobremesa, que me provocó cierta irritación, fue cuando incurrí en una cifra aventurada tratando de demostrar que Salinger no sólo no era un tema “intelectual”, sino uno de los autores más leídos del mundo moderno, lectura obligada en el sistema educativo en los Estados Unidos y –aventuré- beneficiario de la venta de unos cien millones de ejemplares. Mi amigo me tiró a loco y yo mismo reflexioné de lo aventurada de mi cifra, mas no me arredré y le prometí una pronta demostración.

No sé de dónde me vino una cantidad tan grande para pensar en un libro de éxito profundo como El Guardián en el centeno, del autor de marras. Cien millones de ejemplares es un número que en México resulta inverosímil, y más aún en Puebla, donde la editorial más prolífica y consistente, que es la de la propia Universidad Autónoma de Puebla, hace ediciones de 500 ejemplares, como fue el caso de la primera edición de mi propio libro del telégrafo, pero en un atisbo superficial al mercado de libros gringo, donde una novela media tiene un tiraje de 200 mil, los números estratosféricos de sus ediciones nos dejan boquiabiertos. Por poner un ejemplo, J.K. Rowling y su saga de Harry Potter ha vendido 370 millones de copias; Tolkien y El Señor de los Anillos 100 millones; Heidi de Johanna Spyri, 50 millones de copias; 'El principito' de Antoine de Saint-Exupéry, con 50 millones de ejemplares en su cuenta; la saga vampiresca de Stephenie Meyer, autora de Crepúsculo, 42 millones en tan sólo tres años. El Guardián en el centeno, de J. D. Salinger, y centro de nuestra polémica, ha vendido –sólo en los Estados Unidos-, 65 millones de copias. No cien, ciertamente, pero si consideramos los 800 mil ejemplares vendidos en español, podemos pensar en cantidades parecidas para el alemán, el francés y muchos otros idiomas en el mundo que no investigué y que en realidad me tienen sin cuidado, lo que me queda claro es que me acerqué muchísimo a la cifra real de ejemplares vendidos de este autor. No es que me envanezca ni mucho menos de haber rozado al azar una cifra tan grande como ésta, en verdad no sé de dónde saqué semejante cantidad, pero ante las tantas equivocaciones que cometo, me congratulo de haber acertado al menos parcialmente en este caso, y con ello haberme motivado para investigar las escandalosas cifras que en un país de lectores enanos como el nuestro nos dejan boquiabiertos. Como dice el antiguo refrán: “diario se aprende algo”, y hoy aprendí esto. Sobre mis comensales y su ignorancia fatal, que era en realidad el tema de fondo en esta discusión, qué se puede decir: ojalá lean a Salinger y disfruten de esta agradable novela o alguno de sus otros breves libros.


sábado, 5 de septiembre de 2009

Teresa


Este día de 1997 muere Teresa de Calcuta, una monja rumana que decidió que no eran suficientes las buenas intenciones de los católicos del mundo respecto a los pobres. Su activismo tuvo una sola dinámica: llevar trabajo y amor hasta los barrios perdidos de Calcuta y otras ciudades de la India, donde el hambre y las enfermedades infecciosas eran, no una contingencia, sino la vida misma.

Teresa de Calcuta convirtió sin querer esta misión religiosa en un arma política que utilizó para sus fines humanitarios. Recibió premios y con ellos mejoró la vida de miles de personas. Fue una activa combatiente de la hipocresía, la ceguera en los líderes del mundo, la inútil parafernalia de la religión. Todo eso la convirtió en una de las autoridades morales más importantes de su siglo.

La pregunta obligada es ¿qué sería de la religión si las y los religiosos del mundo fueran como la madre Teresa de Calcuta? La respuesta obligada es: no sueñes. En una realidad de pederastia desatada, de caciques religiosos como algunos obispos, de un Vaticano tremendamente rico, opulento hasta la ignominia, el ejemplo de la madre Teresa brilla como una excepción histórica en un panorama de corrupción, complicidad e hipocresía de los representantes de la iglesia.


viernes, 4 de septiembre de 2009

17 segundos


El 4 de septiembre de 1969 los habitantes del Distrito Federal fueron testigos de la inauguración de la primera línea del Sistema de Transporte Colectivo, METRO, que nos catapultaba a los mexicanos, literalmente, a la modernidad.

Mi papá regresó al pueblo después de instalar a alguno de los hijos en la ciudad de México y me contó del Metro. Parecía imposible que un tren del tamaño de un tren pudiera desplazarse por debajo de la tierra, hacer curvas, esquivar pirámides enterradas, escuchar música y permitir bajarse, muchos kilómetros después, en una colonia diferente.

Desde Tacubaya a Zaragoza y muy pronto de Tacuba a Taxqueña, los modernos defeños podían viajar por un módico peso en los elegantes convoys de origen francés; bajarse en Pino Suárez a ver la pirámide, comerse unos hot dogs en Balderas y seguir dentro del sistema sin pagar otra vez. Ya no se admitían guajolotes, claro, pero Chava Flores tenía pretexto para una nueva canción, de cuya letra ahí te va un fragmento:

Al bajar a los andenes
escuché esta cantaleta:
-al mirar llegar los trenes
no se aviente para entrar,
si en diecisiete segundos
no ha podido ni se meta,
ni se baje la banqueta
que se puede rostizar.

Voy en el metro, ¡qué grandote,
rapidote, qué limpiote!
¡Qué deferencia del camión
de mi compadre Jilemón
que va al panteón!

Aquí no admiten guajolotes,
ni tamarindos, zopilotes,
ni huacales con elotes,
ni costales con carbón.

Cuarenta años después se nos ha quitado lo provinciano, ya no es el mismo metro, las líneas han crecido y se han multiplicado, los ciudadanos ya ni se admiran, la mayoría nació con metro funcionando, se queja de las demoras, de los apretones, de los olores. Ojalá conocieran el camión de Jilemón que tenemos por acá, y ni siquiera es mi compadre.


jueves, 3 de septiembre de 2009

Edades


En plena caja del Oxxo, mientras liquidaba la cuenta de gas natural de este mes, me ocurrió un poderoso deja vu que me trasladó a la caja registradora de una verdulería a donde mi mamá me había mandado a comprar tres zanahorias a los ocho años de edad. Metí la mano a mi bolsillo en busca de unas monedas y me encontré con una alacena de objetos varios que hablaban mejor que nadie de mis aficiones, mis afecciones y mi edad.
Frente a Martha, la vendedora de verduras, me vi en la penosa necesidad de exhibir una muestra representativa de mis pasiones y mi vida privada, pues en esa bolsa del pantalón guardaba lo más importante de mi vida. Traía numerosas canicas de diferentes tamaños y colores, aunque destacaban las “agüitas” transparentes, un “ojo de tigre” que le había ganado a mi primo y una “macana” que me agencié no sé dónde; extraje también un dedal de metal sustraído de la máquina Singer de mi madre, así como un carrete de madera vacío tomado de ese mismo lugar; traía una cordón de zapato negro que iba a utilizar para alguna maniobra que no recuerdo, tal vez con el carrete de madera y, finalmente, el cambio que mi mamá me había dado para el pago de las zanahorias. Todo en un mismo bolsillo, el derecho, porque el izquierdo estaba peligrosamente agujereado.

Frente a la cajera del Oxxo revelé ahora mi edad y mi condición física, que debe haber valorado esa señorita como preocupante. Con mi hermano mayor parado ya en la fila donde expiden las credenciales del Insen, y el resto de nosotros a punto de solicitar nuestra propia ficha, tengo la edad en la que muchos amigos comienzan a hacer sus trámites para jubilarse, pues hace ya más de treinta años iniciamos nuestras vidas laborales. Pero yo no me voy a jubilar, pues ni trabajo tengo, así que sólo me queda enumerar la retahíla de malestares “propios de la edad” y el cansancio natural de la vida manifiesto en los prolongados párpados inferiores de mis ojos. Metí la mano a mi bolsillo y, cosas de la vida, coincidencias que no iba a ponerme a explicar a la apurada señorita: saqué un manojo de carteras medicinales que brillaron plateadas con las luces del techo. Iban ahí mis pastillas de ranitidina, compañeras fieles y permanentes de mi antigua gastritis, pero también traía un antibiótico llamado Ciprofloxacino, un analgésico llamado Andox plus, que en realidad es el conocido paracetamol-cafeína y unas pastillas desinflamatorias llamadas Diclofenaco, que mi dentista me había proporcionado la tarde anterior en preparación de una endodoncia. Por si fuera poco, me había echado a la bolsa un tubo de crema antimicótica que se me olvidó dejar en el buró: Miconazol, que comencé a aplicarme en una escoriación que traigo en el centro del pecho. Finalmente, mi cortaúñas, que por alguna razón desconocida tiene varios años –veinte, tal vez más- formando parte de mi equipaje permanente y, por supuesto, las monedas que andaba yo buscando. No importa. Nunca he sido una persona de muchas medicinas, pero frente a la caja del Oxxo, más allá de lo que pensara la cajera, yo mismo me vi precisado a dudar de esa perspectiva. “Es la edad”, pensé mientras descargaba mi bolsillo sobre el buró de regreso en la casa. Sin querer, uno puede mostrar una falsa biografía al vaciar su bolsillo frente a un desconocido. Pero ¿qué tan falsa es? No importa, es la edad, y esa es inocultable.


miércoles, 2 de septiembre de 2009

El fin del mundo


La sorpresa fue mayúscula una mañana como la de hoy, 2 de septiembre, del año 1859. En Orizaba, Veracruz, unas hermosas luces surgieron del oriente e iluminaron el cielo con velos multicolores que se desplazaban por la bóveda celeste. Abundaban el naranja, el amarillo, púrpuras y verdes de diversos matices.

Hubo quien pensó que el mundo se acababa, no en un holocausto, sino en la apertura de un cielo que nos iluminaba amablemente para llevarnos al más allá, pues, aunque el espectáculo era maravilloso, una cosa quedaba clara: el mundo había llegado a su fin.

Los minutos pasaron y la sorpresa y el deleite del primer impacto visual, recibieron al sol orizabeño que salió victorioso a inaugurar ese día histórico. Los habitantes de Orizaba acababan de ver una aurora boreal, un fenómeno de meteoros luminosos que se observa habitualmente en el hemisferio austral, y que inexplicablemente se presentó ese día aquí. “Lo bailado nadie nos lo quita”, razonaron sensatamente los jarochos y siguieron viviendo.


martes, 1 de septiembre de 2009

Función doble en los 30s


No se la pierda
Sensacional, emocionante, novedosa
¡El Fakir Maldito!
Hablada en inglés e interpretada por Philipss Brarringtou, Misha Auer y Ralph Lewis.
Los secretos y las artimañas de que se valen los hipnotizadores. Charlatanes mostrados en la pantalla por una trama altamente interesante.
Luneta 60 centavos. Todos los niños que ocupen butaca pagarán boleto.
Cinema Royal, Nueva empresa mexicana, Reforma num. 112,
Teléfonos: Ericsson: 68-36 Mexicana: 17-81 *

Para los habitantes de Puebla en los años treinta el cine era la referencia obligada. Doña Judith Cid de León fue testigo de cómo se fueron abriendo sucesivamente salas cinematográficas cada vez más grandes, con mejores aditamentos y adelantos:

“El primer cine que hubo en Puebla fue el Cine Lux, que estaba donde después por mucho tiempo se pagó la contribución, que ya no. En la esquina del portal, ve que está un edificio en la esquina, adelantito de ese edificio estaba el cine Lux. Fue el primero que pusieron ahí. Ya después hubo otros: el Colonial, el Reforma. Para el Reforma, como mi papá tenía ladrillera, le mandó a Gabriel Alarcón todo el ladrillo para hacer ese cine. No me acuerdo ya en qué año hicieron ese cine. Ahora es una tienda de ropa o quién sabe qué cosa es ahí. Ya después los cines fueron de Manuel Espinosa Iglesias, de su papá. Había uno en la 6, que decían que era “el de los pobres”, el Constantino y después otros, los demás”.

Y después del cine no fue difícil a los habitantes de la ciudad crear ciertos hábitos que después se hicieron tradicionales. No se trataba de saber qué ibas a hacer después de la función de cine, sino que, al salir, nos vemos ahí, ya saber dónde. Don Carlos Alberto Julián Galis lo recuerda de esta forma:

“En el callejón del Variedades estaban las gordas, que decía uno; las chanclas, los pambazos y las tortas, también. Se acostumbraba que se metía uno al cine Coliseo, al cine Variedades, metía uno sus bolsas de tortas, cosa que ahora ya no permiten; y andaban vendiendo refrescos, paletas, con su caja dentro del cine, y ahí mismo pedía uno un refresco, y se lo servían a uno, y ya se comía uno las tortas con el refresco. Películas americanas muy buenas, las de Gary Cooper, las de Bety Davis, musicales, las de Lauren Bacall, Humprey Bogart, y así. Y se acostumbraba que se daban dos películas en la misma tarde”.


* Carteles: http://www.archivomunicipaldepuebla.gob.mx/