Transitaba ayer lunes con mis terribles preocupaciones a cuestas en mi vehículo destartalado, escuchando las noticias en el radio mientras manoteaba con repartidores de volantes, chicleros, limpiaparabrisas y vendedores de chácharas urbanas. Le di un peso a un anciano que estaba paradito en la calle, sin pedir pero con cara de hambre y el brazo estirado. La radio competía en volumen con el escape de autobús 77-A que, antes del verde en el semáforo, se me adelantó y se puso en mi carril. Está bien, tengo que reconocerlo, yo iba neurótico, y ese chofer me puso más. Le dediqué un disimulado corte de manga. A estas alturas del boulevard Hermanos Serdán, entre Valsequillo y Plaza Dorada, la calle está infestada de propaganda electoral. Ya se acabó, ya quítenla. Los excandidatos sonríen bobalicones a los incautos electores; la mayoría perdió, por cierto. Si, sí… tú ganaste, que te aproveche la sonrisa, pues. Señito, súbase a la banqueta, se la van a llevar… El ruido de las sirenas de una amb...