Estoy entusiasmado con el entusiasmo que el Ayuntamiento mostró con mi proyecto de Historia oral: Cien años de recuerdos poblanos, que en realidad ya no es proyecto, pues llevo catorce meses trabajando en él, haciendo entrevistas a poblanos sobre sus recuerdos de la ciudad de Puebla y a la fecha he recopilado 157 recuerdos, más siete que se agregan esta semana y que aún tengo que revisar. Mi proyecto justamente busca apoyo para complementar esta investigación con cincuenta entrevistas más en los próximos ocho o diez meses. Creo que la parte difícil es la que está terminada, que son las primeras décadas. Tengo entrevistas hechas hace veinte años, otras hace una década, muchos de mis entrevistados han muerto ya hace tiempo. Otros, por simple edad, les seguirán en poco tiempo. Algunos de ellos fueron testigos y víctimas de la revolución, tuve la oportunidad de escucharlos y grabarlos. Uno de los más singulares es don Juan, un pequeño ancianito de Analco que ha sido líder de las mejores causas de su barrio, las que buscan el bien común y el mejoramiento de las condiciones urbanas y humanas de los alrededores.
Don Juan López Cervantes casi no ve a sus 84 años, sus ojos se empequeñecen tras gruesos cristales montados en una poderosa armadura negra que domina su rostro redondo. Usa el pelo a cepillo, abundante y blanco, que contrasta con su tez morena. Ostenta con dignidad dos o tres dientes en una boca habilitada para hablar largo y tendido. Don Juan es un mago para decir palabras, una fuente poblana con olor a pueblo y a trabajo y a ingentes necesidades. De todo habla él, de política, de arquitectura, de la Asamblea de Barrios -que dirigió-, de las fábricas textiles, de la pobreza, de las artesanías que ahora procura. Te quiero obsequiar su testimonio sobre las pulquerías, que tendré que ponerlo en dos partes, pues al final habla de los curados y los mitos del pulque, que no te puedes perder si te resulta interesante el tema.
Las pulcatas
Don Juan López Cervantes (1923)
Analco, Puebla
Las gentes que trabajaban en la industria de obreros era gente trabajadora que no tenía mucho para gastar y que se alegraba, entre comillas, en el pulque. Por eso quiero referirme a las pulquerías como punto de reunión, eran unos establecimientos que consumían del mejor pulque que venían del estado de Tlaxcala, de Puebla, inclusive de Hidalgo.
Para hacer una especie de cronología –o no sé cómo se le llamaría-, alrededor de las estaciones había muchas pulquerías. Lo que a mi me llamó siempre la atención, desde chamaco, fueron los nombres que tenían esos establecimientos. Por ejemplo, allá en la 11 y la 10, había una pulquería que se llamaba La sangre manda, había la Rielera, había El pueblo feliz, en la 9 norte y 8 poniente; había la estaba la Traviesa, en la 9 norte y 6 poniente; estaba Juega el gallo, en la 5 norte; por ahí estaba el Farolito, lo que después fue el Farolazo, pero primero fue el Farolito, que estaba enfrente de la plaza de la Victoria; la Mera penca, que después se llamó la Gran Penca y se pasó para allá entre la 8 y la 6; estaba la Gloria, que era una pequeña pulquería que después, al agrandarse, se llamó la Gloriosa, y así podría yo seguir enumerando cantidad de pulquerías en donde se reunía la gente, la más trabajadora y donde se juntaban los mecapaleros. Los mecapaleros eran las personas que se dedicaban a cargar los bultos, las canastas en los centros de abasto, como era la Victoria, que era el polo económico en Puebla de verduras y productos del campo. Entonces estaba ahí La Dama de las Camelias, estaba La raza, estaba El Popo, El Coco, La Chiquita, Los sueños de Baco, Voy con fuerza, que es de las pocas pulquerías que existen, está en la 14 y la 5 Norte, ahí todavía existe la pulquería. Estaba Acapulco, Rincón Brujo en el barrio del Refugio, después viene El Sabrosón; Ahí está el detalle, yendo a San Alfonso, sobre la 18 Poniente y 9 Norte.
Entonces, esas pulquerías se nutrían de la gente de los mercados, de los obreros que había alrededor de esos rumbos, porque ahí había muchas fábricas textiles como La Tatiana, La Leonesa, Angélica, La Moderna, muchas fábricas textiles que daban mucho trabajo a mucha gente y por eso ahí se reunían las gentes a descansar un rato y, claro, como siempre, había quien se excedía, pero entonces no había alcoholes de otro tipo mas que había pulque. Sí había una cosas que se llamaba el caliente, había una vinatería que se llamaba la industria, y ahí vendían un alcohol al que revolvían una piedra llamada alumbre, y eso hacía que la persona que lo consumía se le hincharan sus pies, por eso entre la gente pobre de nosotros le llamábamos -a esa cantina vinatería-, le llamábamos El cementerio de los elefantes. Estaba en la 16 poniente y 5 norte. Apenas hace poco tiempo la acaban de quitar, todavía existía. Había otra que se llamaba La Cámara de Gases. Esos eran los nombrecitos folclóricos que salían del pueblo, no salían de nadie más, y aparte de que ahí se juntaban los dirigentes y los líderes de aquel tiempo, porque debo de enterar que los principales introductores de pulque son gente connotadas que ahora ya son millonarios, uno de ellos fue Luis Flores, otro señor fue Reyes Huerta, ahí comenzó a hacer sus dineros. Ellos fueron trabajadores de una introductora mayor que se llamaba La Ñora, tenía su encierro en la 34 poniente y 9 norte. Fueron sus jicareros y ayudantes en el transporte y en el manejo del pulque y después se volvieron ellos distribuidores. Luis Flores fue después dueño de una cantidad de terrenos enorme, ahí donde ahora es Abastos, el Rancho del Conde era de Luis Flores. Y se hizo multimillonario. Y qué decir de Reyes Huerta, que gracias al pulque hizo su fortuna y de ahí...
Calidades
También en los pulques había clases, había pulque pulque, pulque fino, que era de maguey manso, que era un magueizote grandotote, era el mejor pulque, se decía que le faltaba un grado para ser carne, nomás le faltaba el hueso, y luego había pulques corrientes que eran de maguey corriente, que esos por lo regular se daban aquí alrededor de la ciudad. Lo que diferenciaba a unos con otros era que el pulque bueno, el bueno-bueno, no hacía mal al estómago, era una cosa buena; en cambio el otro, que le decían choco, entre los peladitos le decíamos el Choco, ese pulque era de maguey corriente y hacía muchas veces daño al estómago, le soltaba a uno el estómago. Por eso en las pulquerías decía: pulques finos de Nanacamilpa, o pulques finos de Apan, de Atayangas, que eran los pulques muy finos, los de Tlaxcala, pulques de maguey manso, un maguey que hasta se veía azul. Y los introductores, como siempre, revolvían uno con otro para que no sintiera uno feo, pero en eso se diferenciaban los pulques.