En 1853, año de la
primera comunicación telegráfica en México, el presidente Mariano Arista deja
el poder tras un periodo completo de tres años en donde no sufrió intentos de
golpes de estado ni proclamaciones y concluyó su periodo presidencial, algo que
no ocurría desde Guadalupe Victoria. Además de inaugurar la primera línea
telegráfica, Arista otorgó la primera concesión para la construcción del
ferrocarril en ruta México-Veracruz e intentó impulsar la minería, la
agricultura y la incipiente industria mexicana, pero con el país en bancarrota
poco más pudo hacer. La República estaba profundamente dividida. Desde ese
momento, hasta la victoria de Benito Juárez sobre el imperio de Maximiliano en 1867, México verá pasar a
cuatro presidentes y un emperador que
tratan de gobernar un estado de cosas evidentemente ingobernable; en ese
periodo también vemos el enésimo retorno del caudillo Santa Anna y su derrota
final a raíz de la proclamación del Plan de Ayutla.
Dividido entre dos
bandos, el telégrafo sirve -es un decir- tanto a conservadores y como a liberales
que se proclaman gobernantes simultáneos del mismo país. Aquí, el primer
instrumento de telecomunicaciones eléctricas es objeto de todo tipo de
disposiciones encontradas y continuos sabotajes. Las divisiones de la sociedad
mexicana, junto a la histórica desigualdad
y la mala distribución de la riqueza, se dejan sentir a través de actos
vandálicos y sabotajes contra toda clase de instalaciones estatales.
Por paradojas de la
modernidad, el telégrafo representaba un gran avance en el progreso humano,
pero también vino a echar por tierra a una cantidad de negocios lícitos e
ilícitos que estaban sustentados, precisamente, en una mala comunicación, pues
los correos tardaban, cuando las diligencias en las que iban no eran asaltadas,
varias semanas en llegar a su destino y todo funcionaba con histriónica
lentitud; por poner un ejemplo, imaginemos la circulación de capitales
familiares, el padre manda dinero a un miembro de la familia que está al otro
lado del país ¿con qué familiar es conveniente? Si el portador del capital
llega sano y salvo a su destino ¿será tiempo aún de intervenir en el negocio? El
telégrafo, junto al ferrocarril, inaugurados en 1851, pero funcionales mucho tiempo
después, llegan a romper con una tradición comercial y financiera basada en una
lenta y pausada comunicación, lo que quiere decir que llegan a modificar
costumbres y formas de pensar, mentalidades algo medievales que habrán de
ponerse –literalmente- las pilas (electrostáticas, recientemente inventadas por
Alessandro Volta) para poder funcionar.
Debe pensarse en los
perjuicios causados a una clase comercial hegemónica que sufre las
consecuencias de una comunicación expedita que transforma sus esquemas de
distribución, de cobranza y pago, modificando asimismo las costumbres de
consumo de la población; y también se debe descubrir quiénes fueron los
beneficiarios de esta nueva situación comunicadora: una clase moderna de
comerciantes, una naciente burguesía comercial que rompía los mecanismos
tradicionales reinantes en las relaciones económicas internas y externas del
país; una generación de inversionistas, muchas veces llegada de los Estados
Unidos, como fue el caso del introductor del telégrafo Morse, Juan de la
Granja, residente en Nueva York por dos décadas, que aprendía a capitalizar sus
riquezas con los esquemas copiados en las exitosas y florecientes sociedades
burguesas del siglo XIX. Pero bueno, menos optimismo, recordemos que a mediados
del siglo XIX México vivía una de sus peores crisis políticas, económicas y
sociales desde su independencia, cuando de manera más clara estuvimos a punto
de desaparecer como país, pues como república desaparecimos durante cuatro
largos años.
El telégrafo, pues, era
uno de los chivos expiatorios, una empresa que tenía que mostrar su efectividad
en medio del caos y que en consecuencia no tuvo un comienzo prometedor. En 1854
la Red de telégrafos cuenta con 608 kilómetros de líneas instaladas, cinco
oficinas públicas, once empleados y productos superiores a los 10 mil pesos
anuales; por su parte, los gastos de reparación de líneas destruidas, renta de
locales y salarios casi llegan a los 20 mil. "En este año -dice don Pedro
Maldonado Olea en su Resumen Histórico del Telégrafo en México- tuvo la empresa un deficiente de $30,000. Hasta
entonces no había podido obtener utilidades en razón de que las convulsiones
políticas entorpecían toda clase de negocios."1 Como se ve, no
era aún un buen negocio. De hecho, faltaba mucho para que lo fuera. Por primera
vez, costosas y delicadas instalaciones eran desplegadas a lo largo de
kilómetros sin posibilidad de vigilancia; alambre de cobre nuevecito, de alta
calidad, que resultó excelente para la elaboración de ollitas y cazuelas,
aretes y artesanías. ¡Y tanto! Kilómetros y kilómetros. Por otra parte, era
urgente evitar que los liberales se comunicaran; o que lo hicieran los
conservadores; o que se supiera del abuso, del despojo, del asesinato. Fue la
primera red social que, como ahora, interfería en la privacidad. Las noticias
sobre destrucciones de líneas son prácticamente las únicas que se publican sobre
el telégrafo durante el primer lustro de los años cincuenta.
Dice El Siglo
Diecinueve en su edición del 22 de mayo de 1855: "El Telégrafo. Desde el
día nueve se interrumpió la comunicación con Guanajuato. Se restableció ayer a
las ocho de la mañana y hubo que reponer los alambres unas 3 leguas." El
12 de julio el mismo diario hace un enérgico llamado para que cesen los robos
de alambre por el rumbo de Puebla. Oficialmente, el gobernador de dicho
Departamento conmina a la opinión pública para que "cese en sus
desmanes". La Verdad, el 31 de agosto de 1855, dice al respecto:
"Desde hace mucho tiempo oímos al público lamentarse de las frecuentes
interrupciones de las comunicaciones telegráficas: informamos la causa, hemos
llegado a saber que generalmente depende de que personas mal intencionadas
cortan los hilos, perjudicando al comercio, a las empresas y al público en
general.”
"El dejar impunes estos delitos -abunda La
Verdad-, puede hacer además de los males
que hoy causen, el gravísimo de que no se puedan establecer otras líneas, pues
que mirándose los interesados en estas
mejoras abandonados y sin protección de la autoridad, no expondrán sus
intereses para contribuir al engrandecimiento del país, estableciendo nuevas
líneas."
Williams Stewart,
heredero de Juan de la Granja, quien después será un destacado empresario de la
línea ferrocarrilera a Veracruz, no escatimó esfuerzos por sacar alguna ventaja
a esta fallida empresa telegráfica que de tan avanzada no permitía ya a los
inversionistas dar marcha atrás. Por el momento andaba tramitando la
instalación de una línea México-Toluca. También, algunas regiones del interior
se distinguían por establecer telégrafos en sus localidades, tal es el caso de
Saltillo, Coahuila, hacia septiembre de este fatigoso año de 1855. Stewart puso
una línea "por su cuenta" de la Capital a la Villa de Tacubaya, con
el objeto de "alentar el proyecto de la de México a Toluca", según
cuenta El Monitor Republicano del 16 de septiembre. La idea de Stewart no sólo
era comunicar la ciudad de Toluca, pensaba seguir el trayecto de Toluca a
Morelia, de ahí a Zamora y de esta última a Guadalajara.
El Monitor Republicano
hace un llamado al público para que colabore en este “estimable” plan, dice:
"La actividad que demuestra el Sr. Stewart es digna de que su proyecto,
que es de tanta importancia para el país, tenga la acogida que merece, los que
se interesan en el adelanto de la República deben tomar acciones para que pueda
realizarse el pensamiento del Sr. Stewart. Las ventajas que el país recibirá
son inmensas y esas mismas ventajas las han de reportar en lo particular los
que tomen parte en la mencionada empresa. La oficina de la línea (a donde
podían acudir a comprar acciones los interesados) se ha establecido en la
Agencia Americana, esquina de la Monterilla y San Agustín, y en Tacubaya en la
calle principal." 2
Tan entusiastas
llamados no podían ser desoídos por la población y menos por el gobierno.
Cuatro días después de esta nota, el Sr. Plutarco González, gobernador del
Estado de México, ofrece su cooperación "en cuanto le sea posible al
establecimiento de una línea telegráfica entre México y Toluca".3 Y
para el 10 de octubre, William Stewart, "con la actividad que le es
genial", en palabras del Monitor Republicano, tiene ya la mayor parte de
los árboles que le servirán de postes
para la línea hacia Toluca, y ya encaminados hacia el éxito de lo que vislumbra
como el reflorecimiento de la empresa, propone en esa misma edición "el
establecimiento de una línea telegráfica de México a Cuernavaca, y ofrece
comenzarla tan luego como haya algunos accionistas."4 Al día
siguiente se informa la disposición de que, "sin pérdida de momento",
se establezca esta línea para la que el Sr. Comonfort, "por parte del Gobierno",
auxilia a la empresa con ocho mil pesos.5
El Monitor es el vocero
del gobierno republicano, el canal por donde esta fracción que comparte el
poder sobre los mexicanos externa sus preocupaciones y deseos. En su edición
del 28 de octubre se queja de los destrozos que "algunos indígenas"
ocasionan a las líneas telegráficas: "sentimos que algunos indígenas se
entretengan en cortar el alambre. Para evitar esos abusos que redundan en
perjuicio de la empresa y del público, debe castigarse con rigor a todo el que
cometa aquella clase de atentados."6 Pero 10 días después, el 7
de noviembre, dice al respecto que el Sr. Stewart ha puesto celadores en los
postes debido a "que algunos perversos están a cada momento destruyendo
alambres", pero que parecen estar de acuerdo con los celadores, "pues
el mal no ha cesado. Llamamos por tanto la atención del supremo gobierno para que tome parte en
evitar que se cometan tales maldades, pues de lo contrario se enfadarán las
personas que tienen interés en esas empresas. Sabemos que le Sr. Stewart
intenta suprimir la línea de que hablamos, si no logra contener el mal que se
le está causando."7 Sin embargo, Stewart, lejos de pensar en
serio dichas amenazas, se esforzaba por poner en práctica otros proyectos en
los que no estaba directamente relacionada la ciudad de México. Por lo pronto,
por estas fechas logró la autorización del gobierno para una erogación de 65,000
pesos para tender una línea de León a San Blas, pasando por Guadalajara, y otra
de León a Ciudad Victoria, pasando por San Luis Potosí.
El año 1856 inicia con
la noticia de la aprehensión del jefe de los reaccionarios de apellido Guitián,
que resultó falsa, motivo por el cual el periódico El Republicano se pregunta
hasta qué punto pudiera comprometer a la paz pública un cable enviado por una
persona cualquiera, firmado con el nombre que convenga a sus intereses, donde
se diga algo que no es cierto y que puede tener enorme importancia por los
acontecimientos políticos que pudiera suscitar. Opina que habrán de tomarse
medidas y, aunque reconoce no tener
ninguna idea, recomienda al gobierno que actúe para que "en el telégrafo
no se abuse de la fe y de la credulidad. Creemos, sin embargo -abunda-, que es
de meditarse este asunto, y lo recomendamos muy especialmente al supremo gobierno".8
El supremo gobierno no
tuvo idea de cómo evitar este problema, y no la tuvo nadie, pues como se
reconocería después, éste era un punto flaco del sistema telegráfico que no
tenía solución. Y en consecuencia habría de seguirse usando el servicio con un
dejo de buena voluntad en la credibilidad de los mensajes, corriendo el riesgo,
bien posible, de que el remitente no fuera quien decía que era, y el dueño
verdadero de la firma, así como su despistado destinatario, sufrieran las
consecuencias del engaño. A 160 años de telecomunicaciones eléctricas en el
mundo, parapetados ya en el internet, ese asunto sigue relativamente latente,
es decir, cualquiera puede abrir un
perfil de Facebook, un blog o de correo electrónico con el nombre que le
apetezca. Y se puede hacer poco, o nada, por evitarlo.
Mientras tanto, Stewart
seguía plantando postes por el Desierto de los Leones, allá por Cuajimalpa, encaminado
a Toluca. El gobierno del estado publicó las bases para el establecimiento de
la empresa, de nueve puntos, entre los que resaltan el capital total de dicha
compañía, que sería de cien mil pesos, representado por acciones de cien pesos,
medias acciones de cincuenta y cuartas de veinticinco.9 Para el 17
de febrero de 1856, habían sido tomadas ya cincuenta y un acciones de cien
pesos cada una para la línea México-Toluca-Morelia, y el 19 se informó que la
Capital del país ya estaba concentrada con la del Estado de México y empezaba a
cruzarse información con regularidad.
Sin embargo, El Republicano muestra
extrañamiento al descubrir que en la lista de accionistas "no se
halle al supremo gobierno, el cual bien puede tomar diez o veinte acciones para
proteger ese ramo de utilidad pública."10 Este mismo diario
publica la lista de accionistas que "hasta ahora han contestado a la
invitación" de formar la empresa telegráfica.
Entre los veintisiete
accionistas se cuenta a los gobiernos de los estados de México y Michoacán, al
propio gobernador del Estado de México, Plutarco González, de manera
particular; cinco licenciados, 17 civiles, entre ellos una mujer y un cura: el
de Ixtlahuaca, Pbro. Luis G. Suárez. Los gobiernos tomaron 18 y 10 acciones,
respectivamente, el gobernador y uno de los licenciados cinco; los demás entre
una, media y cuarta acción cada uno. Las aportaciones, por tanto, fueron de 25 a
1 800 pesos.11
El "supremo
gobierno" se vio en la necesidad de responder la nota crítica de El
Republicano, que se extrañaba de no verlo entre los accionistas, alegando haber
tomado 15 acciones el 12 de febrero a favor del Ministerio de Fomento, que por
alguna razón el diario no había tomado en cuenta.
El gobierno de
Michoacán formó una comisión integrada por los señores Manuel Elguero, Agapito
Solórzano, Carlos Valdevinos y Onofre Calvo Pintado, "para que promueva
todo lo que les parezca conducente a fin de que se realice tan importante
mejora que tanta influencia debe tener en el estado para las relaciones de cualquiera
naturaleza y principalmente para las comerciales."12
En notas separadas del
El Heraldo, el 19 de marzo, y de El Republicano el 20, William Stewart informa
que se han transmitido en el último mes por la línea México-Toluca-Morelia,
seis mil doscientas cuarenta y cuatro palabras, produciendo $253.56 pesos,
"lo que tengo el honor de participar a los señores accionistas". Don
Pedro Maldonado Olea, menos entusiasta cuando trata sobre aquellos años de 1858
y 59, dice en su crónica: "La revolución que asolaba el país había
destruido las líneas telegráficas. Las de Guanajuato y León acaban de sufrir
pérdidas que se estimaron en 31,000."13
En 1859, en el bando de
los conservadores, el Presidente Miramón "prorrogó al Sr. Viya y Cosío por
25 años el privilegio para construir líneas y decretó un impuesto de 5% a las
importaciones para fomento del telégrafo. El movimiento de mensajes en la
oficina de México era entonces de 250 al mes.
El telégrafo pasó
crisis tremendas. La línea de Veracruz, destruida constantemente por los
revolucionarios, había sido repuesta tres veces; pero como continuaran las
depredaciones, pues utilizaban el alambre para obras de fortificación, se
abandonó, quedando interrumpida por espacio de cinco años. Nuevamente se
reconstruyó y una vez más se le causaron graves perjuicios. La empresa había
agotado ya su capital en las reparaciones, y además no tenía ingresos porque el
gobierno impidió, durante largas temporadas, que el público hiciera uso del
telégrafo; únicamente se expeditaban los mensajes oficiales. Así de grave
estaba la cosa.
“Como compensación por
este servicio –explica Maldonado Olea-, el gobierno ofreció a la empresa que le
daría 80 pesos diarios cuando ocupara las líneas, sólo que no pasó del
ofrecimiento porque no tuvo fondos para hacer el pago. En 1863 debía al
telégrafo, según las cuentas atrasadas desde 1855, la suma de $58,540, además
de $11,294 que se vio obligado a tomar del fondo del 5%. Sin tener en
consideración lo anterior, la Regencia del Imperio exigió a la empresa que le
diera comunicación telegráfica y que tendiera más líneas, y trató, por fin, de
anularle el privilegio, como lo hizo después."14
Bajando de tono el
entusiasmo, y bajando de años, pues don Pedro Maldonado nos adelantó bastante,
el 5 de marzo de 1861 El Constitucional publicó una extraña nota de protesta de
un grupo de telegrafistas que dice: "El día de ayer insertamos en la sección
de remitidos, por habérsenos mandado para su publicación, una representación
que dirigen los empleados de telégrafos para que se devuelva a su dueño la
oficina que ha estado como secuestrada desde la entrada de las fuerzas
liberales a esta capital. Como las razones en que se funda esta representación
son, a nuestro juicio, dignas de consideración, recomendamos al supremo
gobierno la determine con la justicia que ello merece."
Ese año, desde el bando
liberal, Benito Juárez hace una serie de importante reformas a la
administración pública. Reduce a cuatro sus ministerios, quedando las
comunicaciones incluidas en la Secretaría de Justicia, Fomento e Instrucción
Pública, bajo el mando Ignacio Ramírez, el célebre “Nigromante” liberal. El 4
de mayo lanza un decreto "para el fomento y mejora de las líneas
telegráficas", consistente en seis artículos: "Art. 1.- Para el
fomento, mejora y extensión de las líneas telegráficas, se establece una
contribución sobre todos los estanquillos y tiendas donde se expenda tabaco labrado,
en rama o en polvo. Art. 2.- La base de esta contribución se tomará del capital
en giro en cada una de las negociaciones; Art. 3.- Cada uno de los referidos
establecimientos pagará una cuota mensual de uno, dos, diez, quince o veinte
pesos, según la categoría en que esté colocado; Art. 4.- Tres personas
pertenecientes al ramo, nombradas por esta Secretaría para la Capital y el
Distrito, formarán una junta calificadora, que con presencia de las
manifestantes hechas por los interesados determinarán la cuota que cada uno
deba satisfacer. Si ningún documento se presentase a los calificadores, éstos
resolverán por sí y su fallo no tendrá apelación; Art. 5.- En cada uno de los
estados los Agentes del Ministerio de Fomento harán el nombramiento de la
junta, la cual tendrá las mismas atribuciones que la de la Capital; Art. 6.-
Este impuesto se cobrará por los Agentes de Fomento en sus respectivas
demarcaciones, por meses adelantados, y se les concede para gastos de cobranza
un ocho por ciento. Por tanto, mando se impriman, publique, circule y observe.
Palacio Nacional de México, a 4 de mayo de 1861. Benito Juárez al C. Ignacio
Ramírez, Ministro de Justicia, Fomento e Instrucción Pública."15
Del lado conservador
Ignacio Comonfort, habiendo observado que el antiguo sistema de medición,
basado en leguas y varas tenía el "defecto de ser enteramente
arbitrario"16, lanza una "ley fundamental" para la
adopción del sistema métrico decimal. Diez años después, como no fue
"enteramente adoptado" este sistema, según el ministro imperial Luis
Robles Pezuela en su Memoria de 1865, es decir, que nadie lo tomó en cuenta o
que nadie lo entendió, Maximiliano expidió "la nueva ley de pesos y
medidas, poniendo en vigor el sistema métrico-decimal desde el 1 de enero de
1867":
Adelantando
acontecimientos, sabido es que Maximiliano de Habsburgo fue finalmente derrotado
por los republicanos, instalándose de nueva cuenta Benito Juárez en el poder.
No se sabe si por haber sido una decisión de los conservadores, avalada después
por el Imperio, o porque aún no hubo condiciones para entender el sistema
métrico decimal, la ley de Maximiliano tampoco fue acogida ni por la población
ni por el propio gobierno, pues todavía avanzado el Porfiriato las distancias
en las Memorias del Ministerio de Fomento guardaban fidelidad al
"enteramente arbitrario" sistema de varas, leguas y pies.
No fue la única
iniciativa imperial que se encaminó decididamente al fracaso. La concesión que
Miramón había otorgado a Viya y Cosío en 1859, por 25 años, causaba el inconveniente
de no poder construir una sola línea más sin su autorización, pues era de este
caballero el "privilegio exclusivo" para establecer telégrafos
"en toda la República", lo que significaba algo más o menos como
estar a merced de lo que Viya y Cosío dispusiera sobre el particular.
Las protestas no se
hicieron esperar y desde 1861 hubo una campaña periodística y oficial contra la
exclusividad del privilegio en un territorio tan grande como México. A la
llegada de Maximiliano, la concesión ya cobraba visos de escándalo y éste se
vio precisado a "conminar" al privilegiado a que "permitiera
hacer nuevas concesiones, a reserva de arreglarse después la indemnización que
por ello V.M. crea justo concederle."17 Don Pedro Maldonado
Olea sugiere que la petición fue mucho menos oficiosa, y el ministro imperial
Robles Pezuela sencillamente le "anuló el privilegio", luego de una
campaña orquestada contra Viya y Cosío por el periódico "Le
Estaffete"; sin embargo, fue tal su incapacidad para "adueñarse"
de las líneas telegráficas, como se lo había pedido Maximiliano, que es de
presumirse que el poderoso Viya y Cosío hizo largas negociaciones con el Estado
de las que no salió del todo mal librado.
El gobierno de
Maximiliano se interesaba sobre todo en adquirir sus propias líneas. El
Emperador había pedido al ministro Robles Pezuela que estudiara la posibilidad
de que el gobierno fuera propietario de las líneas telegráficas con el objeto
de ganar control en las provincias. Robles Pezuela interpretó equivocadamente
una "orden de adueñarse" por cualquier vía de las líneas, y sólo se
concretó a estudiar cuánto costaría al gobierno instalar una red propia de
líneas telegráficas (lo que hizo Juárez posteriormente fue "federalizar"
los telégrafos, sin importar si sus dueños querían o no vender), resultando de
esto la insolvencia financiera para emprender una acción de tal magnitud. El
ministro respondió: "No siendo posible construir inmediatamente las líneas
del gobierno y teniendo mayor importancia que se establezcan en el mayor número
posible, se arreglaron con los particulares (...) varias concesiones bajo bases
favorables (...), siempre con la condición de que el Gobierno pueda
comprarlas."18
Robles Pezuela informó
haber concesionado a Carlos C. Clute para tres líneas telegráficas: una de
Guanajuato-San Luis Potosí- "El Saltillo"- Monterrey-Matamoros; otra
de Matamoros-Cd. Victoria-Tampico-Tuxpan-Veracruz, y otra de San Luis
Potosí-Aguascalientes-Zacatecas-Fresnillo-Sombrerete-Durango. El plazo
concedido fue de un año para la primera, y de dos para las otras.
Y por aquello de que
"la ambición mató al gato", el ministro se apuró a comentar:
"Tengo noticias positivas de que cuenta con los elementos necesarios para
cumplir su compromiso."19 Se concesionó a Carlos J. Arnoux
"como representante de varios capitalistas de New York", las líneas
México-Toluca-Morelia-Zamora-La Barca-Guadalajara-Tepic-San
Blas-Mazatlán-Culiacán-Guaymas-San Francisco, este último punto de la Alta
California; Mazatlán-Cuencamé-Parras-Villaldamas-Cerralvo-Camargo-Durango, y
entre Manzanillo y Guadalajara, poniéndole un plazo de cuatro meses "para
presentar la conformidad de las personas que representa".20 Y
por último, por si a Maximiliano le quedara duda de la imposibilidad de
adueñarse del telégrafo, la concesión otorgada a Rodrigo Rincón para dos líneas: de Lagos a Aguascalientes y
de Lagos a San Luis Potosí, pasando por sus haciendas de Juachi e Ibarra. Se le
dio ocho meses para la primera y dieciocho para la segunda, 21 ante
lo cual Maximiliano, arrinconado, respondió que aunque el telégrafo debía
pertenecer al Estado, "no hay inconveniente en que sean construidos por
Compañías, a las que después les compre el Gobierno."22 Y en su
cometido por dejar claro que "el Gobierno es el único que puede construir
líneas telegráficas en el Imperio", y sólo cuando "lo considere
conveniente, dará permiso a algún individuo o compañía para que lo haga",
ordenó a Robles Pezuela la elaboración de un documento que no dejara dudas en
la legislación del sistema telegráfico.23
Se originó el
documento, que sin duda fue la principal obra de Maximiliano en materia de comunicaciones
eléctricas, pues es el primer reglamento en la historia mexicana de un sistema
de telecomunicación en donde se incluyen la totalidad de sus mecanismos
técnicos y administrativos, que serviría de prototipo a los que le siguieron,
implementando bases definitivas que se observaron hasta el final de su
historia, cuando fue oficialmente clausurado en 1992.
Maximiliano deja el
gobierno con sólo dos líneas funcionando: una de México a Veracruz, "con
un pequeño ramal del Palmar a San Andrés Chalchicomula, de la propiedad del
señor Viya y Cosío, y otra de esta misma Capital a Guanajuato, propiedad del
Sr. Muñoz Ledo. Ambas estaban comprendidas en el antiguo privilegio de líneas
telegráficas de 1849, prorrogado por el gobierno del general Miramón el 10 de
mayo de 1859 al referido Sr. D. Hermenegildo de Viya y Cosío, como
concesionario de la testamentaría de D. Juan de la Granja." 24
A la caída de
Maximiliano en 1867 el telégrafo está en su más precaria condición. Las líneas
federales aparecen en el paisaje mexicano como un ejemplo de barbarie. Benito
Juárez, Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz -por primera vez- y Manuel González, a
pesar de su preocupación, poco fue lo que pudieron hacer. Los franceses estaban
fuera, esto era cierto, pero quedaban los insurrectos nacionales. Y ellos
también tumbaban líneas.
No obstante, es en esta
época cuando el telégrafo empieza su resurrección. O su verdadero nacimiento.
Los gobiernos de la República restaurada vislumbraron las posibilidades
infinitas que les ofrecería un eficiente sistema de transporte y comunicación.
Juárez aparece en escena innumerables veces dictando leyes y decretos en favor
de éstos, aunque sus resultados, en un ambiente de levantamientos, revueltas
indígenas, invasiones y amenazas extranjeras, hayan sido prácticamente
insignificantes. Sin embargo, hay indicios de su preocupación.
Dice don Luis González
y González en la Historia General de México: "Movidos por una fe ciega en
la capacidad redentora y lucrativa de las modernas vías de comunicación, los
gobiernos de Juárez y Lerdo dedicaron a construirlas lo mejor de sus esfuerzos.
Antes se habían instalado mil ochocientos setenta y cuatro kilómetros de líneas
telegráficas. En la década comprendida entre 1867 y 1876 se tienden más de
siete mil kilómetros. Además, se restauran viejos caminos carreteros y se abren
otros, y se vuelve costumbre el servicio de diligencias entre las mayores
ciudades de la república. Por otra parte, se renueva la concesión a la compañía
constructora del Ferrocarril México-Veracruz con más franquicias para los
constructores que las negociadas por Maximiliano." 25
Nota:
El diseño de los telegramas corresponde al de 1893.
Citas:
1) Pedro Maldonado
Olea, Resumen Histórico del telégrafo en México, S/F, Original propiedad del
Grupo de Investigaciones Históricas y Museo de las Telecomunicaciones. p.1
2) El Monitor
Republicano, 17 de Septiembre de 1855, Año X, No. 2933, p. 3
3) El Monitor
Republicano, 21 de Septiembre de 1855, Año X, No. 2937, p. 4
4) El Monitor
Republicano, 10 de Octubre de 1855, Año X. No. 2956, p. 3
5) El Monitor
Republicano, 11 de octubre de 1855, Año X, No. 2957, p. 4
6) El Monitor
Republicano, 28 de octubre de 1855, Año X, No. 2974, p. 4
7) El Monitor
Republicano, 7 de Noviembre de 1855, año X, No. 2983, p. 3
8) El Republicano, 11
de Enero de 1856
9) El Monitor
Republicano, 8 de Febrero de 1856, Año XI, No. 3076, p. 2
10) El Republicano,
Tomo I, Año II, No. 147 del 19 de Febrero de 1856, p. 4
11) El Republicano, 20
de febrero de 1856
12) El Monitor
Republicano, 25 de Febrero de 1856, Año XI, No. 3093, p. 3
13) El Heraldo, 19 de
Marzo de 1856, Año III, No, 748, p. 3 y El Republicano, 20 de Marzo de 1856,
Tomo I, No. 173, p. 4
14) Pedro Maldonado
Olea, Resumen Histórico del Telégrafo en México, Original propiedad del GIHMT,
p. 1 y 2
15) Dublán y Lozano,
Legislación Mexicana, Tomo IX, Edición Oficial, p. 188-189
16) MEMORIA de la
Secretaría de Fomento a Maximiliano I
por el Ministro de Fomento Luis Robles Pezuela, 1865, p. 3
17) MEMORIA de la
Secretaría de Fomento, Ibid, p. 93
18) MEMORIA de la
Secretaría de Fomento, Ibid, p. 93
19) MEMORIA de la
Secretaría de Fomento, Ibid, p. 93-94, Documento 50
20) MEMORIA de la
Secretaría de Fomento de la Secretaría de Fomento, Ibid, Documento 51, p. 94
21) MEMORIA de la
Secretaría de Fomento, Ibid, Documento 52, p. 94
22) MEMORIA de la
Secretaría de Fomento, Ibid, p. 469
23) MEMORIA de la
Secretaría de Fomento, Ibid, Documento 35, p. 475-476
24) MEMORIA de la
Secretaría de Fomento, Ibid, Documento 47, p. 92
25) Historia General de México, El Colegio de
México, Tercera Ed. México, 1981; "El
liberalismo Triunfante", de Luis González y González, Tomo II, p. 921-922
*Subcapítulo de mi libro La raza de la hebra, historia
del telégrafo Morse en México, BUAP, 2004
..