lunes, 28 de diciembre de 2020

Armando Manzanero en Puebla

 

Nos despertamos este 28 de diciembre con la noticia de la muerte de Armando Manzanero, que el 7 de diciembre pasado había cumplido 85 años de edad y hace unos días convalecía –consciente, aunque intubado– del COVID; los pronósticos eran alentadores y se anunciaba que en unos días sería despojado de la máquina respiradora; eso último se cumplió. El 15 de julio de 1993 vino a Puebla presentar su espectáculo y tuve la oportunidad de entrevistarlo.

 


Cuando Armando Manzanero llegó al Teatro de
la Ciudad, ubicado en Los Fuertes de la histórica Puebla, aprovechando que lo acompañaba el músico poblano Helio Huesca –que para mi fortuna me reconoció–, lo seguimos teatro adentro con una endeble promesa de hacerle una entrevista. Gritó jocosamente a sus músicos, que ya estaban ensayando. Manzanero subió al escenario y bailó algunos compases. Luego se acercó al piano y Huesca aprovechó para contarme que estaba siendo testigo del estreno de un piano virgen, intocado. “En este momento, por primera vez, se está tocando ese piano –me dijo–, es nuevecito.”  

Manzanero tocó y cantó Cuando estoy contigo acompañado por su orquesta de diez elementos; cantó a continuación El día que me quieras, como un clímax de su largo viaje por Argentina, de donde venía llegando.

Lo acompañaba su esposa, guapa, de mediana edad que no soltó la mano del maestro en todos sus recorridos por el teatro. Pasamos a una oficina y Manzanero accedió a atenderme. “Dígame”, me dijo dispuesto a platicar. Fui presentado como periodista de radio por Helio y Manzanero me tendió la mano.

Me encontré con ese Manzanero de las fotografías, efectivamente pequeño, de semblante soñador y amable como un jarrito yucateco. Un hombre que conocía bien, desde la niñez, al que he visto en innumerables fotografías y películas y televisión. El Armando de todos.

En ese entonces el acceso a la información era otra cosa, no había Internet, se investigaba en revistas y folletos de dudosa calidad.  Solo sabía generalidades de su vida. Decidí enfocar mis preguntas hacia el músico, hacer preguntas musicales. La relación de su música con el bolero mexicano, leit motiv de mi programa Bolerísimo que pasaba de lunes a viernes a las dos de la tarde. Una hora diaria de bolero. Y entre Gonzalo Curiel y Luis Arcaraz siempre cabía un Mía o Salud y Esta tarde vi llover de Armando Manzanero, que cantamos innumerables veces en nuestras tardes de adolescencia, regaderazos y bomberazos en toda clase de reuniones, de kermeses en el salón de actos y la capilla parroquial.  Un Joselito taciturno.

 Esta tarde vi llover

Vi gente correr

Y no estabas tú

Manzanero era un hombre de 1.55 de unos 55 kilos de peso y 68 años de edad que realmente no se le notaban, salvo en unos ojos muy tristes (¿cómo de santo?) circundados por enormes y arrugados párpados. Su rostro sin embargo iba adornado con una media sonrisa que desde el cansancio de tantos viajes hacía todo lo posible por ser cortés.

“Qué tan famoso es”, le pregunté.

Su primera respuesta fue más bien áspera y se defendió con discreta cautela de la posibilidad de ser un verdadero maestro, categoría que por entonces protestaba. Desde 1952 ocupó un lugar en el Primer festival de la canción en Miami; en los 70 fue nominado al Grammy y entre sus intérpretes figuran cantantes de la talla de Frak Sinatra, Tonny Benett. Eydie Gormé, Perry Como, Eugenia León, Luis Miguel y muchos más.

A la pregunta expresa sobre la década de su nacimiento, respondió.

Sí, indudablemente que sí, pero más que la década de mi nacimiento, en realidad, la época que me hubiera tocado vivir sería antes de la Revolución, después de la Revolución. Si hubiera nacido siempre como nací, en Mérida, de todos modos hubiera tenido yo la influencia de mi país…, perdón, de mi tierra. Poco me enteré yo de las canciones revolucionarias, poco me enteré de la canción épica. En realidad cuando yo empiezo a tomar conciencia de la música, conozco la música que hasta la actualidad todavía sigue vigente, en estados tan importantes musicalmente como es Yucatán.

Le pregunto si su música puede ser considerada como bolero.

En realidad yo lo que tengo es una gran influencia de todo ese tipo de música. Lo que sucede es que yo soy una persona que, por el trabajo que tengo, por la forma en como viajo por todo el mundo con  Lucho Gatica, con Luis Demetrio, con Angélica María, pues escucho otro tipo de canción que, sin perder el espíritu romántico, su configuración y su estructura es diferente. Hablamos por ejemplo de Cuando estoy contigo. Cuando estoy contigo viene siendo una canción que, si uno la escucha, pues, incongruentemente, termina con el puente, a lo que todo el mundo llama fade out; o sea, yéndose para afuera. Entonces yo rompo esa estructura de que la canción mía tenga que ser un bolero: ocho de tema, ocho repetición, ocho de puente y ocho de final ¿verdad?, sino que yo me dedico a componer bajo otras formas. Hablemos de No, por ejemplo, que es otra canción que marca una época mía. Y hablemos de Adoro, en donde ya la medida no pertenece al bolero. El bolero está escrito a cuatro cuartos, y Adoro está escrito a doce octavos, entonces yo vengo siendo prácticamente esa persona que evoluciona dentro de la canción romántica, en otras formas.

Sin embargo usted fue alumno de Rafael de Paz, de José Sabre Marroquín; se sabe que tiene influencias de Mario Ruiz Armengol, de Chucho Zarzoza, grandes boleristas todos ellos. Usted ha recibido en dos ocasiones el Premio Agustín Lara ¿por qué se le relaciona insistentemente con el bolero y por qué su música tiene tan buena armonía con el bolero tradicional, al grado de que se pueden oírse juntos en un programa especializado al bolero?

(En aquellos momentos el disco Romances de Luis Miguel era un éxito internacional, ahí se incluían canciones de Manzanero. Pero lo que quería saber es si creía en un renacimiento del bolero, una nueva era bolerística en México.)

Es necesaria, hace falta. Nos hacen falta compositores que compongan sobre ese tema, porque está demostrado que si una canción tiene calidad y tenemos un exponente de una generación como Luis Miguel en este caso, como Manuel Mijares en otro, como Yuri en voz de mujer. ¡Cómo Eugenia León! Pues si tenemos buenas canciones van a tener éxito, definitivamente.

Es decir que seguir cantando a Agustín Lara, a María Grever, a los viejos compositores del bolero resulta un poco anacrónico.

Pues mire, si lo vemos desde un punto de vista de tiempo sí, pero si vemos que en realidad son canciones que parece que se escribieron ayer o mañana, entonces nos damos cuenta que en realidad son canciones que va a ser imposible de poder soltar, debido a que, como le decía yo anteriormente, por su calidad, por su sentido. Vamos a decir… no hablemos tanto de Agustín Lara, pero sí hablemos de Maria Grever, hablemos de Luis Demetrio, hablemos de César Portillo de la Luz. Estos escribieron adelantados, escribieron para un tiempo futuro que es el que realmente estamos viviendo ahora.

Pregunté a continuación sobre las posibilidades jazzísticas en el bolero.

Mire, el problema que tiene el jazz es, a mi manera de pensar, por supuesto, es que tal parece que es una música intelectual. Todo mundo se quiere prender a tocar jazz, porque en el momento que toca algo de jazz se está situando quizá en un plano superior, o más elitista que al que le pertenece.

¿Cuál es su opinión sobre experimentos jazzísticos que entonces Margie Bermejo hace con canciones como Sabor a mí, de Álvaro Carrillo?

El problema de que hay una gama de cantantes que son excelentes, gente que expone este tipo de música, este tipo de canción, incluso se preocupan mucho por no cantar lo que está de moda, lo que se está escuchando, siempre quieren tener su propio repertorio. El único problema que hay es que pertenecen a un núcleo de oyentes, a un núcleo de auditorio que no es el que compra muchos discos, que no es el que abarrota los lugares, y es ahí donde su enseñanza y su exposición no llega a las masas, no llega a donde necesitamos a veces llegar. Eso no quiere decir ni que le reste calidad ni que le reste exposición, sino todo lo contrario. Es gente muy buena. Pero como que, si para nosotros es difícil cantar un bolero, se nos hace dificultoso, aunque caigamos en redundancia, si nos metemos a la materia del jazz, lo hacemos todavía más elitista, más reducido.

Le pregunté su opinión sobre la música de calidad y la popular. Me referí a la música afroantillana que estaba teniendo en Puebla una primera probada en términos de jazz latino. Poncho Sánchez, Tito Puente estaban tocando jazz; el duende puertoyorkino incluso había grabado tres temas de Telonius Monk en su último disco. Paquito de Rivera, Ray Barreto ¡Es avanzar musicalmente aunque no sea popular!, expresé.

Indudablemente que sí. Además, como yo le dije anteriormente, hay gente que no ha tenido la suerte de penetrar, pero cuando hablamos de la gente que usted mencionó, pues indudablemente estamos hablando de palabras mayores, porque son mercados, ora sí que muy internacionales. Y le voy a decir una cosa: jamás nada que se pretenda, ni jamás nada que se experimente puede ser retrógrada, sino todo lo contrario. Indudablemente que es avanzar, y los resultados son muy bonitos en su gran mayoría de veces. 

Tiene tentación de escribir en otros géneros musicales. ¿Que le parecería una salsa manzanera?

Mire, en lo único que no he tenido tentación es en el pasodoble. No es el sentir mío. En los demás sí, porque inclusive yo soy una persona que ha escrito salsa. En mi show tengo dos o tres cosas puestas en Salsa; a la música tropical la amo mucho…

¿Entonces tiene música salsa?

Sí, yo tengo por ejemplo un éxito muy fuerte en todo el Caribe con Johnny Ventura que se llama Imagino; muy fuerte, sí. Bobby Capó también la cantó allá por 1957. Sí, exactamente, exactamente, sí señor.

Algo para el público.

Que les agradezco infinitamente que escuchen música romántica.

Muchas gracias, maestro.

 

Armando Manzanero era muy famoso desde que yo fui niño en los años sesenta, cuando todo lo relacionado al amor era una referencia a sus canciones: si éramos novios, si llovía en la tarde, si aprendíamos algo, si apagábamos la luz.

Este día Manzanero nos deja huérfanos de romanticismo a los 85 años. Salud maestro, que se conserven frescas nuestras emociones y no existan ilusiones que lleguemos a perder. Salud, querido…