domingo, 21 de diciembre de 2014

La modernidá


Soñaba que un chino enorme golpeaba rítmicamente una gran lámina a dos tiempos: pac pac;  pasaban unos segundos y otras vez: pac pac. Dos impactos seguidos, metálicos, sonoros y secos: Pac Pac. Me despertó el realismo del sonido, su inconfundible efecto de fierro real, de acero reforzado chocando contra acero: pac pac.


Es de madrugada y el ruido proviene de los últimos arreglos a la avenida 11 sur, a unos sesenta metros de distancia. El origen del pac pac es una coladera nueva que no calza correctamente en su base y cada vez que pasa un vehículo arroja su doble lamento al mundo en decibeles de consideración.

Hace dos meses llegaron las obras a nuestra colonia que levantaron el pavimento de la importante avenida de la 11 sur y vertieron medio metro de concreto reforzado lo suficientemente ancho como para sepultar cualquier atisbo de civilización anterior. Se dice que durará veinte años.

Los arreglos, sin embargo, dejaron mucho que desear, como puede apreciarse. El nivel de la calle aumentó decenas de centímetros, por lo que hubo necesidad de hacer “bajadas” que conduzcan al verdadero nivel de nuestras vidas. Las empresas contratadas para tales obras pecan de especialización y destruyen cosas que luego no vuelven a construir, o lo hacen mal, muy mal, tan mal que pareciera broma o desquite o venganza o no sé qué. 

Este “escalera” a media cuadra, por llamarle de algún modo, es el ingreso de la flamante nueva calle a la antigua banqueta. El “escalón” superior es demasiado alto, el segundo “escalón” es de apenas siete centímetros de ancho, el tercero es el mejor y más normal de los “escalones”, el cuarto es un homenaje a Mazacote, un gobernante local, y finalmente el último escalón, de un metro de anchura, que da a la banqueta original. Los acabados son “art de ca”.

Otro ingreso de la calle a la antigua banqueta ya no tiene escalera, echaron un poco de escombro y cal para distinguirla de la jardinera que existía antes de las obras, en acabados de “art de cu rru cu cú”. El primer escalón sigue siendo muy alto y dos metros después “quedó” un pequeño poste de acero que podría dejar sin aire a un despistado nocturno, o eunuco, dependiendo de su estatura.

La parte mejor terminada de la cuadra es la antigua parada de transporte que está casi en la esquina. Ahí hay banqueta de adoquín hexagonal, más o menos regular. En la orilla, sin embargo, antes de bajar el nivel a la banqueta antigua, “quedó” una interesante escultura espontánea que parece haber sido la base de un antiguo basurero y ahora es parte del acervo cultural de nuestra histórica colonia. Preventivamente lo he denominado “Homenaje a los voladores de Papantla”, porque su forma me recordó esa antigua tradición tutunakú de la sierra norte de Puebla y el Totonacapan veracruzano. “Art tu tu”

En la esquina quedó este registro algo descuidado, el concreto alcanzó para ese par de pendientes texturizadas en confluencia. Es un claro ejemplo de nuestra circunstancia nacional: lo moderno y lo antiguo, el adorno y la necesidad. La basura es de los vecinos. No pertenece a ninguna corriente del arte.

En la esquina de enfrente el acabado es bizantino como una discusión en la cámara de diputados que habla de obrar a favor de la patria: unos van por arriba, otro van por abajo, el problema está en el centro,  que nadie toca. La empresa constructora afortunadamente pensó en los caminantes y dejó un fragmento plano del antiguo pavimento para que el peatón no se contramate en el primer paso, sino en el segundo. No puede decir que no se le dio una oportunidad. “Puedesmat art”

En el levantamiento de las fotografías sorprendí al cura de la iglesia bendiciendo un vehículo nada nuevo ante la atenta y esperanzada mirada de sus dueños, toda una familia que ruega por que el coche no termine estampado en alguna de las posadas de este mes. Me pareció una buena metáfora de la esperanza que, a pesar de todo, tenemos los mexicanos de que algo cambie positivamente en este país.

Y las obras también metaforizan nuestra situación nacional. Hemos convertido a México en el país de lo mal hecho, lo inacabado, lo pendiente. Las empresas que dejaron nuestra calle en esas condiciones tal vez esperan que llegue otro y lo termine, que ellos ya cumplieron suficientemente con levantar la calle y poner una nueva carpeta de concreto reforzado ¿qué importa la gente que vive ahí?, aquí nadie se queja, nadie dice nada, nos alzamos de hombros y ahora no dormimos con el chaca chaca metálico que alguien, algún día, arreglará; mientras buscaremos acostumbrarnos.

Así termina este año que podríamos mandar directamente al olvido si no tuviera tantas cosas que debemos recordar y tener presente en el futuro. Es el año en que la crisis mexicana termina con nombre y apellido. Podemos dejar de invocar crisis por partidocracias, corrupción, inequidad y falta de educación, la crisis este año nos deja la enseñanza de llamarse IMPUNIDAD y apellidarse IMPUNIDAD, y es esa señora impunidad la causante de todas nuestras desgracias. La impunidad deriva naturalmente en el país del no pasa nada, nadie hará nada, la ley ampara al poderoso, la ley dice que no es culpable, papelito habla, nadie lo podré tocar.

En 2014 la impunidad ha tocado nuestras puertas y nosotros la hemos reconocido, no es nueva, es una antigua prestación política de los priístas que rápidamente asumieron los panistas y los perredistas; los verdes y los petos son hijos ilegítimos de la impunidad. A ella la cuidan celosamente los jueces de la suprema corte, que tienen el poder judicial de su parte para hacerla operante, expedita, impune.

Nada ocurrirá en este país  mientras la impunidad sea la marca registrada de los gobernantes y los poderosos; ni habrá paz, ni habrá progreso, ni habrá justicia ni nada mientras la impunidad sea la única premisa en la que se mueve el poder político y económico.


Por eso el 2015 deberá ser el año de la transparencia, esa otra señora que los priístas acaban de bloquear en el congreso y que ayer Manlio Fabio dijo que se “aprobará” en febrero. Debemos cuidar ese dicho y la redacción en que termine la susodicha ley, porque la transparencia es la causa que debe unir a los mexicanos en el corto plazo. Una ley de transparencia que no deje posibilidad de dudas, no del cristal borroso del que están hechas las actuales leyes de transparencia, sino de roca transparente, dura y fría. Pragmática, justa, equitativa. Entonces los mexicanos pasaremos la página para imaginar cosas mejores. Ya veremos, dijo Ray Charles.