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Entradas

Mostrando entradas de enero, 2009

Fulano de talk

Yo estaba sentado en un sillón frente a las cámaras de televisión. Era un estudio, un set de televisión y la señora con el rostro enrojecido de furia era Laura de América, la conductora peruana de talk shows que insulta y hace pelear a golpes a la gente. Por supuesto estaba nervioso. A mi lado Mary, mi esposa, fumaba apaciblemente. El sitio era ruidoso pero la voz de Laura de América sobresalió del conjunto para dirigirse a mí: ¿por qué te gusta lavar los trastes en tu casa? La pregunta me sorprendió ¿cómo lo sabía ella? El asunto de los trastes en casa era un problema doméstico, que si bien era cotidiano, no entraba en el terreno de los conflictos humanos, al menos en la casa. Pero la mirada apacible de Mary, que esperaba una respuesta sensata de mi parte, me animó a responderle a Laura de América: - Me gusta que esté limpio el fregadero –. –Pero qué decís –me ladró Laura- ¿sos acaso mandilón. “¿Mandilón?” repetí sorprendido. - A ti te gusta lavar los trastes, hacés tu cama, planchás ...

Justo recuerdo

Como dos de mis hermanos, estudié la secundaria y la preparatoria Justo Sierra en el lejano Moc. Justo Sierra era entonces simplemente un nombre. En las clases de música el profesor Carrillo nos hacía cantar un largo y sinuoso himno en su honor, que empezaba así: “Justo Sierra, maestro inmortal, en la América todos te aclaman…” Con el curso de los años y el interés por la historia, don Justo se ganó, con justicia, otra dimensión en mi humilde criterio. Fue uno de los personajes más simpáticos, útiles y prolíficos del Porfirismo. Campechano –en su doble acepción-, llegó a posiciones de mucho poder y decidió cosas indelebles en la educación mexicana; acertó y erró; fue porfirista hasta las cachas y a pesar de ello don Justo no tiene historias tenebrosas tras de sí. Es uno de esos políticos inteligentes gracias a los cuales México sigue siendo un país; seres que han formado patria, estilos de gobierno, moral pública. Un hombre que creyó en la inteligencia humana, en la ciencia, al grado d...

Juventino

Los mexicanos en ocasiones sentimos que carecemos de héroes verdaderos, y que fuera de los contados héroes de la Patria, el resto son héroes inventados, inflados o mercantilizados que no cumplen con los requisitos mínimos para ser héroes. Por eso los mexicanos hemos sido víctimas de caudillos milenaristas que nos envuelven con su canto y nos obligan a honrarlos. Luego despertamos como esclavos. Tal vez nos ha faltado buscar en otros ámbitos, como el del arte. Un ejemplo de eso que los mexicanos somos y que a veces valoramos poco, nos lo da Juventino Rosas, que nació un día como hoy de 1868 en Santa Cruz de Galeana, Guanajuato, en condiciones de extrema pobreza, y que murió en esas mismas condiciones en 1894, a los 26 años de edad. Una pérdida irreparable. Aunque se sabe que don Porfirio se interesó en la música de Juventino Rosas, como lo prueba el vals Carmen para la esposa de don Porfis, Juventino no quiso o no supo enriquecerse con su arte, como la mayoría de nosotros. En plan optim...

Brillantina pasional

En octubre de 2008 yo y cien mil personas en el mundo participamos en un concurso de Google para elegir cinco ideas brillantes cuyo único objetivo era beneficiar a la mayor cantidad de gente. Los ganadores tendrán el gusto de que su idea sea llevada a la práctica, únicamente, pues, se aclaró, ellos no ganarán nada más. Ni hablar de los 20 mil dólares destinados a llevar a cabo la susodicha idea. Bueno. Las condiciones pedían número específico de palabras y caracteres para llenar el cuestionario. ¿Con qué frase describirías tu idea? (150 caracteres máx.) Yo puse: “Poner barro a la disposición de los niños mexicanos y provocar una discusión nacional sobre el pasado prehispánico, tan asociado a él”. Entrábamos en materia. Describe tu idea al detalle (300 palabras máx.), pedía el cuestionario a continuación. Yo escribí: El barro es inaccesible a la mayoría de los mexicanos. Excepto quienes nacen y crecen en torno a la alfarería mexicana, que es amplia y rica, el resto de los mexicanos e...

Arte, no cultura popular

La insistencia de llamar Cultura Popular al arte popular ha desviado la atención –e incluso impedido– que se reconozca al arte popular ahí donde se le encuentra. Aunque se supone que el arte popular es cultura popular, ese pequeño detalle en el nombre sostiene una ambigüedad operativa en las acciones reales de los gobiernos en torno a la famosa cultura popular. Bueno, existe la dependencia de Culturas Populares, que según esta idea debería llamarse Artes Populares, porque el arte es su principal bastión. Debería llamarse Arte Popular, y el presupuesto que ahora destinan a “culturas populares” sea enfocado directamente al arte popular, que es muy localizable. Al entregar a los funcionarios de cultura mexicanos recursos para algo tan ambiguo como cultura popular, se desvía la atención de sus principales esencias, que son las artes. Debería pensarse en estrategias dirigidas directamente al arte popular, que es lo más noble y autosustentable de nuestra cultura popular.   Institucion...

Los Bonilla

La historia de los Bonilla, como músicos, se remonta a finales del siglo XIX, en Huitzilan, Puebla, cuando Juan Bonilla era un jovencito que vivía en ese paraíso salvaje de la misma forma que el resto de sus congéneres: encerrados detrás de centenares de montañas selváticas, sin caminos, sin electricidad, sin ningún contacto con el mundo moderno que todos sabían que se hallaba al otro lado de la sierra. Tal vez debido a la soledad o simplemente a sus dones naturales, la música siempre estuvo en su vida, pues no faltó el familiar que le enseñara a tocar un poco la guitarra y otro poco el violín, así que fue músico desde pequeño. A principios del siglo XX un hecho marcó su destino en el arte musical. A los dieciséis años, un violento brote de viruela que azotó a Huitzilan lo dejó ciego. Con enormes esfuerzos, Juan Bonilla se convirtió en músico de tiempo completo, y lo hizo tan bien, que en muy pocos años era el músico de mayor prestigio en toda esta zona de la Sierra Norte de Puebla. ...

Monsi y yo

A mediados de 1984 se publicó un libro de chismes llamado Juan Gabriel y yo, que mostraba al Divo de Juárez en una cama muy contento y bien acompañado por el autor. Durante ese año tomamos una materia con Monsiváis y nos burlábamos de hacer un balance del curso con el nombre de Monsi y yo, la portada iría ilustrada con una buena caricatura del Monsi, de las muchas que, entonces como ahora, realizan los mejores dibujantes de México. Pero no hicimos ningún balance, tarea ni nada académico en los dos semestres que duró el periplo por la geografía de este famoso autor, que a diferencia de Juan Gabriel, no llegó a la cama y menos a los tribunales. Nos reunimos una vez a la semana durante dos semestres en la escuela de restauración de Churubusco –“cerca de una estación del metro”, condicionó Monsi cuando hablamos del lugar. Leímos autores alemanes sobre cuestión nacional y nos hizo muchas recomendaciones de lecturas mexicanas. Nos preguntó sobre los Magníficos y su libro crítico a la antro...

No sé qué es la fe

De niño amé profundamente a Dios, muchas veces tuve en la iglesia momentos de éxtasis místico en los que casi casi se me apareció diosito. Sólo se necesitaba imaginación. Después de los doce años mi fe cristiana declinó para siempre y entonces lo que tuve fueron dudas, muchas dudas. Octavio Paz dice que el escepticismo es la antesala de la fe. Se deja de creer para terminar creyendo en algo. Yo creo eso mismo. A principios del siglo XXI no podemos decepcionarnos más de los seres humanos. Pienso con Ciorán que “las ilusiones se han desacreditado, pero la pesadilla persiste, decapitada y desnuda; continuamos deseándola precisamente porque es nuestra y no sabemos con qué remplazarla.” (Desgarradura p. 44) A mis cincuenta años creo que no es necesario definir mi fe. Si lo haces resulta casi grotesco, como estar adornando un ídolo de rosa o de café. En cambio, si no defines tu fe puedes moverte para probar otras ciertas fes, que es placentero experimentar alguna vez en la vida: la militanci...

Sueño de internet

En ese sueño lo difícil era hacer entender el concepto del internet a las autoridades del pueblo, uno de los más pobres del país, no hablábamos el mismo idioma. - La página de internet que se pone en sus manos es un instrumento de comunicación que llega al pueblo oportunamente. Gracias a la comunicación eléctrica los pueblos van a dejar de estar aislados del mundo. El presidente municipal me respondía: - Wa kinkalilakgapastilhakanan kin tsmaninkan. Yo insistía en el mismo tono. - Es un instrumento de comunicación que el gobierno debe proporcionar a la numerosa gente necesitada del país, como ustedes, como antes lo hizo la telegrafía, es un servicio para la gente. El presidente respondía - Masiykgo tasmaninkan’ listipekti’ akxni xtokgokgo. Pero yo estaba en vena, pensando que el presidente municipal, un anciano de ojos atentos y actitud emprendedora, me estaba entendiendo a la perfección. - La gente no tiene por qué entender su complicado funcionamiento. La gente lo que necesita es envi...

La Villa Olímpica

Un poco más al sur de Perisur, sobre Insurgentes, queda la Villa Olímpica, que el gobierno construyó para las olimpiadas de 1968. Mientras estudiaba en la ENAH, que queda enfrente, detrás de las ruinas de Cuicuilco, tuve el gusto de vivir ahí, que entonces era una especie de ghetto destinado a residentes extranjeros, generalmente asilados de las dictaduras sudamericanas. Mi sorpresa fue mayúscula cuando, años después, revisando un libro de antropología, encontré esta foto institucional de la escuela en donde aparezco en mi trayecto hacia la villa. La villa olímpica a principios de los ochenta estaba llena de argentinos y otros extranjeros. Los mexicanos éramos rarezas en los veintitantos edificios, entre los que había intercambio de habitantes. Yo viví en tres edificios diferentes. Unos más cómodos que otros. El 21, que estaba al fondo, era muy agradable. Ahí renté una recámara de las cuatro disponibles. En los otros cuartos había parejas de chilenos, argentinos, peruanos, y unos franc...

Por emular a Tarzán

En 1981 instalé una escultura monumental de siete metros gracias a las gestiones de mi mentora Ana Lydia que hizo toda la conexión. Mientras la elaborábamos en el taller de herrería de Rafa, un tubo de metal de unos 15 kilogramos que uno de los muchachos sostenía como a ocho metros de altura, se le resbaló, cayéndome en la cabeza. El tubo cayó horizontal pegándome en el costado derecho de la cabeza y fue el hombro el que recibió el impacto completo. Cundió la alarma y todos me hicieron la cuenta de protección, pero yo estaba seguro que no había pasado nada. Soy un cabezadura. Cuando tenía unos doce años, trepado en el sauce llorón del jardín de mi abuelita Luz, con dominio de banqueta porque era un árbol enorme, tuve un desafortunado accidente. De una altura de seis metros, caí rebotando en las ramas y quedé tirado inconsciente. El cartero ayudó a meterme a la sala, desperté en el sofá bajo la mirada escrutadora del retrato de mi abuelito, muerto apenas hacía tres años, y no sabía exac...

Un amante de verdad

Unas noches después de mi llegada a la ciudad de México (1976) se me permitió vivir inesperadamente la experiencia de dormir con una mujer. En Moc había tenido relaciones con mi novia en el automóvil de mi papá, perdidos en la oscuridad de un paraje que llamábamos kilómetro 16, pero nunca, ni soñando, toda la noche con una mujer. Mi ignorancia era plena. Sólo puedo recordar el vigor de un joven fuerte y sano que tuvo la gran oportunidad y no se arredró ante lo que estaba por suceder. Estaba claro que Pi era mi novia, nos habíamos besado, pero esa noche que fuera apenas la siguiente noche en la ciudad, nunca me pasó por la cabeza que sería la noche en la que por fin realizaría el viejo anhelo de dormir con una mujer y coger sin prisas y sin pausas la cantidad de veces que quisiera. Era el premio mayor de una lotería de la que no había comprado ni boleto. Ahora, lo que sucedería después de que subiéramos a mi recámara era territorio completo del libre albedrío. En las prisas de aquellos ...

Filosofía y letras

De la SCOP a la UNAM eran treinta minutos, en promedio. Tomaba una ballena en la avenida Universidad, frente a la glorieta de la SCOP, que se iba derecho hasta la escuela de lenguas de CU, donde empezaba ciudad Universitaria, ahí me bajaba y caminaba más o menos un kilómetro de jardines y edificios que emergían en el ondulante paisaje de lomas verdes, hasta el estacionamiento de la facultad de Filosofía y Letras. El año de mi ingreso a la UNAM (1976) todo era nuevo para mi, recién llegado de un pueblito de veinte mil habitantes. Mi hermano Jaime me acomodó en la extinta Dirección de Telecomunicaciones como “oficial administrativo”, el sueldo era paupérrimo pero suficiente para un muchacho como yo, que viviría un año de agregado familiar Antonio y Martha. Se trataba de la oficina de Cobranzas, a la que pronto me adapté y combiné sin problemas con la universidad. En la mañana trabajaba mecanografiando oficios y revisando expedientes para encontrar adeudos, y en la tarde asistía a una exó...

Presentación

Tengo la edad de aquellos que estudiaron la universidad entre los años setenta y ochenta e hicimos nuestras primeras investigaciones en arqueológicas fichas de cartón tamaño media carta de colores diversos, aunque prevalecían las blancas, rosas, amarillas, verdecitas y azul pastel. Ahí escribíamos en máquina mecánica las citas de los autores estudiados y las búsquedas y reflexiones que dominaban aquellos tiempos. Diversos hitos de las ciencias sociales estructuradas con la teoría marxista, que era una metodología de carácter obligatorio. Me interesa hablar de aquellos años, pues ahora veo con la tecnología y con las hijas una versión completamente nueva de las preocupaciones humanas. Escudriñar en los recuerdos una especie de metodología que me permita, en primer lugar, explicar mis propios cambios en tan pocos años, y en el mejor de los casos, encontrar una forma de entender las nuevas mentalidades de las que me siento tan ajeno. Ya sé que en todas estas palabras hay muchas contradicc...