Las purgas políticas de gobernantes inseguros o amenazados han ocurrido a lo largo de la historia del mundo. Stalin fue un maestro en esas artes, pero pocos se comparan con el gran especialista: Hitler. En México la herida abierta que dejó la muerte de Francisco R. Serrano y trece de sus aliados a manos de los esbirros de “su querido compadre” Álvaro Obregón (“mátalos en caliente”) en Hutzilac, Morelos, aún deja un mal sabor de boca a quienes decidimos recordarlo
El 30 de junio de 1934 ocurre tal vez la más famosa purga del siglo XX, que marca el inicio de un régimen dictatorial de enorme costo para el mundo: la tenebrosa Noche de los cuchillos largos, cuando Hitler se deshizo de toda oposición interna, quedando sólo en el poder.
La operación, llamada Colibrí, la organizó el propio Hitler, que era canciller, para deshacerse de la violenta e independiente fuerza paramilitar reconocida como SA (Sturmabteilung), aprovechando la desconfianza que éstos provocaban en el interior del parlamento, en especial su dirigente, Ernst Röhm, a quien Hitler reconocía como un potencial rival en su camino a controlar el Estado alemán.
Las noches del 30 de junio y el 2 de julio Hitler utilizó a la SS y la Gestapo para ejecutar su plan. En total murieron por lo menos ochenta y cinco individuos y más de mil fueron arrestados, en un hecho que los alemanes llaman “Golpe de Röhm”, ya que los “cuchillos largos” es una expresión histórica que utilizan para nombrar cualquier purga del poder contra sus aliados.
Este sangriento golpe abrió el camino a Hitler a obtener su inmenso poder. A la muerte del presidente Hindenburg, el 2 de agosto de 1934, asciende a la presidencia de Alemania y, casi de inmediato, se autoproclama Führer con los resultados conocidos. ¿Qué hubiera pasado de fracasar la asonada contra los poderosos SA?, pregunta inútil.
El 30 de junio de 1934 ocurre tal vez la más famosa purga del siglo XX, que marca el inicio de un régimen dictatorial de enorme costo para el mundo: la tenebrosa Noche de los cuchillos largos, cuando Hitler se deshizo de toda oposición interna, quedando sólo en el poder.
La operación, llamada Colibrí, la organizó el propio Hitler, que era canciller, para deshacerse de la violenta e independiente fuerza paramilitar reconocida como SA (Sturmabteilung), aprovechando la desconfianza que éstos provocaban en el interior del parlamento, en especial su dirigente, Ernst Röhm, a quien Hitler reconocía como un potencial rival en su camino a controlar el Estado alemán.
Las noches del 30 de junio y el 2 de julio Hitler utilizó a la SS y la Gestapo para ejecutar su plan. En total murieron por lo menos ochenta y cinco individuos y más de mil fueron arrestados, en un hecho que los alemanes llaman “Golpe de Röhm”, ya que los “cuchillos largos” es una expresión histórica que utilizan para nombrar cualquier purga del poder contra sus aliados.
Este sangriento golpe abrió el camino a Hitler a obtener su inmenso poder. A la muerte del presidente Hindenburg, el 2 de agosto de 1934, asciende a la presidencia de Alemania y, casi de inmediato, se autoproclama Führer con los resultados conocidos. ¿Qué hubiera pasado de fracasar la asonada contra los poderosos SA?, pregunta inútil.