El 18 de julio de 1847 se desata la llamada Guerra de Castas en la Península de Yucatán, en realidad guerra de reivindicación maya que puso en alerta a aquellos que discutían en el centro de México qué hacer con el candente “problema indígena”.
“Si los educamos ya ven lo que está pasando en Yucatán”, se convierte en un argumento de peso contra los que abogaban por la educación indígena como medida pacífica de incorporación a la patria.
La guerra de castas encendió un cerillo que se convirtió en incendio regional para permanecer encendido durante 54 años. Yucatán estaba del otro lado de una selva inextricable para los incipientes medios de comunicación de la época, por ello pudo convertirse en una virtual república porque no había manera de impedirlo desde el centro, apurado de por si en sus propios conflictos. Debe recordarse que ese año de 1947 México sufre la peor de las invasiones yanquis a su territorio y estuvo muy cerca de perder “todo” ante su poderoso invasor.
Pero la guerra en Yucatán no era propiamente política, aunque había grandes problemas políticos entre los intereses campechanos y los meridanos, representados por Santiago Méndez y Miguel Barbachano, que se vieron rebasados por la sublevación. La guerra estalla por el hartazgo maya de las precarias condiciones de vida de la mayoría de la población, las deudas impagables y hereditarias de las tiendas de raya de las haciendas, el tráfico de trabajadores para ser comerciados como esclavos en la vecina Cuba, el feroz control social, la disfrazada esclavitud, el hambre, el abandono, el cinismo.
La chispa se encendió en la hacienda Culumpich, propiedad de Jacinto Pat, con cientos de mayas armados por el propio gobierno yucateco para la defensa de la nueva república que voltearon sus armas contra el opresor. En unos días se desató la represión. Antonio Ay, líder maya en Chichimilá, es aprehendido y ahorcado en una plaza. Cecilio Chi, proveniente de la oriental Tepich, ordena la muerte de los blancos. Desde el sur, Jacinto Pat avanza con sus tropas. Era la guerra, llamada posteriormente de castas, pero en realidad la guerra maya, que duraría la friolera de medio siglo, con un cuarto de millón de muertos, hasta que el gobierno federal estuvo en condiciones de intervenir con ventaja en 1901. Claro, en el camino de disolvió la república yucateca, pasando a ser parte de la república mexicana.
“Si los educamos ya ven lo que está pasando en Yucatán”, se convierte en un argumento de peso contra los que abogaban por la educación indígena como medida pacífica de incorporación a la patria.
La guerra de castas encendió un cerillo que se convirtió en incendio regional para permanecer encendido durante 54 años. Yucatán estaba del otro lado de una selva inextricable para los incipientes medios de comunicación de la época, por ello pudo convertirse en una virtual república porque no había manera de impedirlo desde el centro, apurado de por si en sus propios conflictos. Debe recordarse que ese año de 1947 México sufre la peor de las invasiones yanquis a su territorio y estuvo muy cerca de perder “todo” ante su poderoso invasor.
Pero la guerra en Yucatán no era propiamente política, aunque había grandes problemas políticos entre los intereses campechanos y los meridanos, representados por Santiago Méndez y Miguel Barbachano, que se vieron rebasados por la sublevación. La guerra estalla por el hartazgo maya de las precarias condiciones de vida de la mayoría de la población, las deudas impagables y hereditarias de las tiendas de raya de las haciendas, el tráfico de trabajadores para ser comerciados como esclavos en la vecina Cuba, el feroz control social, la disfrazada esclavitud, el hambre, el abandono, el cinismo.
La chispa se encendió en la hacienda Culumpich, propiedad de Jacinto Pat, con cientos de mayas armados por el propio gobierno yucateco para la defensa de la nueva república que voltearon sus armas contra el opresor. En unos días se desató la represión. Antonio Ay, líder maya en Chichimilá, es aprehendido y ahorcado en una plaza. Cecilio Chi, proveniente de la oriental Tepich, ordena la muerte de los blancos. Desde el sur, Jacinto Pat avanza con sus tropas. Era la guerra, llamada posteriormente de castas, pero en realidad la guerra maya, que duraría la friolera de medio siglo, con un cuarto de millón de muertos, hasta que el gobierno federal estuvo en condiciones de intervenir con ventaja en 1901. Claro, en el camino de disolvió la república yucateca, pasando a ser parte de la república mexicana.