Foto postal de un amable estudiante de la Ibero Mi mayor aventura artística fue instalar una escultura de siete metros en el campus de la Ibero de Puebla, una instalación móvil de cinco piezas que duró un año exhibiéndose en el jardín principal, gracias a las gestiones de mi querida Ana Lidya Flores y la mentalidad abierta de la universidad. Mi mejor esfuerzo lo he dedicado, no obstante, a la elaboración de algo que he llamado libertinamente "dramitas", chamucos que emergen del barro para petrificarse (literalmente, el barro se seca y el dramita queda de piedra) rostros y cuerpos lascivos, suplicantes, estridentes, que han pasado el tiempo conmigo como una obsesión artística e inicua de la realidad; el mundo dramita habitado por manos, pies, ciudades y campos; lunas y planetas que pocas veces llegan más allá de su esbozo plástico, es decir, que pocas veces llegan al estado cerámico, hasta un horno. Quedan así en crudo y siempre se rompen por alguna razón. Humedad, brus...