La última víctima de Hipócrates fue la inocente de Mar, que en medio de su baño semanal –bueno, día de por medio-, descubrió una nada pequeña bola en su vagina que por supuesto la asustó. Mi especializada auscultación no hizo sino incrementar el pánico, pues lo que vi fue efectivamente una bola del tamaño de una nuez que había crecido en la entradita de sus labios australes. Veinticuatro horas antes no estaba ahí, aseguró la víctima. Como no tenía ni dolor, ni nada, lo sensato –una cualidad que casi nos ha sido negada a ambos- era acudir al ginecólogo mal despuntara el día siguiente. O sea que el casi siempre deja un resquicio de prudencia, afortunadamente. Lo que sucedió a continuación tiene más que ver con las artes musicales que con la ginecología; me llevó a investigarlo. El tal Bartolini era seguramente la combinación exacta de Bart Simpson y Nicolo Paganinni, y tuvo a bien nominar esa glándula con su nombre inconfundiblemente musical, en un arranque de creativa misogi...