Con el riesgo de meterme en honduras, quiero expresar mi desazón con los recientes acontecimientos de nuestro vecino en Centroamérica, pues no comprendo el apoyo unánime de los países americanos al depuesto presidente Zelaya. Así como lo entiendo, el presidente se pasó por el arco del triunfo la sentencia de todas las instituciones de su país en su insistencia por preguntar a sus conciudadanos si querían que se perpetuara en el poder. La Suprema Corte dijo que no, al igual que otras instituciones relevantes, como el ejército, pero Zelaya, montado en su macho, decidió que sí. Lo extraño no son los desplantes de un presidente que quiere mantenerse en el poder a cualquier costo. Chávez lo hizo este mismo año en Venezuela y lo hubiera seguido haciendo si el último referéndum para perpetuarse en el poder hubiera sido una nueva derrota, pero ahora sí le salió la jugada. Lo verdaderamente extraño es que todos y cada uno de los presidentes de América, Obama incluido, hayan decidido apoyar incondicionalmente al Sr. Zelaya en contra de los dictámenes de la más alta institución jurídica de Honduras, y cualquier país, que es la Suprema Corte. ¿No se supone que la suprema corte de justicia de la nación en la máxima instancia de poder, ahí donde se dirimen los conflictos más peliagudos? ¿No se supone que en una nación libre y soberana hay tres poderes, a saber, el legislativo, el ejecutivo y el judicial? ¿Por qué los países de América han decidido apoyar a uno de ellos, en contra de los pareceres de los otros dos?
El señor Zelaya me es tan desconocido e indiferente como el señor Bacheleti y, honestamente, me da exactamente lo mismo cuál de los dos gobierne, pues además son del mismo partido. Lo que me llama la atención es que los presidentes son defensores a ultranza de las instituciones sólo hasta el límite de sus conveniencias. Cuando las instituciones fallan en su contra, entonces aparece el victimismo y el grito en el cielo de la sacrosanta institución presidencial. El señor Zelaya rompió la ley al aferrarse a una consulta que fue prohibida por la suprema corte, un grave error que debe pagar con su defenestración. Por su parte, considero que el error que cometieron los poderes de facto hondureños al decidir quitar de la presidencia a Zelaya, fue llevarlo a Costa Rica, pues debió ser aprehendido y conducido a una cárcel de su país. Por lo demás, nunca imaginaron el escándalo que se iba a armar apenas unas horas después.
Ya es tarde para cualquier solución civilizada y la actitud de los países de la OEA sólo le echa gasolina al fuego. Ya sea que Bacheleti pueda gobernar los próximos meses con un boicot regional generalizado, además de la crisis económica, o que Zelaya regrese a retomar el poder en una situación francamente complicada, con todas las instituciones en contra, el caldo de cultivo hondureño huele a dictadura militar. Es una pena. La autodeterminación de los pueblos llamados democráticos debe ser congruente con los poderes establecidos en su unión nacional, los tres poderes; la no intervención debe de seguir siendo un derecho indeclinable de las naciones, pero la ONU ha decidido decir que no.
El señor Zelaya me es tan desconocido e indiferente como el señor Bacheleti y, honestamente, me da exactamente lo mismo cuál de los dos gobierne, pues además son del mismo partido. Lo que me llama la atención es que los presidentes son defensores a ultranza de las instituciones sólo hasta el límite de sus conveniencias. Cuando las instituciones fallan en su contra, entonces aparece el victimismo y el grito en el cielo de la sacrosanta institución presidencial. El señor Zelaya rompió la ley al aferrarse a una consulta que fue prohibida por la suprema corte, un grave error que debe pagar con su defenestración. Por su parte, considero que el error que cometieron los poderes de facto hondureños al decidir quitar de la presidencia a Zelaya, fue llevarlo a Costa Rica, pues debió ser aprehendido y conducido a una cárcel de su país. Por lo demás, nunca imaginaron el escándalo que se iba a armar apenas unas horas después.
Ya es tarde para cualquier solución civilizada y la actitud de los países de la OEA sólo le echa gasolina al fuego. Ya sea que Bacheleti pueda gobernar los próximos meses con un boicot regional generalizado, además de la crisis económica, o que Zelaya regrese a retomar el poder en una situación francamente complicada, con todas las instituciones en contra, el caldo de cultivo hondureño huele a dictadura militar. Es una pena. La autodeterminación de los pueblos llamados democráticos debe ser congruente con los poderes establecidos en su unión nacional, los tres poderes; la no intervención debe de seguir siendo un derecho indeclinable de las naciones, pero la ONU ha decidido decir que no.
Concuerdo contigo que no conozco las internas de este hecho, y mas aun suna muy raro que todos estos estados esten de acuerdo en devolver a Zelaya a su puesto.
ResponderEliminarEn lo que no concuerdo es que bajo NINGUNA razon se debe vulnerar uno de los poderes por el resto y menos a la fuerza. Si el presidente estaba desvariando, hay que confiar en el pueblo, asi como el publo le dijo NO a chavez alguna vez, y se lo puede decir de nuevo. y el es presindente a menos que renuncie (de verdad no con notas falsas que puden ahcer un congreso tomar medidas sesgadas) y debe terminar su mandato o el congreso pedir su renuncia (de ahi la divicion de poderes), y luego hacerle TODOS los juicios que vengan al caso por abuso de poderes, pero no antes que termine su mandato.
Uno esta acostumbrado a ver las Instituciones democraticas vulneradas y corrompidas. Pero tambien la historia nos a mostrado que no es la solucion la fuerza, y si bien es algo de orden interno, y no hay que despertar antiguos fantasmas.... los fantasmas siguen alli, creo que una coyuntura gegional no puede ahcer tan mal no?
http://alt1040.com/2009/07/video-muestra-la-represion-de-la-policia-y-militares-en-honduras
<- no he chequeado esta fuente
Pues, ahí tienes, el uso de la fuerza fue el error de los opositores de Zelaya, pues erstando todos de acuerdo lo hubieran podido destituir con la ley en la mano.
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