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Mostrando entradas de 2012

Malú Méndez Lavielle

Malú Méndez Lavielle pertenece a esa clase de artistas que están más allá de la afición, del gusto por hacer ciertas cosas, la dedicación o el espíritu profesional. Ellos son artistas que están más cerca de una situación médica que de una galería. Trabajan por compulsión, viven el arte como una condición vital, el arte no pertenece a ellos sino que ellos pertenecen al arte,   son enfermos de arte, artistas aprehendidos en redes psicológicas que se tardan una vida en desentrañar. Si se les prestara la misma atención que a los narcotraficantes o a los futbolistas el mundo sería otro, pero por el momento no tienen interés, su pasión por la belleza no vende periódicos, cuando podrían ser tan interesantes como la más violenta nota roja: “asesinó la perspectiva con amarillo cadmio”; “suicido de un color frente al artista”; “huelga de pinceles en La Esmeralda”.  El interés y en consecuencia la calidad del artista, en la mayoría de los casos, puede resumirse en el interés y...

Nuestro Sergio

Mi amigo y compañero de   mil batallas, Sergio Mastretta, inicia hoy formalmente su reencuentro con el oficio periodístico suspendido en marzo de 2004 con el cierre de su noticiario Revista 105, en donde estuvimos doce años de 5.30 a 10 de la mañana. Su nuevo portal, en alianza con el periódico digital e-consulta, se llamará a partir de hoy Mundo   Nuestro. Mundo Nuestro es un portal web especializado en el género periodístico de la crónica como narración literaria fundada en la entrevista, el testimonio y la investigación documental y de campo, donde Sergio buscará darle espacio a jóvenes cronistas. El folleto informativo indica, además: Mundo Nuestro quiere contar historias verdaderas, aunque no sean perfectas. Es el esfuerzo por comprender el mundo con los ojos críticos de las ciencias sociales y la sensibilidad de la vocación literaria.   Mundo Nuestro quiere contribuir en la construcción de una red de pensamiento que abra la posibilidad de mirar a...

No sé si debo decirlo

En el marco de los setenta años del exilio español en México que el periódico El País ha estado recordando en estos días, pongo mi granito de arena con esta historia de una exiliada que terminó en la ciudad de Puebla de aquellos años aciagos, a donde doña Violeta Fernández llegó para quedarse, hasta su muerte hace algunos años. Esta es su historia. En 1913 estábamos en Cuba, mi madre estaba en Cuba y yo nací ahí. Pero luego, para el año 20 ya estábamos otra vez en España.   Entonces al cabo del tiempo, cuando yo quise hacer el ingreso a la Normal de Maestras, mis padres no me habían registrado. Y doña Leticia, que era la comadrona que había asistido a mi madre, ya se había muerto. Entonces se recurrió a una cosa que luego se hizo mucho en la guerra nuestra, decir que en un juzgado de Barcelona que había sido quemado desapareció   mi acta de nacimiento. Entonces me inscribieron en Barcelona. Entonces aparece que soy nacida en Barcelona. Mi padre madrileño y mi ma...

Yo soy .-.. .. --- .--. --- .--.. ---

Con ella comprendí que el amor tenía una faceta falsa, una parte que se relacionaba pura y solitariamente con el deseo sin pelos en la lengua; sin pelos en ningún lado, pues era un adolescente imberbe y profundamente lampiño, tal como el adulto que resultó de aquello.  Ella se llamaba Alma, tendría unos diecisiete años, 1.70 de estatura, un frontispicio capaz de soportar la vajilla completa y el pelo largo y rubio que le llegaba a la cintura. Un amor imposible, pues yo medía treinta centímetros menos, tenía doce o trece años y objetivamente ninguna posibilidad. Era, por supuesto, el objeto del deseo de la oficina de telégrafos. Alma estudiaba telegrafía con mi papá, el alfabeto Morse, y era una estudiante aplicada. Inesperadamente nació en mi un impostergable deseo por conocer la misteriosa clave creada por don Samuel cien años antes, es increíble que no lo hubiera tenido antes, pero en ese momento sentí que la clave y yo teníamos algo en común, los puntos y las raya...