Malú Méndez Lavielle pertenece a esa clase de artistas que están más allá de la afición, del gusto por hacer ciertas cosas, la dedicación o el espíritu profesional. Ellos son artistas que están más cerca de una situación médica que de una galería. Trabajan por compulsión, viven el arte como una condición vital, el arte no pertenece a ellos sino que ellos pertenecen al arte, son enfermos de arte, artistas aprehendidos en redes psicológicas que se tardan una vida en desentrañar. Si se les prestara la misma atención que a los narcotraficantes o a los futbolistas el mundo sería otro, pero por el momento no tienen interés, su pasión por la belleza no vende periódicos, cuando podrían ser tan interesantes como la más violenta nota roja: “asesinó la perspectiva con amarillo cadmio”; “suicido de un color frente al artista”; “huelga de pinceles en La Esmeralda”. El interés y en consecuencia la calidad del artista, en la mayoría de los casos, puede resumirse en el interés y...