Malú Méndez Lavielle pertenece a esa clase de artistas que
están más allá de la afición, del gusto por hacer ciertas cosas, la dedicación
o el espíritu profesional. Ellos son artistas que están más cerca de una
situación médica que de una galería. Trabajan por compulsión, viven el
arte como una condición vital, el arte no pertenece a ellos sino que ellos
pertenecen al arte, son enfermos de
arte, artistas aprehendidos en redes psicológicas que se tardan una vida en
desentrañar. Si se les prestara la misma atención que a los narcotraficantes o
a los futbolistas el mundo sería otro, pero por el momento no tienen interés,
su pasión por la belleza no vende periódicos, cuando podrían ser tan interesantes
como la más violenta nota roja: “asesinó la perspectiva con amarillo cadmio”; “suicido
de un color frente al artista”; “huelga de pinceles en La Esmeralda”.
El interés y en consecuencia la calidad del artista, en la
mayoría de los casos, puede resumirse en el interés y el tiempo que dedica a su
arte. Malú dedica a su quehacer no sólo las mañanas enteras y las tardes, pintando
florecitas con sus pinceles triple 000, manipulando el Corel, puliendo cada
milímetro de barro, raspando, bruñendo, soplando, le dedica sus noches de
insomnio, sus sueños, su vulnerabilidad, sus alucinaciones.
Malú presenta mañana su tercera exposición individual en San Andrés
Cholula, Puebla, su marido y sus hijas le deseamos éxito y placer. Si vives por
la zona podrías acompañarnos; por internet puedes ver su trabajo en Facebook.
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