Con ella comprendí que el amor tenía una faceta falsa, una
parte que se relacionaba pura y solitariamente con el deseo sin pelos en la
lengua; sin pelos en ningún lado, pues era un adolescente imberbe y profundamente
lampiño, tal como el adulto que resultó de aquello.
Ella se llamaba Alma, tendría unos diecisiete años, 1.70 de
estatura, un frontispicio capaz de soportar la vajilla completa y el pelo largo
y rubio que le llegaba a la cintura. Un amor imposible, pues yo medía treinta
centímetros menos, tenía doce o trece años y objetivamente ninguna posibilidad.
Era, por supuesto, el objeto del deseo de la oficina de telégrafos.
Alma estudiaba telegrafía con mi papá, el alfabeto Morse, y
era una estudiante aplicada. Inesperadamente nació en mi un impostergable deseo
por conocer la misteriosa clave creada por don Samuel cien años antes, es
increíble que no lo hubiera tenido antes, pero en ese momento sentí que la
clave y yo teníamos algo en común, los puntos y las rayas, quizá, o tal vez,
para decirlo de manera más franca: Alma.
Era risueña y comprensiva con mi estupidez morsiana, mas la
torpeza de mis dedos contrastaba con mi habilidad verbal exactamente al revés
de lo que le ocurría a ella, que era simple y sencilla y probablemente un poco
lenta, por lo que puedo recordar. Amable, eso sí, se reía gustosamente de mis
irrefrenables bromas y a veces, tengo que aceptarlo, un poco nerviosamente,
como diciendo “¿qué tengo que hacer para quitármelo de encima?” De algún modo
lograba comprender cuando mi humor y mi locuacidad eran excesivos y me iba a la
casa, contigua a la oficina a recargar la pila. O a descargarla, cuestión de
enfoque.
“Estudiamos” el alfabeto Morse durante algunos meses; ella
comenzó a ejercitarse en las noches, transmitiendo en plan de estudiante con
otros jóvenes que hacían lo propio en pueblos circunvecinos. Mi papá cuidaba las
palabras desde su escritorio, le hacía algunas correcciones y Alma adquiría un
tono púrpura en sus mejillas que era, probablemente, su único defecto físico;
una rubicundez un tanto exagerada cuando alguna emoción asaltaba su sensible
temperamento. Por lo demás, lo hacía bastante bien. No podría decir lo mismo de
mi aprendizaje, pues al igual que en la escuela, me faltó pasión, entrega y
compromiso. Aprendí el alfabeto, pero en los exámenes con mi papá afirmaba que
mi vocabulario parecía más bien alemán o ruso, aunque no hablaba tales lenguas,
con eso me daba a entender que no se me entendía nada. Excepto una cosa: mi
nombre. Completo desde la primera a la última letra: .-.. .. --- .--. --- .--..
--- / -. --- -.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- …. .-
Pasados unos meses Alma se enamoró de un ingeniero, se casó
y se fue a vivir fuera del pueblo. Yo perdí súbitamente el interés en el
alfabeto Morse, aunque de tarde en tarde me daba por ejercitar las únicas
palabras que me sabía: .-.. .. --- .--. --- .--.. --- / -. ---
-.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- ….
.-, hasta el día en que ocurrió un desastre.
Realmente no lo pensé, fue un arranque de inspiración
egocéntrica, pero inconsciente, porque en verdad yo no entendía los sonidos a
pesar de poder transmitirlos. Para ponerlos en una escala social, hagan de
cuenta que me paré en el centro de un supermercado a gritar histéricamente mi
nombre con mis dos apellidos, como un loco que se ha perdido a sí mismo y clama
al cielo por alguna pista con la cual encontrarse. Si lo hubiera pensado no lo
habría hecho, pero no lo pensé. Nunca lo pensé. Me senté ante la magneta y el
sonador, abrí la llave, y sin reflexionar a dónde irían a parar mis palabras
comencé a decir: .-.. .. --- .--. --- .--.. ---
/ -. --- -.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- …. .-, .-.. .. --- .--. ---
.--.. --- / -. --- -.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- …. .-, .-.. .. --- .--. --- .--..
--- / -. --- -.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- …. .-, .-.. .. --- .--. ---
.--.. --- / -. --- -.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- …. .-, .-.. .. --- .--. ---
.--.. --- / -. --- -.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- …. .-, .-.. .. --- .--. ---
.--.. --- / -. --- -.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- …. .-, .-.. .. --- .--. ---
.--.. --- / -. --- -.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- …. .-, una y otra vez, como un
psicótico extraviado. No sé cuánto duró mi transmisión, lo que sé es que el
resto de mis contrapartes, los
telegrafistas que estaban del otro lado de la línea, pudieron identificarme
plenamente. Un demente llamado .-.. .. --- .--. --- .--.. --- / -. ---
-.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- ….
.- no los dejaba trabajar. Habría que colgar de un poste telegráfico a un tal
.-.. .. --- .--. --- .--.. --- / -.
--- -.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- …. .-, empezando por su papá.
El código rojo se encendió esa misma noche, pero a la mañana siguiente, el
superintendente en persona puso a mi pobre padre en su lugar por el cretino de
su hijo. Un tal .-.. .. --- .--. ---
.--.. -.. --- / -. --- -.-- --- .-.. .- / .-. --- -.- …. .-
Las que tuvo que pasar el pobre señor -. --- -.-- --- .-.. .-
ResponderEliminar. …- .- :
ResponderEliminar--. .-. .- -.-. .. .- … / --.- ..- . .-. .. -.. .-
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Me encanto su entrada, yo Siempre quise aprender la clave morse solo me se esto .../---/... me hiso reflexionar en estos tiempo, en la llamada era de comunicación se podrá gritar nuestro nombre o pasaremos por un SPAM? saludos Noyola.
ResponderEliminarEstimado Arriero:
ResponderEliminarGracias por tu mensaje, siempre gratificante en la aridez del silencio. Considero que el facebook nos convirtió a todos en spam. Saludos.