Ante un carácter impertinente como el mío, el ejercicio de este blog ha sido una intensa lucha de contención, de represión cotidiana a un impulso que casi me obliga a decir más de lo necesario, más de lo conveniente. Y la lucha contra esa conveniencia ha sido el detonador de las entregas, sus posibles virtudes y sus evidentes defectos, que son los míos, en un difícil año que felizmente termina. Hasta nunca 2009.
Creo que el blog está cortado a la medida de los tiempos. Los desconocidos del mundo también necesitamos gritar nuestra existencia y sobarnos el alma (que es el ego) de vez en cuando, y en esto el blog llegó a mi vida que ni mandado a hacer. Ante todo me produce satisfacción, me obliga a una actitud, como que me determina a una acción necesariamente social. Medir eso en la escala del éxito es innecesario. El blog libera al espíritu humano y ejerce ante todo una satisfacción interna que no importa si tiene éxito o no. O mejor, ese es su éxito, desde que irrumpió en las posibilidades de los escritores contemporáneos; una válvula de escape, canales de publicación individual que ha dado rienda suelta a toda clase de perspectivas, de necesidades sociales, de exhibición, sí, de almas modernas que se estaban derramando de ansia y de represión.
Antes del blog, publicar en México era un ejercicio de equilibrismo social, de posibilidades económicas, de identidad política. El éxito de un escritor menor como este autor consistía en saber reunir los hilos y componendas que bordan alrededor de las publicaciones. Desgastantes y humillantes trámites que muchos años después hacían posible ver publicados los modestos libros con aún más modestas ediciones de 500 o de mil ejemplares. Mitos sin sustancia tiene éxito por el simple hecho de agregase a ese destape que evade toda clase de trámites y componendas, al participar en esta primera década de una nueva era en la divulgación de la literatura, de las especialidades patidifusas que procrean millones de blogueros diseminados a escala global. Por eso, al hablar estrictamente de números, el blog es otra cosa.
Agradezco a todos los que me estimularon a continuar el blog. Eva, mi madrina y musa bloguera, fue quien más esfuerzo hizo por mantener viva mi llama, endeble al principio; mi querido Tono intervino también, y más esporádicamente otros queridos como Marta, Agenor, Julio, Christian, Malú, Luz. Estos últimos tres, junto a José Luis y Pancho, me hicieron el favor de inscribirse como seguidores. Muchas gracias a todos ustedes, así como a un par de anónimos que también participaron, entre los que se cuenta la sorpresiva respuesta de Jorge G. Castañeda, quien me dio una lección de humildad y responsabilidad, ilustrándome que la impunidad existe lo mismo de arriba para abajo (poderosos contra jodidos), como de abajo para arriba. Mi opinión sobre él, como político, por desgracia, no cambió apenas.
Gracias a todos, así como a otra decena de amigos y amigas que también sé que cayeron de vez en cuando en mis mitos, que no creyeron en ninguno, que no se los tomaron demasiado a pecho, como debe de ser.
Basho:
“Silencio, agua dormida
De pronto
Salta un sapo”.
¡Feliz año nuevo!
Creo que el blog está cortado a la medida de los tiempos. Los desconocidos del mundo también necesitamos gritar nuestra existencia y sobarnos el alma (que es el ego) de vez en cuando, y en esto el blog llegó a mi vida que ni mandado a hacer. Ante todo me produce satisfacción, me obliga a una actitud, como que me determina a una acción necesariamente social. Medir eso en la escala del éxito es innecesario. El blog libera al espíritu humano y ejerce ante todo una satisfacción interna que no importa si tiene éxito o no. O mejor, ese es su éxito, desde que irrumpió en las posibilidades de los escritores contemporáneos; una válvula de escape, canales de publicación individual que ha dado rienda suelta a toda clase de perspectivas, de necesidades sociales, de exhibición, sí, de almas modernas que se estaban derramando de ansia y de represión.
Antes del blog, publicar en México era un ejercicio de equilibrismo social, de posibilidades económicas, de identidad política. El éxito de un escritor menor como este autor consistía en saber reunir los hilos y componendas que bordan alrededor de las publicaciones. Desgastantes y humillantes trámites que muchos años después hacían posible ver publicados los modestos libros con aún más modestas ediciones de 500 o de mil ejemplares. Mitos sin sustancia tiene éxito por el simple hecho de agregase a ese destape que evade toda clase de trámites y componendas, al participar en esta primera década de una nueva era en la divulgación de la literatura, de las especialidades patidifusas que procrean millones de blogueros diseminados a escala global. Por eso, al hablar estrictamente de números, el blog es otra cosa.
Agradezco a todos los que me estimularon a continuar el blog. Eva, mi madrina y musa bloguera, fue quien más esfuerzo hizo por mantener viva mi llama, endeble al principio; mi querido Tono intervino también, y más esporádicamente otros queridos como Marta, Agenor, Julio, Christian, Malú, Luz. Estos últimos tres, junto a José Luis y Pancho, me hicieron el favor de inscribirse como seguidores. Muchas gracias a todos ustedes, así como a un par de anónimos que también participaron, entre los que se cuenta la sorpresiva respuesta de Jorge G. Castañeda, quien me dio una lección de humildad y responsabilidad, ilustrándome que la impunidad existe lo mismo de arriba para abajo (poderosos contra jodidos), como de abajo para arriba. Mi opinión sobre él, como político, por desgracia, no cambió apenas.
Gracias a todos, así como a otra decena de amigos y amigas que también sé que cayeron de vez en cuando en mis mitos, que no creyeron en ninguno, que no se los tomaron demasiado a pecho, como debe de ser.
Basho:
“Silencio, agua dormida
De pronto
Salta un sapo”.
¡Feliz año nuevo!