En Santa María de Cádiz, provincia de España, en el despertar del siglo XX, nace el poeta de la generación del 21, del 31, del 41, etcétera, Rafael Alberti, pues fue la voz poética, no de una región, ni siquiera de un país o continente, sino la voz de un siglo con todas sus conveniencias y calamidades. Más que poeta, Alberti era una vida; rica, gloriosa, lujuriosa, protestante, atea y comunista. Representó a cabalidad cada una de sus épocas apacibles y turbulentas en las que vivió. Y él trató de decirlo poéticamente, así, como a él le salía...
“Barrigas, narices,
lagartos, lombrices,
delfines volantes,
orejas rodantes,
ojos boquiabiertos,
escobas perdidas,
barcas aturdidas,
vómitos, heridas,
muertos.”
De Rafael Alberti se puede decir que casi está vivo, que su cuerpo casi está caliente y que le hubiera encantado celebrar con los suyos el final del año, con una buena copa de vino y su flamante esposa de treinta y tantos. Celebraría su rebeldía y su machismo, su tosca claridad, su españolismo. Es decir, sería Alberti, el mismo de siempre...
“Amar y danzar,
Beber y saltar,
Cantar y reír,
Oler y tocar,
Comer, fornicar,
Dormir y dormir,
Llorar y llorar.”
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