El día de hoy los mexicanos recordamos que sabemos recordar. El grito del 15 de septiembre nos reafirma que somos un país complejo, diverso y desmadroso. Así, los gritos en cada pueblo y ciudad del país se convierten en una suerte de catarsis popular, de escape tequilero y carnavalesco, trovador de veras.
Tal vez son las mismas masas que salen a vitorear las escasas victorias del futbol; las que van a las plazas con sus productos de importación, que lanzan serpentinas de plástico, nieves procesadas en China o tradicionales huevos con confeti. Es ese nacionalismo algo inexplicable que florece dos o tres veces al año para después callar el resto del ciclo.
México es grande, pero seremos un país más grande el día que aprendamos a gritar diariamente; el día que cumplamos todos con nuestras obligaciones fiscales, políticas, ciudadanas, familiares. Sólo entonces, cuando autoridades y ciudadanos con el presunto sueño común de ser mejores, veremos que los días 15 de septiembre habrá muchos motivos por los cuales gritar. Tal vez habremos ganado verdaderamente nuestra independencia. Mientras tanto, sólo nos queda gritar. ¡Ahhh…!
Tal vez son las mismas masas que salen a vitorear las escasas victorias del futbol; las que van a las plazas con sus productos de importación, que lanzan serpentinas de plástico, nieves procesadas en China o tradicionales huevos con confeti. Es ese nacionalismo algo inexplicable que florece dos o tres veces al año para después callar el resto del ciclo.
México es grande, pero seremos un país más grande el día que aprendamos a gritar diariamente; el día que cumplamos todos con nuestras obligaciones fiscales, políticas, ciudadanas, familiares. Sólo entonces, cuando autoridades y ciudadanos con el presunto sueño común de ser mejores, veremos que los días 15 de septiembre habrá muchos motivos por los cuales gritar. Tal vez habremos ganado verdaderamente nuestra independencia. Mientras tanto, sólo nos queda gritar. ¡Ahhh…!
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