Conocí la música a Jimi Hendrix mucho antes de saber su nombre. Estábamos en un salón de la secundaria, un compañero cuyo padre comerciaba con fayuca –digamos- especializada, llevó un autoestéreo de 8 tracks con su respectivo “cartucho” del propio formato y en un receso lo puso a todo volumen. Era Hendrix e interpretaba el himno nacional de los Estados Unidos, tú sabes: “tan tan tan, tan tan tannnn”, seguramente tomado del sound track de Woodstock ¿de dónde más? Pero no sabíamos nada de eso, excepto que se trataba de un guitarrista superdotado que se burlaba gozosamente del himno de su país. Como mis compañeros más pesados quedé extasiado, porque hubo alguno que se escandalizó; conmocionado durante mucho tiempo, ansioso por volverlo a escuchar, por saber más de él.
Pasábamos los días y las tardes estacionados en alguna de las pocas calles de Cuauhtémoc. El papá de mi amigo nos tenía bien dotados y, aunque carcachas del 54, siempre tuvimos un vehículo en el cual movernos, a veces empujándolo por todo el pueblo, invariablemente con un buen radio. Escuchábamos dos estaciones en particular: XHORK, Juárez México (Locutora exquisita: “equis-ache-o- ere-ka, Juárez Méjico”), una estación gabacha de la frontera que eso era lo único que expresaba en español, el resto era en inglés, al igual que “Oklahoma City”, cuyas siglas nunca reconocí pero que se escuchaba perfectamente desde aquella lejana ciudad de los Estados Unidos. No entendíamos nada, pero no necesitábamos entender. Era 1972, 73… y escuchamos el mejor y más vanguardista rock del momento: “Oh mama mía, mama mía…” –como identificábamos Rapsodia bohemia de los que mucho después conocimos como Queen, Frank Zappa, Janis, Jetro Tull, The animals, Pink Floyd, Led Zeppelin y tantos otros. Por supuesto, Hendrix, acompañado a veces por Brown y Budy Miles en un tema que identificamos como “Sus cambios”: “tan tan tan tararatantan…” Muy lentamente fui conociendo los nombres de todos esos músicos, Martha y Tono, en una de sus visitas, me llevaron Recintos de lo sagrado, de Led Zeppelin; después Deep Purple in rock. No me los acabé… o mejor, me los requete acabé, pero fue en el DF donde les puse nombres a esos temas tan conocidos para mí. A Hendrix nunca dejé de escucharlo, siempre lo he tenido cerca de mí y ahora mismo lo escucho.
Viene a cuento porque este día de 1970 muere Jimi en un hotel londinense, víctima de la drogadicción extrema que vivió el rock and roll de su época, y que se llevó entre sus jeringas a otros notables artistas de la incomprensión, como Janis Joplin y Jim Morrison. Este día, a los 28 años, Jimi Hendrix muele barbitúricos, los inhala por la nariz y muere intoxicado. Yo estaba por cumplir trece años y tampoco me di cuenta.
Pasábamos los días y las tardes estacionados en alguna de las pocas calles de Cuauhtémoc. El papá de mi amigo nos tenía bien dotados y, aunque carcachas del 54, siempre tuvimos un vehículo en el cual movernos, a veces empujándolo por todo el pueblo, invariablemente con un buen radio. Escuchábamos dos estaciones en particular: XHORK, Juárez México (Locutora exquisita: “equis-ache-o- ere-ka, Juárez Méjico”), una estación gabacha de la frontera que eso era lo único que expresaba en español, el resto era en inglés, al igual que “Oklahoma City”, cuyas siglas nunca reconocí pero que se escuchaba perfectamente desde aquella lejana ciudad de los Estados Unidos. No entendíamos nada, pero no necesitábamos entender. Era 1972, 73… y escuchamos el mejor y más vanguardista rock del momento: “Oh mama mía, mama mía…” –como identificábamos Rapsodia bohemia de los que mucho después conocimos como Queen, Frank Zappa, Janis, Jetro Tull, The animals, Pink Floyd, Led Zeppelin y tantos otros. Por supuesto, Hendrix, acompañado a veces por Brown y Budy Miles en un tema que identificamos como “Sus cambios”: “tan tan tan tararatantan…” Muy lentamente fui conociendo los nombres de todos esos músicos, Martha y Tono, en una de sus visitas, me llevaron Recintos de lo sagrado, de Led Zeppelin; después Deep Purple in rock. No me los acabé… o mejor, me los requete acabé, pero fue en el DF donde les puse nombres a esos temas tan conocidos para mí. A Hendrix nunca dejé de escucharlo, siempre lo he tenido cerca de mí y ahora mismo lo escucho.
Viene a cuento porque este día de 1970 muere Jimi en un hotel londinense, víctima de la drogadicción extrema que vivió el rock and roll de su época, y que se llevó entre sus jeringas a otros notables artistas de la incomprensión, como Janis Joplin y Jim Morrison. Este día, a los 28 años, Jimi Hendrix muele barbitúricos, los inhala por la nariz y muere intoxicado. Yo estaba por cumplir trece años y tampoco me di cuenta.
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