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Sobremesa


Ayer, como cada año, tuvimos el privilegio de comer los chiles en nogada que prepara Flor para su cumpleaños, espléndidos como siempre, aunque en esta temporada algo reducidos por la falta de aguas que nos llegaron con dos o tres meses de retraso. He de confesar que yo los prefiero pequeños, pues he tendido ocasión de comer unos chiles en nogada de tamaño tan desmesurado, que el relleno gana a la delgada piel verde de los chiles y tengo la sensación de terminar comiendo una ensalada de carne enfrutada. Por fortuna no fue el caso de ayer, acompañé mi chile con vino blanco y todo resultó como se esperaba –un poco húmedos, es cierto, pues en todo el día no dejó de llover.

En la sobremesa con sus invitados habituales, casi todos maestros de la Universidad Autónoma de Puebla, al igual que Flor, los temas fueron encontrándose sin rebuscamientos, con la serenidad que da una panza llena y el siguiente sorbo del generoso vino, hablamos de Sabines, de futbol, de política local y nacional; intercalando algún silencio saqué a colación la reciente lectura de un libro sobre el famoso escritor estadounidense J. D. Salinger que, para mi sorpresa y estupor, no conocía ninguno de los presentes. Mentiría se dijera que no me importó y más cuando uno de los presentes me hizo sentir que mi tema era más bien snob o abusivamente intelectual para una plática de sobremesa, que me provocó cierta irritación, fue cuando incurrí en una cifra aventurada tratando de demostrar que Salinger no sólo no era un tema “intelectual”, sino uno de los autores más leídos del mundo moderno, lectura obligada en el sistema educativo en los Estados Unidos y –aventuré- beneficiario de la venta de unos cien millones de ejemplares. Mi amigo me tiró a loco y yo mismo reflexioné de lo aventurada de mi cifra, mas no me arredré y le prometí una pronta demostración.

No sé de dónde me vino una cantidad tan grande para pensar en un libro de éxito profundo como El Guardián en el centeno, del autor de marras. Cien millones de ejemplares es un número que en México resulta inverosímil, y más aún en Puebla, donde la editorial más prolífica y consistente, que es la de la propia Universidad Autónoma de Puebla, hace ediciones de 500 ejemplares, como fue el caso de la primera edición de mi propio libro del telégrafo, pero en un atisbo superficial al mercado de libros gringo, donde una novela media tiene un tiraje de 200 mil, los números estratosféricos de sus ediciones nos dejan boquiabiertos. Por poner un ejemplo, J.K. Rowling y su saga de Harry Potter ha vendido 370 millones de copias; Tolkien y El Señor de los Anillos 100 millones; Heidi de Johanna Spyri, 50 millones de copias; 'El principito' de Antoine de Saint-Exupéry, con 50 millones de ejemplares en su cuenta; la saga vampiresca de Stephenie Meyer, autora de Crepúsculo, 42 millones en tan sólo tres años. El Guardián en el centeno, de J. D. Salinger, y centro de nuestra polémica, ha vendido –sólo en los Estados Unidos-, 65 millones de copias. No cien, ciertamente, pero si consideramos los 800 mil ejemplares vendidos en español, podemos pensar en cantidades parecidas para el alemán, el francés y muchos otros idiomas en el mundo que no investigué y que en realidad me tienen sin cuidado, lo que me queda claro es que me acerqué muchísimo a la cifra real de ejemplares vendidos de este autor. No es que me envanezca ni mucho menos de haber rozado al azar una cifra tan grande como ésta, en verdad no sé de dónde saqué semejante cantidad, pero ante las tantas equivocaciones que cometo, me congratulo de haber acertado al menos parcialmente en este caso, y con ello haberme motivado para investigar las escandalosas cifras que en un país de lectores enanos como el nuestro nos dejan boquiabiertos. Como dice el antiguo refrán: “diario se aprende algo”, y hoy aprendí esto. Sobre mis comensales y su ignorancia fatal, que era en realidad el tema de fondo en esta discusión, qué se puede decir: ojalá lean a Salinger y disfruten de esta agradable novela o alguno de sus otros breves libros.


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