En 1980, en las afueras del edificio Dakota, en Nueva York, John Lennon acompañado de su esposa Yoko Ono, caminaba por unos corredores paralelos al edificio protegidos por una alambrada. La mañana no corría apuros, John iba un poco deslumbrado por la fría luz que penetraba entre los árboles del parque y gozaba de un buen humor. Yoko iba pensando en Brian, porque era apenas la tercera vez que se quedaba con Alicia. Estaría bien.
Después de esperar horas, David Chapman, que había viajado desde Hawai para cumplir su cometido, por fin vio venir a la famosa pareja frente al lugar que ocupaba en el largo alambrado. Los llamó sabiendo que era muy difícil que accedieran a desviar su camino para atenderlo. “Todos los artistas famosos son iguales, arrogantes y estúpidos”, pensó. Llamó a John y éste volteó a verlo. Lo saludó. David insistió con un disco en la mano. John se detuvo y acudió a su encuentro. Yoko lo siguió. Los pájaros cantaban en los árboles.
Nadie quiere saber las verdaderas motivaciones de David Chapman. Realmente no importan. Lo inexplicable es que mató el cuerpo de John, dándole vida a una nueva forma de existencia que hoy cumple su aniversario número 30.
Después de esperar horas, David Chapman, que había viajado desde Hawai para cumplir su cometido, por fin vio venir a la famosa pareja frente al lugar que ocupaba en el largo alambrado. Los llamó sabiendo que era muy difícil que accedieran a desviar su camino para atenderlo. “Todos los artistas famosos son iguales, arrogantes y estúpidos”, pensó. Llamó a John y éste volteó a verlo. Lo saludó. David insistió con un disco en la mano. John se detuvo y acudió a su encuentro. Yoko lo siguió. Los pájaros cantaban en los árboles.
Nadie quiere saber las verdaderas motivaciones de David Chapman. Realmente no importan. Lo inexplicable es que mató el cuerpo de John, dándole vida a una nueva forma de existencia que hoy cumple su aniversario número 30.
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