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Sabor a mí


La mayoría de las veces ignoramos la importancia de cierta clase de arte que pasa disimuladamente por nuestras vidas, que sin saberlo, sin haberlo reflexionado, han aportado a nuestra comprensión del mundo una sensibilidad especial (o no especial, pero sensibilidad al fin) que su ausencia habría dejado trunca. Cuando pensamos en música mexicana llegan a la memoria puras intensidades tequileras como José Alfredo y Cuco, Chavela, Jorge Negrete y el inefable Pedro. Pero si buscamos en esa vena, buceamos en las profundidades de la sensibilidad, vamos a ver a un oaxaqueño que, al menos en mi caso, aportó kilos de fibra sensible que hoy me explican mejor lo que soy que la bohemia tequilera: Álvaro Carrillo.

Sabor a mi es una canción que canté muchas veces antes de comprenderla, de entender el sentido romántico, no del tema en sí, sino del tono artístico que lía. Me explico: Álvaro Carrillo aportó a mi vida un tono de romanticismo que no me dio ninguna otra música mexicana. Y no es tanto por la suave y simple letra de sus canciones, sino por el sabor que tienen tus verbenas… (¡Lara, por favor!), por el sabor de unas letras sensibles e inolvidables, que lo mismo escuchamos como boleros que como jazz o son. Ambos sabemos que yo guardo ese sabor, pero tú llevas también, sabor a mí.

El 2 de diciembre de 1821 nace en Cacahuatepec, Oaxaca, un hombre que fue músico toda su vida, que nació cantando, a pesar de que no tenía una gran voz: Álvaro Carrillo, autor de otras muchas canciones de nuestro catálogo sentimental: Luz de Luna, Amor Mío, Un Poco Más y El Andariego. Álvaro Carrillo falleció trágicamente en su automóvil el 3 de abril de 1969, a los 48 años de edad.



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