Los pequeños colibríes crecen a un ritmo frenético. Los dos pequeños serecillos que ocupaban la parte inferior del nido son ahora, una semana después, dos robustos polluelos que casi desbordan el pequeño nido. La mamá colibrí, ni soñando puede ocupar ninguna porción del nido. Ahora se conforma con venir a alimentarlos, muy pocas veces, por cierto, contradiciendo una información que había leído en Internet de que los alimentaban hasta 300 veces al día. Aunque, bueno, tampoco estoy pegado al nido. Lo cierto es que vemos poco a la pajarita.
Los tres últimos días hemos tenido un adelanto de los violentos aires de Semana Santa
-aquí ya todo es violento, o será que traemos la palabrita algo pegada-, el pobre nido ha sido una débil balsa en el oleaje de las ramas e imaginamos a los polluelos agarrados con sus garritas al bamboleante nido. Malú corre debajo con las manos enconchadas para cacharlos y la gata perversa se talla sus palmitas esperando ver caer a alguno de ellos. Pero no ha caído ninguno.
Los tres últimos días hemos tenido un adelanto de los violentos aires de Semana Santa
-aquí ya todo es violento, o será que traemos la palabrita algo pegada-, el pobre nido ha sido una débil balsa en el oleaje de las ramas e imaginamos a los polluelos agarrados con sus garritas al bamboleante nido. Malú corre debajo con las manos enconchadas para cacharlos y la gata perversa se talla sus palmitas esperando ver caer a alguno de ellos. Pero no ha caído ninguno.
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