Con la intención de ver la obra de mi amiga May Zíndel, visité la exposición de arte objeto que se exhibió en el Centro de Convenciones. Había visitado exposiciones de arte objeto alguna vez en la ciudad de México. No me gustaron mucho, sobre todo comparadas con exposiciones de lienzos o de escultura donde se enfrenta uno al arte complejo de un artista que ha dedicado horas, días y hasta meses en sus piezas, ante el arte objeto que expresa frecuentemente conceptos muy simples y técnicas que dejan qué desear. O muy sencillas o banales.
La exposición de arte objeto del Centro de Convenciones volvió a enfrentarme a mis dilemas. Construcciones contestatarias que critican con obviedad el consumismo y buscan la expresión estética en objetos tan cotidianos como broches de ropa, tetrapack de leche Alpura o cajas envoltorios de Pizzas Hot, con lo que se construyen figuras domésticas como excusados, refrigeradores y cajas para contenidos imprevistos. Eso sí, tuvieron que consumir un buen rato esos productos. Había una serie de apuntes de figuras humanas hechos muy a la ligera, en hojas bond, cuya ausencia de trazo y forma no justifica su presencia en una galería, sea del nivel que sea. Y otro artista que presentaba un par de tenis nuevos, en cuya cédula pone fabricante y origen. Nos remite no a una exposición artística, sino al aparador de una zapatería con muy poco surtido. Honestamente no lo entendí y me pareció algo ridículo.
La exposición de arte objeto, entonces, es desigual, pues uno se encuentra algunas obras de largo aliento que desentonan con las muy sencillas u obvias. Destacan, sin embargo, algunos arte objeto de otros tantos artistas, como las hipnóticas instalaciones de May Zindel. De perfil, un lienzo rojo baja de la pared y se prolonga un metro más sobre el piso, donde tal vez doscientas piedras de diversos tamaños están distribuidas sobre la tela. De frente, este arte objeto te sorprende al descubrir que, entre las piedras, hay algunas claramente con forma de corazón. Pero ¡oh, sorpresa!, paulatinamente los corazones comienzan a aparecer ante nuestros ojos. Otra piedra y otra más. La belleza de este objeto culmina cuando el espectador descubre que todas las piedras tienen, de alguna manera, forma de corazón. Desde entonces siempre que visite un río y vea multitudes de piedras recordaré los corazones de May, lo que hace al acto de observar aquella pieza una buena experiencia artística, que implica nuestra vivencia física frente al objeto y el reconocimiento a la artista que hizo de su paciente recolección de piedras de muchos años, una obra de arte que proporcionó al público una vivencia duradera.
El otro objeto de May Zinder era una pieza formada de pequeños muñequitos de barro adheridos a un cuadro. Deben ser unos sesenta. Frente a ellos, uno descubre un clásico muñequito de rosca de reyes, lo que produce una extraña emoción; luego otro y otro. Si May buscaba ese efecto, en verdad lo logra. Por desgracia, no llevaba cámara.
Este fue mi viaje al Centro de Convenciones para ver la exposición de arte objeto, un esfuerzo interesante de 15 artistas poblanos por hallar nuevas formas de expresión, de reflexión y de quehacer estético. Por lo uno y por lo otro, valió la pena haberme echado una vuelta para conocer las cosas que hace May –seguramente apoyada por mi amigo el Mago, que es su amoroso esposo-. Te agradezco tu invitación.
La exposición de arte objeto del Centro de Convenciones volvió a enfrentarme a mis dilemas. Construcciones contestatarias que critican con obviedad el consumismo y buscan la expresión estética en objetos tan cotidianos como broches de ropa, tetrapack de leche Alpura o cajas envoltorios de Pizzas Hot, con lo que se construyen figuras domésticas como excusados, refrigeradores y cajas para contenidos imprevistos. Eso sí, tuvieron que consumir un buen rato esos productos. Había una serie de apuntes de figuras humanas hechos muy a la ligera, en hojas bond, cuya ausencia de trazo y forma no justifica su presencia en una galería, sea del nivel que sea. Y otro artista que presentaba un par de tenis nuevos, en cuya cédula pone fabricante y origen. Nos remite no a una exposición artística, sino al aparador de una zapatería con muy poco surtido. Honestamente no lo entendí y me pareció algo ridículo.
La exposición de arte objeto, entonces, es desigual, pues uno se encuentra algunas obras de largo aliento que desentonan con las muy sencillas u obvias. Destacan, sin embargo, algunos arte objeto de otros tantos artistas, como las hipnóticas instalaciones de May Zindel. De perfil, un lienzo rojo baja de la pared y se prolonga un metro más sobre el piso, donde tal vez doscientas piedras de diversos tamaños están distribuidas sobre la tela. De frente, este arte objeto te sorprende al descubrir que, entre las piedras, hay algunas claramente con forma de corazón. Pero ¡oh, sorpresa!, paulatinamente los corazones comienzan a aparecer ante nuestros ojos. Otra piedra y otra más. La belleza de este objeto culmina cuando el espectador descubre que todas las piedras tienen, de alguna manera, forma de corazón. Desde entonces siempre que visite un río y vea multitudes de piedras recordaré los corazones de May, lo que hace al acto de observar aquella pieza una buena experiencia artística, que implica nuestra vivencia física frente al objeto y el reconocimiento a la artista que hizo de su paciente recolección de piedras de muchos años, una obra de arte que proporcionó al público una vivencia duradera.
El otro objeto de May Zinder era una pieza formada de pequeños muñequitos de barro adheridos a un cuadro. Deben ser unos sesenta. Frente a ellos, uno descubre un clásico muñequito de rosca de reyes, lo que produce una extraña emoción; luego otro y otro. Si May buscaba ese efecto, en verdad lo logra. Por desgracia, no llevaba cámara.
Este fue mi viaje al Centro de Convenciones para ver la exposición de arte objeto, un esfuerzo interesante de 15 artistas poblanos por hallar nuevas formas de expresión, de reflexión y de quehacer estético. Por lo uno y por lo otro, valió la pena haberme echado una vuelta para conocer las cosas que hace May –seguramente apoyada por mi amigo el Mago, que es su amoroso esposo-. Te agradezco tu invitación.
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