Increíble que no hagamos hoy un desfile triunfal con todas las escuelas primarias y secundarias muy bien uniformadas, con carros alegóricos conmemorativos, el presidente municipal engalanado y hasta bañado, las maestras de las escuelas muy bien peinaditas. Se cruzan las banderas como jugando la ronda y en la plaza se establece un ambiente que huele a fiesta y canto. El himno se interpreta a diestra y siniestra en todos los rincones del país. Además de la batalla del 5 de mayo, tenemos la batalla del 20 de marzo, una sobre las fuerzas francesas invasoras, otra sobre las yanquis. Un inconmensurable orgullo nos delata, y el maestro de ceremonias, con las venas henchidas en el cuello, declama odas a los héroes, a la primavera y hasta a la maestra Cuquita, sin venir al caso.
En este país, en el que festejamos hasta las derrotas, es increíble que no conmemoremos hoy la batalla de Golhiad, Texas, de 1836, cuando las fuerzas texanas del general Fanning son vencidas por el ejército mexicano a cargo del general Jesús Urrea, haciendo prisionero al propio militar yanqui y a trescientos de sus soldados.
En este país, en el que festejamos hasta las derrotas, es increíble que no conmemoremos hoy la batalla de Golhiad, Texas, de 1836, cuando las fuerzas texanas del general Fanning son vencidas por el ejército mexicano a cargo del general Jesús Urrea, haciendo prisionero al propio militar yanqui y a trescientos de sus soldados.
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