sábado, 14 de marzo de 2009

Ya Vas


Soy un convencido de que los mexicanos provenimos de dos vertientes históricas que se encontraron frente a frente en el siglo XVI, que los habitantes modernos de este país tenemos, en partes desiguales, pero ostensibles, la herencia de aquellos españoles que llegaron a la conquista y de aquellos pobladores originarios que fueron conquistados, por lo que me parece ridículo renegar de cualquiera de esas dos partes, pues en ambas tenemos generosas herencias que hoy podrían mostrar lo mejor de nosotros mismos.

Una de ellas es la de don Vasco de Quiroga, nacido en Madrigal de las Altas Torres, España, en 1470, y muerto un día como hoy de 1565 a los 95 años de edad. El anciano Don Vasco era al morir Obispo de Michoacán. Vino a la Nueva España como oidor de la segunda Audiencia, y desde entonces este país le robó el corazón y los mejores años de su vida, pues el fraile se entregó en cuerpo y alma a la defensa de los derechos humanos de los indios, a quienes no sólo cuidó como un padre, sino procuró los principales avances humanistas que en aquella lejana Era de conquista se dieron a favor de ellos. En Michoacán fundó el Colegio de San Nicolás Obispo y el hospital de Tzintzuntzan, así como orfanatos y escuelas de oficios para los purépechas de la región.

Estoy seguro que mis “fuentes” españolas exageran las bondades de este monje conquistador, pero entre tanta barbarie cometida entonces, cuando llegó de España lo peorcito de aquellos reinos aún medievales, actuando en consecuencia, personajes como don Vasco retribuyen a nuestra genealogía un rasgo positivo de la herencia española, entre tantos otros negativos que hoy seguimos lamentando.


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