Desde que José de La Colina me lo recomendó en su blog de Letras Libres, he leído el blog de Yoani Sánchez llamado Generación Y, crónica urbana desde las banquetas de la Habana, con un punto de vista opositor sin pelos en la lengua. Muy agradable e interesante. Esta joven filóloga cubana ha causado sensación y sus entradas en dos años andan en alrededor de 500 mil; en Italia acaban de publicar un libro con sus textos y en España se le dio el premio Ortega y Gasset, en la modalidad de blog. Todo un fenómeno.
Yoani es una escritora competente y fluida. Habla de su vida en la Habana y las dificultades para conseguir casi cualquier cosa; recuerda sus años de niña revolucionaria y se ríe de la solemnidad revolucionaria de sus logros. Con la visión de un ama de casa soltera, pero madre de un hijo, se queja de las colas y de las deficiencias elementales de la vida cotidiana de los cubanos, que no es, por cierto, muy diferente a la nuestra. Claro, con la triste diferencia de ni siquiera poder abandonarlo: “mis dificultades no son para entrar a otro país, sino para salir del mío”, se queja amargamente en su enésimo intento por conseguir permiso para viajar. Es una ciudadana urbana marginal, como la gran mayoría, que carece de conexión a Internet doméstica, a diferencia de tantos funcionarios y extranjeros residentes. Ella forma parte de “los desvinculados”, a quienes comúnmente se les señala por su inclinación a la vagancia.
Pero la mayoría de sus quejas nos corresponden a otros ciudadanos del mundo, como los mexicanos, que vemos diariamente la forma en que tribus políticas se reparten el país a sus anchas, y a la triste historia del longevo priísmo, vemos con indignación como los panistas, que quisieran perpetuarse un buen rato en el poder, proceden exactamente igual que sus temibles antecesores.
Las aventuras de una familia de la desmejorada clase media para adquirir un auto modesto, la mayoría de las veces imposible. Yoani afirma que tienen que esperar hasta diez años para que se les asigne un vehículo, aquí hay familias que pueden esperar generaciones enteras para adquirir su primer automóvil. “Los que somos ciudadanos independientes o individuos por cuenta propia estamos acostumbrados a las largas esperas y a las negativas”, dice una Yoani desconsolada. Pero ¿qué podemos decir de nuestros “ocupados” funcionarios incapaces de leer un proyecto con seriedad, de entender conceptos como cambio, democracia, cuentas claras? Y ni hablar de la carne, las suculentas latas de productos marinos españoles, mariscos y vinos que los ciudadanos sólo podemos ver en los atiborrados estantes de los supermercados, pero no comprarlos. Lo que me queda claro al leer a Yoani es que también aquí existe un apartheid económico que designa que los clubes deportivos, la mayoría de los deportes, los conciertos, no se diga viajes, hoteles, restaurantes y la inmensa mayoría de nuestras principales playas, son para que las veamos en el periódico, las revistas o la televisión, de la que el sistema pretende saturarnos, lográndolo ocasionalmente.
Me da pena cómo viven los cubanos de acuerdo a la versión honesta de esta joven inconforme y (verdaderamente) revolucionaria, pero en descargo de tanta amargura me gustaría decirle que los mexicanos estamos igual, y hasta peor. Porque aquí si existen las cosas, pero nomás podemos verlas en las manos de unos cuántos. Aquí no importa tu talento, tus sentimientos patrióticos, ni tu deseos de progreso nacional frente a esas pirañas en que se han convertido los políticos en México, chambistas sólo preocupados por a ver por sus altos salarios y la posición de su partido para las siguientes elecciones, que buscarán ganar por las buenas o por las malas. Si no te inclinas ante la realeza no avanzas, pero es francamente difícil acercarse a esa fauna sin contener el vómito y entonces te conviertes en uno más de los fracasados, el verdadero deporte de los mexicanos, que de tener un partido político arrasarían en cualquier elección. Pero somos demasiado flojos para organizarnos.
El blog de Yoani Sánchez está en: http://www.desdecuba.com/generaciony/
Suerte con las comparaciones.
Yoani es una escritora competente y fluida. Habla de su vida en la Habana y las dificultades para conseguir casi cualquier cosa; recuerda sus años de niña revolucionaria y se ríe de la solemnidad revolucionaria de sus logros. Con la visión de un ama de casa soltera, pero madre de un hijo, se queja de las colas y de las deficiencias elementales de la vida cotidiana de los cubanos, que no es, por cierto, muy diferente a la nuestra. Claro, con la triste diferencia de ni siquiera poder abandonarlo: “mis dificultades no son para entrar a otro país, sino para salir del mío”, se queja amargamente en su enésimo intento por conseguir permiso para viajar. Es una ciudadana urbana marginal, como la gran mayoría, que carece de conexión a Internet doméstica, a diferencia de tantos funcionarios y extranjeros residentes. Ella forma parte de “los desvinculados”, a quienes comúnmente se les señala por su inclinación a la vagancia.
Pero la mayoría de sus quejas nos corresponden a otros ciudadanos del mundo, como los mexicanos, que vemos diariamente la forma en que tribus políticas se reparten el país a sus anchas, y a la triste historia del longevo priísmo, vemos con indignación como los panistas, que quisieran perpetuarse un buen rato en el poder, proceden exactamente igual que sus temibles antecesores.
Las aventuras de una familia de la desmejorada clase media para adquirir un auto modesto, la mayoría de las veces imposible. Yoani afirma que tienen que esperar hasta diez años para que se les asigne un vehículo, aquí hay familias que pueden esperar generaciones enteras para adquirir su primer automóvil. “Los que somos ciudadanos independientes o individuos por cuenta propia estamos acostumbrados a las largas esperas y a las negativas”, dice una Yoani desconsolada. Pero ¿qué podemos decir de nuestros “ocupados” funcionarios incapaces de leer un proyecto con seriedad, de entender conceptos como cambio, democracia, cuentas claras? Y ni hablar de la carne, las suculentas latas de productos marinos españoles, mariscos y vinos que los ciudadanos sólo podemos ver en los atiborrados estantes de los supermercados, pero no comprarlos. Lo que me queda claro al leer a Yoani es que también aquí existe un apartheid económico que designa que los clubes deportivos, la mayoría de los deportes, los conciertos, no se diga viajes, hoteles, restaurantes y la inmensa mayoría de nuestras principales playas, son para que las veamos en el periódico, las revistas o la televisión, de la que el sistema pretende saturarnos, lográndolo ocasionalmente.
Me da pena cómo viven los cubanos de acuerdo a la versión honesta de esta joven inconforme y (verdaderamente) revolucionaria, pero en descargo de tanta amargura me gustaría decirle que los mexicanos estamos igual, y hasta peor. Porque aquí si existen las cosas, pero nomás podemos verlas en las manos de unos cuántos. Aquí no importa tu talento, tus sentimientos patrióticos, ni tu deseos de progreso nacional frente a esas pirañas en que se han convertido los políticos en México, chambistas sólo preocupados por a ver por sus altos salarios y la posición de su partido para las siguientes elecciones, que buscarán ganar por las buenas o por las malas. Si no te inclinas ante la realeza no avanzas, pero es francamente difícil acercarse a esa fauna sin contener el vómito y entonces te conviertes en uno más de los fracasados, el verdadero deporte de los mexicanos, que de tener un partido político arrasarían en cualquier elección. Pero somos demasiado flojos para organizarnos.
El blog de Yoani Sánchez está en: http://www.desdecuba.com/generaciony/
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