Ir al contenido principal

Todo lo que quería saber


Todo lo que quería saber sobre el sexo pero era muy pequeño para preguntar, me fue revelado por un niño llamado Chito Saito en una caminata de la escuela a la casa. Tenía seis años de edad. Arrastraba una mochila y me quedaban guangos los pantalones. Sorbí la nariz y miré la raya de la banqueta, recientemente construida en concreto, supe que había llegado el momento de la verdad. Chito Saito me habló del sexo sin pelos en la lengua, aunque con una gran cantidad de omisiones e incorrecciones. Lo que entendí era que los adultos –léase papá y mamá- “cochaban” en la cama mientras nosotros dormíamos. ¿Qué cochas hachían”, preguntaría mi abuelita de inmediato.

El conocimiento de Chito, basado en una ojeada a un libro encontrado en el clóset de sus papás, me fue transmitido con ciertas ambigüedades. El hombre metía su pilinguina en el ano de la mujer para hacer posible que los niños nacieran. Y si bien los hijos nacían así, mediante este acto, afortunadamente no me informó sobre ningún detalle de cómo daban a luz las mujeres -léase mamás-, pues hubiera sido difícil interpretarlo. Concurrieron en mi cabeza algunos mitos que me duraron hasta casi entrada la adolescencia, en las que aparecía yo haciéndole esas cosas a una niña de la que estaba secretamente enamorado. Pues sí, por detrás ¿cómo iba a saber que las mujeres tenían vagina?, aunque estaba casi seguro que no tenían pene. Esa primera gran incógnita de mi fugaz curso de sexología perduró mucho tiempo, pues tampoco era un tema que los niños trataran con ninguna seriedad, y en términos de comunicación sexual, en los siguientes seis años en la primaria mis conocimientos al respecto fueron más bien áridos y poco concluyentes. Aún tengo muchas dudas.

Una vecina de toda la vida le preguntó a mi mamá en la intimidad de la cocina sobre una duda que tenía: “nosotras que tenemos, Aída, vejiga o vagina”, la muchacha, además de esos dos órganos, tenía dos hijos y un desafortunado aborto. Empezó tarde su curso de sexología.


Comentarios

Entradas populares de este blog

El Tentzo

El taller de la FEEP de Tzicatlacoyan, con financiamiento de la ONG española Ayuda en Acción, concluyó su escultura de papel maché con la representación del Tentzo, figura mítica de origen prehispánica situada en la parte alta del kiosco de la plaza principal de la comunidad de San Juan Tzicatlacoyan, Puebla. De acuerdo a la investigadora Antonella Fogetti ( Tenzonhuehue: El simbolismo del cuerpo y la naturaleza ), El Tentzo es una entidad “mitad dios y mitad no”, deidad antigua intrínsecamente buena, dadora de dones, que de acuerdo a la tradición tiene la facultad de asumir diferentes apariencias: catrín, charro, viejo barbón, anciana, mujer hermosa o animales diversos, que también podría ser interpretado como el famoso nahual o entidad similar. Hoy todos niegan venerar al Tentzo, pero las ofrendas periódicamente depositadas en su honor refieren todo lo contrario. Es una suerte de deidad negada pero viva, vigente. El Tentzo, cuyo nombre ostenta una montaña y la propia cordill...

Resortes ocultos

Cuando estudiaba en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en los años ochenta, Octavio Paz se atrevió a emitir unos juicios críticos sobre los antropólogos, la escuela en su conjunto reaccionó con indignación, incapaz de meditar en las palabras del escritor. Lo llenamos de vituperios y lo menos que le dijimos fue que era un aliado de Televisa, vocero de la derecha y cosas por el estilo. Muy pocos o ninguno leyó críticamente sus argumentos, por desgracia. Recuerdo que, entre lo más hiriente, Paz decía que la escuela se había convertido en una pasarela de modas de una clase media hippiosa y que todo se discutía ahí, menos la antropología mexicana. Yo terminaba entonces la carrera y buscaba afanosamente quién me dirigiera la tesis de, por cierto, antropología mexicana. No encontré ningún maestro interesado, ni ahí ni el Ciesas, donde por supuesto había algunos estudiosos del tema, pero que no tenían tiempo para un estudiante de licenciatura. Me dediqué entonces a ver a nu...

El niño ahogado

El viejo dicho que “ahogado el niño se cierra el pozo” es una falacia. No hay tal, el pozo se cierra cuando la muerte del niño de hace pública, cuando es el colmo la corrupción y el desenfreno por ganar todo lo que se pueda del gobierno, donde está su compadre. La falsa preocupación de esa famosa frase del niño ahogado es en realidad la justificación para salirse por la tangente y expresar una ruidosa reclamación, que es lo que se espera de todo funcionario: ¡Godínez, basta de holgazanería, póngase a trabajar! Tal es el caso de la guardería de la familia Zambada, que desde hace dos años fue denunciada al gobierno de México por autoridades de Estados Unidos como lavadero de dinero sucio y que nada se había hecho al respecto. Ahora que salen las listas de guarderías del IMSS y se pone en evidencia la -por decir lo menos- negligencia de las autoridades, éstas afirman que sí, que en efecto desde 2007 está “siendo investigada”. Pero los ejemplos te los puedo envolver por kilo, para consumir...