Florexita: Hace mucho que no se de ti ¿cómo estás? Acá el viento sopla con pasmosa monotonía, al grado que nos ha hecho entender que esta es la normalidad. La vida misma. Vemos como los irakíes mueren, los gringos dejan de comprar tanta porquería y los mexicanos no podemos comprar prácticamente nada, es decir, normal, no podemos comprar ni siquiera un futuro más digno, una esperanza, una democracia. Todo parece tan estacionado. Muertos en Chihuahua y Sinaloa y corrupción en casi cada rincón que volteamos a ver, de la aviación a las guarderías infantiles, pasando por pemex, el seguro social, las instituciones que vivimos y sufrimos cada quien. Lo normal es percibir la podredumbre en casi todos lados (ver que estoy dejando un resquicio en los "casis", debemos asirnos a algo, aunque sea un sueño), pero sin duda lo más podrido y clave de todo esto es la política, esa cosa que hemos construido todos y que ahora deberemos deconstruir -a la manera de Derridá-, aprovechando la situación que se presenta en el voto en blanco. Podemos en verdad hacerles sentir a los políticos que somos capaces de emitir una voz. Un lamento ciudadano parecido al ruidoso silencio de una mayoría, que son las manifestaciones que más duelen al poder, que más preocupan, porque suelen ser las más transformadoras y peligrosas.
Nuestro primer voto de confianza nos lo debemos dar a nosotros mismos, los únicos capaces de hablar así. Y de paso confiar en el vecino que piensa igual, en los líderes esporádicos que piensan igual y le ponen íes al argumento. Los políticos no cambiaron en absoluto con el tránsito de los partidos en el poder. En PAN se comportó igual -y en muchos casos peor- que nuestro viejo y conocido PRI. En algunos casos mejor, se han abatido algunos vicios muy obvios, pero ha sido la presión social no el PAN, que ha obligado las reformas, como la semi transparencia. Los verdaderamente maduros somos los ciudadanos, que por fin hemos entendido que nos debemos hacer escuchar de alguna forma, y que a través del voto en blanco lo podemos hacer. Es el primer mensaje que podemos enviar desde que tuvimos que votar por López Obrador, para manifestar nuestro rechazo al foxismo acartonado e inútil, pero perdimos la oportunidad. El Peje se plegó al sistema de partidos -nunca estuvo desplegado, en realidad- y la prueba de ello es la cantidad de parientes y cuadros que ha colocado en las candidaturas del PT y hasta del PRD. Los ciudadanos volvimos a dispersarnos, a perder la voz. Ahora el voto blanco es una nueva oportunidad. El Blanquismo, se llamó a una corriente obrera en Inglaterra que destruía sus máquinas de producción, es ahora una buena metáfora para este blanquismo que se nos presenta a los ciudadanos mexicanos. Romper la máquina de la política es fundamental para que pueda volver la sensatez al ejercicio de la política en este país, si alguna vez la hubo. Lo que seguro sí hubo fue una maquinaria unipartidista que con las décadas perfeccionó un sistema gobernado exclusivamente por el PRI, muy corrupto, basado en la repartición de puestos que llegó a ser una agencia de colocación vital para el funcionamiento de los mexicanos. Así pasó el tiempo. Con el nuevo siglo el PRI tuvo que hacerle un lugar a la oposición -había logrado contenerla desde 1988, que fue el primer ejercicio ciudadano como el que ahora nos tiene entretenidos con el voto en blanco. Esos mismos ciudadanos apoyamos cada uno de los movimientos sociales importantes, como las elecciones del 88 y las del 2000. El movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas proveyó de voz a una mayoría que expresó la necesidad de reformar el PRI, aunque fuera con un PRI reformado, menos corrupto y avorazado. En el 2000 fue clara nuestra decisión de acabar de una vez por toda con el PRI. Sanseacabó, pero nos fue muy mal. En el 2006 fue clara nuestra decepción por el PAN, de quien lo menos que esperábamos era orden y deseos de cambiar a un sistema democrático, trabajar por un cambio verdadero, como el que realizó Adolfo Suárez en España y rectificaron y mejoraron Felipe González y su sucesor cuyo nombre se me escapa. Antes de Aznar, por supuesto. Los españoles aprovecharon la oportunidad pero fue necesario un compromiso de esos hombres y mujeres que estaban hartos de la longeva dictadura del franquismo, y los políticos lo asumieron como un compromiso. Fox resultó una cruel caricatura de ese estadista que necesitábamos. Y López Obrador, un político tropical muy resentido que terminó plegándose a las maniobras partidistas y ahora representa a dos o más partidos, claramente disminuido en la confianza de esos ciudadanos que no aprobamos la catadura –y la cara dura- de quienes le rodean y manipulan a base de pleitesía y falsa adoración , como se aprecia en las encuestas.
Las peticiones actuales del voto blanco son muy precisas. El plebiscito debe ser llevado a instancias decisivas y desde ahora podríamos debatir algunos temas que nos preocupan, votar una y otra vez cualquier cosa de nuestra larga agenda de pendientes, apoyados por los modernos mecanismos de consulta (ecuestas, sondeos, etc.) que ahora es posible tener a relativo bajo costo, organizados por un IFE nombrado y constituido por los ciudadanos mexicanos -los del famoso voto en blanco-, a través del voto directo por candidatos probos y capaces, que ya sabemos que existen aquí y allá, como lo demostró Woldenberg y su gente. La mayoría gana, eso sí. Podríamos votar por preguntas sensibles como el aborto, la pena de muerte, PEMEX, la reelección y otros tantos temas en los que es posible decidir como mayoría. Eso nos permitiría cerrar expedientes. Los diputados y senadores deben concluir la legalidad de todas esas respuestas y ciertamente no necesitan ser tantos; esos profesionales deberán terminar la chamba jurídica de las decisiones populares representadas por la mayoría de votos. ¿Qué opinas de los altavoces de las iglesias en los pueblitos y en algunas colonias de México? preguntas sencillas que sería muy útil responder: ¿qué opinas del ruido que hacen los vendedores de gas y otros en las ciudades mexicanas?, que hoy no tenemos a quién presentar, a quien reclamar ni cómo, hay un muro infranqueable entre la política y los ciudadanos que es necesario derribar. Y por eso es tan importante que el plebiscito tenga un rango constitucional decisivo.
Ahora los analistas han formado una lista de diez o más peticiones, todas pertinentes y algunas estrictamente técnicas, para implementar un sistema democrático y el voto blanco es nuestra primera experiencia, la primera ocasión de decidir, más allá de los partidos, qué conviene a México, cómo podemos hacer para cortar el lastre que la política ha dejado a nuestro desarrollo, a nuestra evolución como economía, como nación. Por qué otros países sí lo pueden hacer y nosotros no.
De ahí que el voto en blanco sí cuente, por eso debe ser contundente y copioso, decisivo. El partido que gane entenderá que los ciudadanos no estamos jugando y que debe aprobar esas sencillas reformas que se solicitan: plebiscito para decidir las cosas importantes de nuestra vida nacional.
¿Cómo estás tú, Florecita? Como verás, eres inspiradora en tantas cosas de mi vida, no había podido hacer esta reflexión que traía atorada en la garganta y ahora tú has venido en mi auxilio. Con tu permiso hasta la voy a poner en mi blog. Besitos.
Nuestro primer voto de confianza nos lo debemos dar a nosotros mismos, los únicos capaces de hablar así. Y de paso confiar en el vecino que piensa igual, en los líderes esporádicos que piensan igual y le ponen íes al argumento. Los políticos no cambiaron en absoluto con el tránsito de los partidos en el poder. En PAN se comportó igual -y en muchos casos peor- que nuestro viejo y conocido PRI. En algunos casos mejor, se han abatido algunos vicios muy obvios, pero ha sido la presión social no el PAN, que ha obligado las reformas, como la semi transparencia. Los verdaderamente maduros somos los ciudadanos, que por fin hemos entendido que nos debemos hacer escuchar de alguna forma, y que a través del voto en blanco lo podemos hacer. Es el primer mensaje que podemos enviar desde que tuvimos que votar por López Obrador, para manifestar nuestro rechazo al foxismo acartonado e inútil, pero perdimos la oportunidad. El Peje se plegó al sistema de partidos -nunca estuvo desplegado, en realidad- y la prueba de ello es la cantidad de parientes y cuadros que ha colocado en las candidaturas del PT y hasta del PRD. Los ciudadanos volvimos a dispersarnos, a perder la voz. Ahora el voto blanco es una nueva oportunidad. El Blanquismo, se llamó a una corriente obrera en Inglaterra que destruía sus máquinas de producción, es ahora una buena metáfora para este blanquismo que se nos presenta a los ciudadanos mexicanos. Romper la máquina de la política es fundamental para que pueda volver la sensatez al ejercicio de la política en este país, si alguna vez la hubo. Lo que seguro sí hubo fue una maquinaria unipartidista que con las décadas perfeccionó un sistema gobernado exclusivamente por el PRI, muy corrupto, basado en la repartición de puestos que llegó a ser una agencia de colocación vital para el funcionamiento de los mexicanos. Así pasó el tiempo. Con el nuevo siglo el PRI tuvo que hacerle un lugar a la oposición -había logrado contenerla desde 1988, que fue el primer ejercicio ciudadano como el que ahora nos tiene entretenidos con el voto en blanco. Esos mismos ciudadanos apoyamos cada uno de los movimientos sociales importantes, como las elecciones del 88 y las del 2000. El movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas proveyó de voz a una mayoría que expresó la necesidad de reformar el PRI, aunque fuera con un PRI reformado, menos corrupto y avorazado. En el 2000 fue clara nuestra decisión de acabar de una vez por toda con el PRI. Sanseacabó, pero nos fue muy mal. En el 2006 fue clara nuestra decepción por el PAN, de quien lo menos que esperábamos era orden y deseos de cambiar a un sistema democrático, trabajar por un cambio verdadero, como el que realizó Adolfo Suárez en España y rectificaron y mejoraron Felipe González y su sucesor cuyo nombre se me escapa. Antes de Aznar, por supuesto. Los españoles aprovecharon la oportunidad pero fue necesario un compromiso de esos hombres y mujeres que estaban hartos de la longeva dictadura del franquismo, y los políticos lo asumieron como un compromiso. Fox resultó una cruel caricatura de ese estadista que necesitábamos. Y López Obrador, un político tropical muy resentido que terminó plegándose a las maniobras partidistas y ahora representa a dos o más partidos, claramente disminuido en la confianza de esos ciudadanos que no aprobamos la catadura –y la cara dura- de quienes le rodean y manipulan a base de pleitesía y falsa adoración , como se aprecia en las encuestas.
Las peticiones actuales del voto blanco son muy precisas. El plebiscito debe ser llevado a instancias decisivas y desde ahora podríamos debatir algunos temas que nos preocupan, votar una y otra vez cualquier cosa de nuestra larga agenda de pendientes, apoyados por los modernos mecanismos de consulta (ecuestas, sondeos, etc.) que ahora es posible tener a relativo bajo costo, organizados por un IFE nombrado y constituido por los ciudadanos mexicanos -los del famoso voto en blanco-, a través del voto directo por candidatos probos y capaces, que ya sabemos que existen aquí y allá, como lo demostró Woldenberg y su gente. La mayoría gana, eso sí. Podríamos votar por preguntas sensibles como el aborto, la pena de muerte, PEMEX, la reelección y otros tantos temas en los que es posible decidir como mayoría. Eso nos permitiría cerrar expedientes. Los diputados y senadores deben concluir la legalidad de todas esas respuestas y ciertamente no necesitan ser tantos; esos profesionales deberán terminar la chamba jurídica de las decisiones populares representadas por la mayoría de votos. ¿Qué opinas de los altavoces de las iglesias en los pueblitos y en algunas colonias de México? preguntas sencillas que sería muy útil responder: ¿qué opinas del ruido que hacen los vendedores de gas y otros en las ciudades mexicanas?, que hoy no tenemos a quién presentar, a quien reclamar ni cómo, hay un muro infranqueable entre la política y los ciudadanos que es necesario derribar. Y por eso es tan importante que el plebiscito tenga un rango constitucional decisivo.
Ahora los analistas han formado una lista de diez o más peticiones, todas pertinentes y algunas estrictamente técnicas, para implementar un sistema democrático y el voto blanco es nuestra primera experiencia, la primera ocasión de decidir, más allá de los partidos, qué conviene a México, cómo podemos hacer para cortar el lastre que la política ha dejado a nuestro desarrollo, a nuestra evolución como economía, como nación. Por qué otros países sí lo pueden hacer y nosotros no.
De ahí que el voto en blanco sí cuente, por eso debe ser contundente y copioso, decisivo. El partido que gane entenderá que los ciudadanos no estamos jugando y que debe aprobar esas sencillas reformas que se solicitan: plebiscito para decidir las cosas importantes de nuestra vida nacional.
¿Cómo estás tú, Florecita? Como verás, eres inspiradora en tantas cosas de mi vida, no había podido hacer esta reflexión que traía atorada en la garganta y ahora tú has venido en mi auxilio. Con tu permiso hasta la voy a poner en mi blog. Besitos.
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