Hoy hacemos nuestra última reunión en Teorema, una librería-restaurante-bar ubicado en una gran esquina del centro de la ciudad de Puebla (Reforma y 7 Sur). Hace diecisiete años llegué a Teorema buscando un libro de Foucauld: La microfísica del poder. Tenía Las palabras y las cosas, lo compré. En mi segunda búsqueda comprendí que difícilmente iba a encontrar ahí libros en particular, pero me gustó el sitio, la dependienta fue muy amable (Pía) y a poco me enteré que pertenecía a una familia de chilenos avecindada en Puebla desde los inicios de la dictadura. En mi segunda visita Pía me presentó a su padre, José Donoso, como fue bautizado por la comunidad en los primeros años, cuando dio clases de derecho en la Buap, sin menoscabo de su famoso homónimo y paisano, autor de El lugar sin límites, primo suyo y sin ningún contacto en la realidad. Este Pepe Donoso resultó ser un personaje muy interesante, dispuesto a escuchar a casi cualquier parroquiano que se acerque, poeta silvestre y autor de una docena de libros de poesía publicados por él con su nombre real: José Romualdo Súarez Donoso.
Me hice asiduo visitante de Teorema y en los últimos diecisiete años habré fallado a mi reunión semanal una docena de veces. Me patrocinó una cápsula radiofónica durante un año, que se transmitieron en la radiodifusora donde laboraba, y al menos una idea promocional que disfruté mucho. Se trataba de imaginar para radio la presencia de escritores, preferentemente muertos, en una de las mesas de Teorema. Había uno con Hemingway, ya bastante pasado de cafés hawaianos, en el que discutía neciamente que Pepe no era chileno sino austriaco. Y otro en el que Juan Rulfo no decía ni una sola palabra. Bueno, me doy cuenta que en realidad no los recuerdo, pues no eran tan insustanciales, pero la idea era esa.
Así ha pasado el tiempo, que es en realidad un fragmento de historia citadina, al menos de aquella esquina en particular. De acuerdo con los aires determinados casi siempre por las noticias, la política, la historia, la lengua, hemos estado en esa mesa nuestra, tejiendo una red de cervezas y palabras hilvanadas con innumerables cigarros que fumamos con fruición, en tantos medios días soleados, a veces acallados por la manifestación de la 28 de Octubre, gritando hacia al zócalo, por procesiones del silencio, campañas y contracampañas de la política local. Ahí he conocido a infinidad de gente interesante, con quienes, en los últimos años, hemos formado un elástico grupo que si fuéramos institucionales podríamos llamar Círculo cultural Teorema, pero afortunadamente no lo somos. Aunque hubo un esporádico intento por llamarlo Grupo Orquídea Negra, que por fortuna no fructificó. Nuestra cursilería no llega a tanto, y los dispares intereses están determinados por la abierta circunstancia de nuestras edades, que van de los veinticinco a los ochenta y cinco años. Yo me inclino por discutir conceptos: amor, libertad, odio, pues he visto que por la variedad de los opinantes este método funciona, pero lo que más se discute en esa mesa son noticias, no necesariamente frescas, pero sí champurreadas por las personales lecturas de cada quien. Es decir –me he cansado de repetirlo-, hay temas en los que sólo nos queda discutir la visión editorial del periódico que leemos, lo que me parece un poco inútil. Aunque algunos comensales se nos han muerto por ancianos o por enfermedad, como nuestro inolvidable y fiel Enrique Athié, los vivos que quedamos nos las arreglamos paras seguir visitando a Pepe y su viejitos, entre quienes destaca el poeta tabasqueño Agenor Valencia, el viajero brasileño Eduardo Mann, Sergio Storelli, improbable empresario de oleaginosas pero teologista aplicado, Magno Sánchez, gran maestro de una logia, Ricardo, ingeniero catalán, Adolfo Martínez, escritor escolástico de Castilla y el pintotesco arquitecto Francisco Marín, por mencionar sólo a los mayores de setenta, además de un numeroso grupo de "jóvenes" de entre treinta y sesenta, algunos de ellos, pocos, poblanos.
Hoy nos toca asistir a la última reunión en el Teorema tradicional, pues en unos días se mudará a un sitio cercano en donde, por sus dimensiones y arquitectura colonial, será necesario pensar en algo más que una librería-café. No sé qué pase con nuestro grupo, si mejorará o empeorará, lo que es seguro es que el cambio de escenario marcará el final de una época de los poquísimos cafés de Puebla. La Era de Pepe Donoso, que ya desde ahora ha pasado la batuta del negocio a Paula, su nieta, sin duda el inicio de una nueva historia de Teorema. Gracias, Pepe, por todo esto y lo que sigue.
hoy lo leí, tuve la fortuna de rememorar a don José, gracias por este recuerdo agasapado, que sale a lagrimas del corazón
ResponderEliminarBueno, nunca es tarde Nutrición, gracias por compartir tu sentimiento.
ResponderEliminarJose donoso nos dio permiso de ir a tocar blues unos domingos ...honestamente iba por la plática el tiempo de café y los muchos temas iba también mi maestro de la uni el español Adolfo sanchez gran ser humano y tenia unas puntadas uffff extraño esos tiempos de MÚSICA ....letras....café y sabiduria pura....
ResponderEliminarGracias por compartir tus recuerdos, Unk, se cultivaba ahí, creo, la clásica tertulia de café. Y Pepe Donoso era sin duda el motor de todo ello. Un día llegué y salí veinte años después, cuando pepe murió.
ResponderEliminarEse café va a sería en mi corozon por todo mi vida. Gastó muchas horas allá solo despues mis classes (fue enseñando inglés). Soy una mujer, fue joven, pero nadíe nunca molestarme. Pudo escriber en mis Libros en tranquilla...gracias por sus palabras, que recuerda me de una lugar muy especial
ResponderEliminarGracias a ti por escribirme, Anónima, no he vuelto a tener en Puebla un sitio que me ofreciera esa serenidad que me daba Teorema en horas de la mañana, porque en la noche era otra cosa. Saludos.
ResponderEliminarBuen día, saludos y espero algún día poder coincidir con usted en alguna otra cafetería, seria un honor.
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