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Día de Reyes


Una tarde de los años setenta recibimos una extraña invitación de parte de un amigo: nos invitaba a ir a ver por la zona de Mixcoac a un músico experimental de apellido Reyes. ¿En qué lugar se presenta?, preguntamos nosotros. “En el garaje de su casa”, respondió nuestro amigo. Fuimos, por supuesto.

En el amplio garaje de esa casa estaba Jorge Reyes rodeado de centenares de objetos de barro, de metal, de madera, un teclado, una guitarra; descalzo, sólo vestido con unos pantalones de mezclilla y una camiseta, nos agradeció y a continuación tocó sin pausa durante dos horas seguidas una mezcla de música y ruidos y sensaciones y olores que nos dejó francamente satisfechos. Cuando volvimos a saber de él, ya era un músico famoso.

Con caracoles, maderas, cuerdas de tripa y sintetizador, Jorge Reyes llamó poderosamente la atención del mercado extranjero, sobre todo europeo, que le permitió seguir desarrollando su música, especie de ambiente propicio para la remembranza del mundo prehispánico o algo así. A pesar del estereotipo de sus recursos caracoleros, ampliamente copiados por sus seguidores y entusiastas dominicales de los zócalos mexicanos, las ambientaciones de Jorge Reyes se fueron sofisticando con el tiempo, orientando su música hacia horizontes difusos, indeterminados, por lo que el mercado internacional terminó asimilándolo como un intérprete de la llamada World Music.

Jorge Reyes, que murió el 7 de febrero de este año, cumpliría el día de hoy 57 años.


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