El 18 de noviembre de 1910, entrada la tardecita, los vecinos de las parroquias de Santa Clara, Santo Domingo, Santa Teresa, San Cristóbal y San Pedro supieron que algo pasaba en la calle donde vivía la familia Serdán, una señora viuda con sus hijos ya grandes de nombre Aquiles, Máximo y Carmen. Aunque ese día, fue muy poco lo que pudieron enterarse.
Por la calle de Mesones llegaron decenas de soldados del Batallón Zaragoza y rurales, fuertemente armados, y en un santiamén se armaron los balazos que duraron lo que no tiene usted una idea. Más de dos horas. Los que pudieron ver algo afirman que había soldados trepados en las torres de todas las iglesias cercanas, y cientos de tropas que disparaban y disparaban hacia la casa de los Serdán, en la calle de Santa Clara (6 Oriente 200). Había muchos hombres en la azotea, disparando hacia la calle, y por el balcón de la casa de doña Josefa Alatriste, la mamá de los Serdán, Aquiles y su hermana Carmen disparaban y echaban bombas a los soldados, que nomás levantaban heridos y heridos y no sé cuántos muertos. Dicen que doscientos. Ya en la noche todo se tranquilizó, parece que los mataron a todos. No quedó ni uno de los quince o dieciséis hombres que defendieron la casa. En cuanto a doña Josefa, su nuera Filomena y su hija Carmen, que estaba herida, se las llevaron detenidas. Creímos que ahí había terminado la cosa, pero no, apenas empezaba.
Por la calle de Mesones llegaron decenas de soldados del Batallón Zaragoza y rurales, fuertemente armados, y en un santiamén se armaron los balazos que duraron lo que no tiene usted una idea. Más de dos horas. Los que pudieron ver algo afirman que había soldados trepados en las torres de todas las iglesias cercanas, y cientos de tropas que disparaban y disparaban hacia la casa de los Serdán, en la calle de Santa Clara (6 Oriente 200). Había muchos hombres en la azotea, disparando hacia la calle, y por el balcón de la casa de doña Josefa Alatriste, la mamá de los Serdán, Aquiles y su hermana Carmen disparaban y echaban bombas a los soldados, que nomás levantaban heridos y heridos y no sé cuántos muertos. Dicen que doscientos. Ya en la noche todo se tranquilizó, parece que los mataron a todos. No quedó ni uno de los quince o dieciséis hombres que defendieron la casa. En cuanto a doña Josefa, su nuera Filomena y su hija Carmen, que estaba herida, se las llevaron detenidas. Creímos que ahí había terminado la cosa, pero no, apenas empezaba.
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