El 19 de enero de 1926 nació en Dolores Hidalgo, Guanajuato, un hombre que como pocos ha dado satisfacciones a los mexicanos... y alguna que otra pena.
José Alfredo Jiménez fue un poeta natural, espontáneo y algo salvaje. Sus canciones, motivadas por la decepción, el abandono o la simple tristeza causada por una prolongada cruda, casi perenne, por su famosa afición a la bebida, supieron describir con sencillez un sentimiento mexicano que los antropólogos han estudiado durante un siglo y aún no logran descifrar: eso que llaman “mexicanidad”, que José Alfredo simplemente expresó cantando y llorando... con inusitada puntería.
Valga lo uno por lo otro, y más allá de que alguien recuerde a José Alfredo, su memoria estará siempre aquí, como parte de una conciencia nacional, o al menos, de la memoria colectiva. “Y, manque sea martes, sírvame otro tequila…”
José Alfredo Jiménez fue un poeta natural, espontáneo y algo salvaje. Sus canciones, motivadas por la decepción, el abandono o la simple tristeza causada por una prolongada cruda, casi perenne, por su famosa afición a la bebida, supieron describir con sencillez un sentimiento mexicano que los antropólogos han estudiado durante un siglo y aún no logran descifrar: eso que llaman “mexicanidad”, que José Alfredo simplemente expresó cantando y llorando... con inusitada puntería.
Valga lo uno por lo otro, y más allá de que alguien recuerde a José Alfredo, su memoria estará siempre aquí, como parte de una conciencia nacional, o al menos, de la memoria colectiva. “Y, manque sea martes, sírvame otro tequila…”
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