La mañana de hoy de 1932, un pelotón avergonzado de sus actos, disparó las balas que fueron a dar al pecho de tres valientes patriotas.
En esa mañana fría, con las tumbas del cementerio de San Salvador como testigos, los cuerpos de Agustín Farabundo Martí, Alonso Luna y Mario Zapata cayeron y levantaron, no una polvareda, pues el clima era húmedo y la tierra dura como su piel, sino una insurrección campesina y popular que la junta militar apenas pudo contener a sangre y fuego.
En esa mañana fría, con las tumbas del cementerio de San Salvador como testigos, los cuerpos de Agustín Farabundo Martí, Alonso Luna y Mario Zapata cayeron y levantaron, no una polvareda, pues el clima era húmedo y la tierra dura como su piel, sino una insurrección campesina y popular que la junta militar apenas pudo contener a sangre y fuego.
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