Sin ánimo de forzar la historia para darle cabida a la ocurrencia, hay un parangón entre los panistas actuales y los funcionarios del gobierno imperial de Maximiliano de Habsburgo, a quines, al igual que el dirigente Nava que fue humillado el día de ayer en la cámara de diputados, les sobraban palabras pero les faltaba capacidad de negociación, humildad, perspectiva y sagacidad.
El gobierno de Maximiliano (en la foto) se interesaba en adquirir sus propias líneas telegráficas, que estaban en su mayoría en manos de particulares. El Emperador había pidió al ministro de Fomento Luis Robles Pezuela que estudiara la posibilidad de que el gobierno fuera propietario de las líneas telegráficas con el objeto de ganar control en las provincias. Robles Pezuela interpretó equivocadamente una "orden de adueñarse" por cualquier vía de las líneas, digamos “controlables”, y sólo se concretó a estudiar cuánto costaría al gobierno instalar una red propia de líneas telegráficas (lo que hizo Benito Juárez posteriormente fue "federalizar" los telégrafos, sin importar si sus dueños querían o no vender), resultando de esto la insolvencia financiera para emprender una acción de tal magnitud. El ministro respondió: "No siendo posible construir inmediatamente las líneas del gobierno y teniendo mayor importancia que se establezcan en el mayor número posible, se arreglaron con los particulares (...) varias concesiones bajo bases favorables (...), siempre con la condición de que el Gobierno pueda comprarlas. " (*)
Robles Pezuela informó haber concesionado a Carlos C. Clute para tres líneas telegráficas: una de Guanajuato-San Luis Potosí- "El Saltillo"- Monterrey-Matamoros; otra de Matamoros-Cd. Victoria-Tampico-Tuxpan-Veracruz, y otra de San Luis Potosí-Aguascalientes-Zacatecas-Fresnillo-Sombrerete-Durango. El plazo concedido fue de un año para la primera, y de dos para las otras.
Y por aquello de que "la ambición mató al gato", el ministro se apuró a comentar: "Tengo noticias positivas de que cuenta con los elementos necesarios para cumplir su compromiso." Se concesionó a Carlos J. Arnoux "como representante de varios capitalistas de New York", las líneas México-Toluca-Morelia-Zamora-La Barca-Guadalajara-Tepic-San Blas-Mazatlán-Culiacán-Guaymas-San Francisco, este último punto de la Alta California; Mazatlán-Cuencamé-Parras-Villaldamas-Cerralvo-Camargo-Durango, y entre Manzanillo y Guadalajara, poniéndole un plazo de cuatro meses "para presentar la conformidad de las personas que representa". Y por último, por aquello de que a Maximiliano le quedara duda de la imposibilidad de adueñarse del telégrafo, la concesión otorgada a Rodrigo Rincón para dos líneas: de Lagos a Aguascalientes y de Lagos a San Luis Potosí, pasando por sus haciendas de Juachi e Ibarra.
Se le dio ocho meses para la primera y dieciocho para la segunda, ante lo cual
Maximiliano, arrinconado, respondió que aunque el telégrafo debe pertenecer al Estado, "no hay inconveniente en que sean construidos por Compañías, a las que después les compre el Gobierno." Y en su cometido por dejar claro que "el Gobierno es el único que puede construir líneas telegráficas en el Imperio", y sólo cuando "lo considere conveniente, dará permiso a algún individuo o compañía para que lo haga", ordenó a Robles Pezuela la elaboración de un documento que no dejara dudas en la legislación del sistema telegráfico.
Se originó el documento, que sin duda fue la obra principal de Maximiliano en materia de telégrafos, pues es el primer reglamento del sistema en la historia mexicana en donde se incluyen la totalidad de sus mecanismos técnicos y administrativos, que serviría de base a todos los reglamentos telegráficos que al final de la vida del telégrafo, en 1992, se seguían observando.
Maximiliano deja el gobierno con sólo dos líneas funcionando: una de México a Veracruz, "con un pequeño ramal del Palmar a San Andrés Chalchicomula, de la propiedad del señor Viya y Cosío, y otra de esta misma capital a Guanajuato, propiedad del Sr. Muñoz Ledo. Ambas estaban comprendidas en el antiguo privilegio de líneas telegráficas de 1849, prorrogado por el gobierno del general Miramón, el 10 de mayo de 1859, al referido Hermenegildo de Viya y Cosío, como concesionario de la testamentaría de D. Juan de la Granja."
*) Todas las citas pertenecen a la MEMORIA a Maximiliano I por el Ministro de Fomento Luis Robles Pezuela, 1865, Documento 50, p. 35-94, ANG Galera 5
El gobierno de Maximiliano (en la foto) se interesaba en adquirir sus propias líneas telegráficas, que estaban en su mayoría en manos de particulares. El Emperador había pidió al ministro de Fomento Luis Robles Pezuela que estudiara la posibilidad de que el gobierno fuera propietario de las líneas telegráficas con el objeto de ganar control en las provincias. Robles Pezuela interpretó equivocadamente una "orden de adueñarse" por cualquier vía de las líneas, digamos “controlables”, y sólo se concretó a estudiar cuánto costaría al gobierno instalar una red propia de líneas telegráficas (lo que hizo Benito Juárez posteriormente fue "federalizar" los telégrafos, sin importar si sus dueños querían o no vender), resultando de esto la insolvencia financiera para emprender una acción de tal magnitud. El ministro respondió: "No siendo posible construir inmediatamente las líneas del gobierno y teniendo mayor importancia que se establezcan en el mayor número posible, se arreglaron con los particulares (...) varias concesiones bajo bases favorables (...), siempre con la condición de que el Gobierno pueda comprarlas. " (*)
Robles Pezuela informó haber concesionado a Carlos C. Clute para tres líneas telegráficas: una de Guanajuato-San Luis Potosí- "El Saltillo"- Monterrey-Matamoros; otra de Matamoros-Cd. Victoria-Tampico-Tuxpan-Veracruz, y otra de San Luis Potosí-Aguascalientes-Zacatecas-Fresnillo-Sombrerete-Durango. El plazo concedido fue de un año para la primera, y de dos para las otras.
Y por aquello de que "la ambición mató al gato", el ministro se apuró a comentar: "Tengo noticias positivas de que cuenta con los elementos necesarios para cumplir su compromiso." Se concesionó a Carlos J. Arnoux "como representante de varios capitalistas de New York", las líneas México-Toluca-Morelia-Zamora-La Barca-Guadalajara-Tepic-San Blas-Mazatlán-Culiacán-Guaymas-San Francisco, este último punto de la Alta California; Mazatlán-Cuencamé-Parras-Villaldamas-Cerralvo-Camargo-Durango, y entre Manzanillo y Guadalajara, poniéndole un plazo de cuatro meses "para presentar la conformidad de las personas que representa". Y por último, por aquello de que a Maximiliano le quedara duda de la imposibilidad de adueñarse del telégrafo, la concesión otorgada a Rodrigo Rincón para dos líneas: de Lagos a Aguascalientes y de Lagos a San Luis Potosí, pasando por sus haciendas de Juachi e Ibarra.
Se le dio ocho meses para la primera y dieciocho para la segunda, ante lo cual
Maximiliano, arrinconado, respondió que aunque el telégrafo debe pertenecer al Estado, "no hay inconveniente en que sean construidos por Compañías, a las que después les compre el Gobierno." Y en su cometido por dejar claro que "el Gobierno es el único que puede construir líneas telegráficas en el Imperio", y sólo cuando "lo considere conveniente, dará permiso a algún individuo o compañía para que lo haga", ordenó a Robles Pezuela la elaboración de un documento que no dejara dudas en la legislación del sistema telegráfico.
Se originó el documento, que sin duda fue la obra principal de Maximiliano en materia de telégrafos, pues es el primer reglamento del sistema en la historia mexicana en donde se incluyen la totalidad de sus mecanismos técnicos y administrativos, que serviría de base a todos los reglamentos telegráficos que al final de la vida del telégrafo, en 1992, se seguían observando.
Maximiliano deja el gobierno con sólo dos líneas funcionando: una de México a Veracruz, "con un pequeño ramal del Palmar a San Andrés Chalchicomula, de la propiedad del señor Viya y Cosío, y otra de esta misma capital a Guanajuato, propiedad del Sr. Muñoz Ledo. Ambas estaban comprendidas en el antiguo privilegio de líneas telegráficas de 1849, prorrogado por el gobierno del general Miramón, el 10 de mayo de 1859, al referido Hermenegildo de Viya y Cosío, como concesionario de la testamentaría de D. Juan de la Granja."
*) Todas las citas pertenecen a la MEMORIA a Maximiliano I por el Ministro de Fomento Luis Robles Pezuela, 1865, Documento 50, p. 35-94, ANG Galera 5
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