Algún perspicaz podría suponer que la entrega de hoy corresponde una metáfora de la tarde de ayer en nuestro Congreso. Lo niego categóricamente, a pesar de reconocer el incuestionable parecido de Nava con Rigoletto y de la engañada Beatriz con Gilda. Pero pongámonos serios. La referencia corresponde a que el 11 de Marzo del lejano año de 1851 es estrenada en el Carnaval de ópera de Venecia la ópera Rigoletto, de Guiseppe Verdi, cuya historia habla de la vergüenza, una especie de sentimiento que 150 años después ya hemos perdido casi todos.
Rigoletto, bufón del Duque de Mantua es aquí el centro de la acción, tanto por su propia personalidad como por las diferentes situaciones y los otros personajes que gravitan en torno a él. Siente el drama de su querida hija Gilda, engañada por el hombre que ama, con una intensidad especial puesto que el traidor es su señor, a quien es totalmente adicto.
La venganza de Rigoletto conducirá al trágico desenlace, ya que, creyendo matar al duque, asesina a su propia hija que se ha sacrificado por amor.
Rigoletto, bufón del Duque de Mantua es aquí el centro de la acción, tanto por su propia personalidad como por las diferentes situaciones y los otros personajes que gravitan en torno a él. Siente el drama de su querida hija Gilda, engañada por el hombre que ama, con una intensidad especial puesto que el traidor es su señor, a quien es totalmente adicto.
La venganza de Rigoletto conducirá al trágico desenlace, ya que, creyendo matar al duque, asesina a su propia hija que se ha sacrificado por amor.
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