En 1524, con enorme sorpresa, los habitantes mexicanos vieron cómo los indomables y crueles conquistadores españoles se arrodillaron ante la presencia de esos hombres adustos, humildes y harapientos. Fray Martín de Valencia, García de Cisneros, Toribio de Benavente y nueve franciscanos más descendieron hoy en el islote de San Juan de Ulúa. Iniciaba el cristianismo mexicano.
La puesta en escena fue dirigida por el propio Hernán Cortés (en la imagen), que organizó una gran bienvenida y, despojado de su autoritarismo y soberbia, se hincó y buscó besarles las manos a los frailes, que declinaron la intención. Los monjes, descalzos, causaron una gran impresión entre los naturales, pues era la primera vez veían a un europeo humilde, que con los años suscitó un cariño verdadero y dieron cauce al nacimiento del cristianismo novohispano (o lo que sea que haya resultado de la combinación de muchas creencias antagónicas, el famoso sincretismo), en las distintas versiones de las órdenes religiosas, pues no todos fueron tan amables como los franciscanos.
La puesta en escena fue dirigida por el propio Hernán Cortés (en la imagen), que organizó una gran bienvenida y, despojado de su autoritarismo y soberbia, se hincó y buscó besarles las manos a los frailes, que declinaron la intención. Los monjes, descalzos, causaron una gran impresión entre los naturales, pues era la primera vez veían a un europeo humilde, que con los años suscitó un cariño verdadero y dieron cauce al nacimiento del cristianismo novohispano (o lo que sea que haya resultado de la combinación de muchas creencias antagónicas, el famoso sincretismo), en las distintas versiones de las órdenes religiosas, pues no todos fueron tan amables como los franciscanos.
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