Don Rafael Moreno Serrano cierra los ojos al recordar a su madrecita.¿Quiénes somos los hijos para juzgarlas? ¿Qué somos los hijos para no recordarlas?
“Yo le cuento de la vida mientras Dios me de permiso. Nací en la ciudad de Puebla en 1922, el 6 de agosto para ser más exacto, a las 5:10, dicho por mi madre. “Tú naciste en la tarde, a las cinco y diez”. Ah, qué bueno, desde entonces se me quedó grabado. Nací en el Hospital de la Maternidad, en la 5 Poniente, entre la 9 y la 7. Ahora es el hospital de la UPAEP. Ahí se fue a aliviar mi madre.
“Entonces se llega a morir mi padre y después quién nos daba. Dios mío, mi pobrecita madre que Dios la tenga en su gloria, Señor, si fue buena, mala o regular, el Señor la ha de tener cerquita de él. Nos quedamos sin un quinto. Pobrecita mi madre, tenía que lavar ropa ajena. Resulta que la señora encargada de la casa da las gracias, entonces mi madre le dice al dueño si no quería darnos a nosotros el cuidado de la casa. “Si, como no, ustedes son buenas personas”. Era buena persona. Muy trabajadora, pobrecita de mi made, me acuerdo y me dan ganas de llorar. De lo que me acuerdo ahora, porque en ese tiempo ¡qué llorar!, me valía gorro, tuviéramos de comer o no tuviéramos de comer, a mí me daban mi sopita y ya, no preguntaba nada.
“Lo que yo más me recuerdo es lo humildes que éramos, que vivíamos con poquito dinero, porque le pagaban poco a mi madre, no sé si se compadecían de ella porque era muy trabajadora, muy buena, pero la ayudaban con la ropa, poco es lo que sufríamos; es más, fíjese, guisaban arriba y le mandaban comida a mi pobrecita madre, comíamos los tres, mi madre mi hermana y yo. Claro, también guisaba, yo creo que lo que le mandaban no alcanzaba tanto. De esto hace ochenta años y todo es borroso, no son ochenta días, ni ochenta meses, son ochenta años con 365 días cada uno, nomás imagínese.
“Cuando uno es niño no ve uno ni pelo ni tamaño, si nos iba bien a todos dar, si nos iba mal a todo dar. No me fijaba yo si estábamos pobres pobres o regular o término medio, lo que si me acuerdo es que nunca nos faltaron nuestros tres alimentos, desayuno, comida y cena. Nunca, porque si algo tuvo mi madre fue que siempre comimos al centavo. “Aunque sea tarde, hijos, aquí está la comida”, la cena, nos sentábamos en una mesita así chiquita”.
“Yo le cuento de la vida mientras Dios me de permiso. Nací en la ciudad de Puebla en 1922, el 6 de agosto para ser más exacto, a las 5:10, dicho por mi madre. “Tú naciste en la tarde, a las cinco y diez”. Ah, qué bueno, desde entonces se me quedó grabado. Nací en el Hospital de la Maternidad, en la 5 Poniente, entre la 9 y la 7. Ahora es el hospital de la UPAEP. Ahí se fue a aliviar mi madre.
“Entonces se llega a morir mi padre y después quién nos daba. Dios mío, mi pobrecita madre que Dios la tenga en su gloria, Señor, si fue buena, mala o regular, el Señor la ha de tener cerquita de él. Nos quedamos sin un quinto. Pobrecita mi madre, tenía que lavar ropa ajena. Resulta que la señora encargada de la casa da las gracias, entonces mi madre le dice al dueño si no quería darnos a nosotros el cuidado de la casa. “Si, como no, ustedes son buenas personas”. Era buena persona. Muy trabajadora, pobrecita de mi made, me acuerdo y me dan ganas de llorar. De lo que me acuerdo ahora, porque en ese tiempo ¡qué llorar!, me valía gorro, tuviéramos de comer o no tuviéramos de comer, a mí me daban mi sopita y ya, no preguntaba nada.
“Lo que yo más me recuerdo es lo humildes que éramos, que vivíamos con poquito dinero, porque le pagaban poco a mi madre, no sé si se compadecían de ella porque era muy trabajadora, muy buena, pero la ayudaban con la ropa, poco es lo que sufríamos; es más, fíjese, guisaban arriba y le mandaban comida a mi pobrecita madre, comíamos los tres, mi madre mi hermana y yo. Claro, también guisaba, yo creo que lo que le mandaban no alcanzaba tanto. De esto hace ochenta años y todo es borroso, no son ochenta días, ni ochenta meses, son ochenta años con 365 días cada uno, nomás imagínese.
“Cuando uno es niño no ve uno ni pelo ni tamaño, si nos iba bien a todos dar, si nos iba mal a todo dar. No me fijaba yo si estábamos pobres pobres o regular o término medio, lo que si me acuerdo es que nunca nos faltaron nuestros tres alimentos, desayuno, comida y cena. Nunca, porque si algo tuvo mi madre fue que siempre comimos al centavo. “Aunque sea tarde, hijos, aquí está la comida”, la cena, nos sentábamos en una mesita así chiquita”.
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