El río de Heráclito, tan recurrente en el pensamiento de Borges, es un mismo caudal con diferentes aguas; la imagen del filósofo griego era que nunca se veía el mismo río. En cambio, el río de lodo que ahora cruza varios estados del país, es el mismo caudal y son las mismas aguas negras de la política que tenemos el infortunio de vivir. A un mes de las elecciones súbitamente los políticos tienen iluminaciones morales que les permite recordar cosas que habían callado durante tanto tiempo, que habían aprobado, apapachado y secundado.
De un día para otro tenemos que muchos candidatos, a decir de los otros candidatos, son unos hampones peligrosísimos. Los ciudadanos no dudamos que lo sean, como tampoco dudamos que lo sean muchos políticos que no son señalados, pero el verdadero extrañamiento está en por qué no lo habían dicho antes, por qué no los habían denunciado antes, por qué no los habían encarcelado antes.
Las campañas políticas nos muestran la peor podredumbre de nuestro sistema, vemos correr el río de inmundicias en donde nadan todos y nos invitan a nadar con ellos. “Qué sucia es la política”, repetimos con cinismo, con la fatalidad de que seremos gobernados por alguno de ellos. En Quintana Roo, Sinaloa, Durango, Puebla se han destapado las cloacas de la memoria y con documentos, fechas y firmas nos muestran un rostro completamente distinto de aspirantes que apenas hace dos días eran candidatos a la canonización, no sólo a puestos públicos.
Jesús Reyes Heroles dijo alguna vez: “En el ejercicio de la política hay que aprender a lavarse las manos con agua sucia”, pero eso no es lavarse con agua sucia, eso es nadar en la inmundicia y pretender que los ciudadanos mexicanos nademos también.
De un día para otro tenemos que muchos candidatos, a decir de los otros candidatos, son unos hampones peligrosísimos. Los ciudadanos no dudamos que lo sean, como tampoco dudamos que lo sean muchos políticos que no son señalados, pero el verdadero extrañamiento está en por qué no lo habían dicho antes, por qué no los habían denunciado antes, por qué no los habían encarcelado antes.
Las campañas políticas nos muestran la peor podredumbre de nuestro sistema, vemos correr el río de inmundicias en donde nadan todos y nos invitan a nadar con ellos. “Qué sucia es la política”, repetimos con cinismo, con la fatalidad de que seremos gobernados por alguno de ellos. En Quintana Roo, Sinaloa, Durango, Puebla se han destapado las cloacas de la memoria y con documentos, fechas y firmas nos muestran un rostro completamente distinto de aspirantes que apenas hace dos días eran candidatos a la canonización, no sólo a puestos públicos.
Jesús Reyes Heroles dijo alguna vez: “En el ejercicio de la política hay que aprender a lavarse las manos con agua sucia”, pero eso no es lavarse con agua sucia, eso es nadar en la inmundicia y pretender que los ciudadanos mexicanos nademos también.
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